No poca polémica se está abriendo con la decisión adoptada por Nicolas Sarkozy, por cierto de ascendencia húngara, de deportar a gitanos búlgaros y rumanos de su país. No soy yo, un simple maestro de escuela, quien tenga una opinión autorizada respecto a esta decisión, aunque no puedo evitar valorar desde un punto de vista educativo las consecuencias. Así que recurro a la experiencia llevada a cabo por Jane Elliott, una maestra de primaria de Iowa, poco después de la muerte de Martin Luther King, para tratar de fijar en su alumnado el concepto de prejuicio. Separó a sus alumnos por el color de los ojos, dando preeminencia a los de ojos marrones sobre los de ojos azules y les concedió ciertos privilegios. Así el aula, anteriormente tranquila, se tornó violenta y desordenada y el alumnado de ojos azules bajó su rendimiento terminando por sentirse inferiores a sus compañeros de ojos castaño. Todo parece indicar que decisiones adoptadas colectivamente por razones vinculadas a condiciones grupales o raciales no son educativas y no favorecen la paz. En la escuela de Riceville, en Iowa, un alumno preguntó a la señorita: ¿Cómo puede ser unted maestra si también tiene los ojos azules?