J. M. CEINOS

En el segundo mandato municipal de José Manuel Palacio Álvarez (La Habana, 1930-Gijón, 2005) como alcalde de Gijón, la Corporación emprendió la primera gran operación de recuperación urbanística de la ciudad, que, como no podía ser de otra forma, tuvo como objetivo Cimavilla, el viejo barrio pesquero local y cuna de la villa, que hace un cuarto de siglo presentaba más que alarmantes síntomas de deterioro casi irreversibles.

Veinticinco años atrás, no sólo Gijón, muchas otras ciudades españolas ponían en marcha planes de recuperación de sus cascos históricos tras decenios de abandono e invasión del tráfico de vehículos. Cimavilla no era una excepción, con edificios que ocultaban auténtico chabolismo urbano.

Durante el primer mandato municipal tras la recuperación de la democracia (de 1979 a 1983), la Corporación acometió las obras más urgentes, sobre todo en los barrios, que tenían amplias zonas que eran auténticos lodazales, sin calzadas ni aceras, con deficiente alumbrado público y otras carencias. Pero en el segundo mandato, el comprendido entre 1983 y 1987, el Ayuntamiento puso manos a la obra en Cimavilla como su primer gran reto de «cirugía urbanística».

Se encargó el llamado Plan Especial de Protección y Reforma Interior del barrio de pesquerías a los arquitectos Francisco Pol y José Luis Martín, con la colaboración de los también arquitectos Juan González Moriyón y Fernando Nanclares. La entonces ambiciosa actuación urbanística se dividió en dos partes: una, la transformación del Cerro de Santa Catalina en un parque público, y dos, la rehabilitación de los viales y plazas del barrio alto, con la incorporación posterior de ayudas para la recuperación de edificios y fachadas. Así se hizo en los años posteriores. Hace un cuarto de siglo se presentó en el Ayuntamiento el plan, para su estudio, discusión y aprobación por los grupos políticos municipales.

Se comenzó por el Cerro de Santa Catalina, cuya transformación en un gran parque público era un viejo anhelo de los gijoneses ya recogido en el Plan de Reformas Urbanas de 1937, como también convertir la falda de la colina de Los Pericones en un gran parque, proyecto que se haría realidad en el segundo mandato municipal de José Manuel Palacio. En el Plan de Reformas de 1937 ya se indicaba la construcción de un «acuarium» aprovechando las fortificaciones militares del Cerro.

Pero en el caso de Cimavilla, si importante era la recuperación urbanística, no lo era menos la demográfica. En efecto, los redactores del plan pusieron especial empeño en «rejuvenecer» la población del barrio alto y, para ello, en el plan de recuperación del Cerro de Santa Catalina incluyeron la construcción de una «cornisa» de viviendas en paralelo «a la edificación que bordea el Cerro». La idea era «atraer» al barrio alto, sobre todo, a jóvenes residentes. Bien pronto el rechazo de los vecinos dio al traste con este proyecto y los edificios pasaron directamente al baúl de los recuerdos. Los vecinos basaron su oposición frontal en que los edificios ocuparían la zona más llana y resguardada del Cerro.

De todo lo previsto en el plan, un cuarto de siglo después, se llevó a cabo el gran parque, con la construcción de caminos y la conservación de las antiguas «pistas militares». En lo más alto de La Atalaya se colocó una «escultura monumental»: el «Elogio del Horizonte» de Eduardo Chillida, se recuperó «como área de estancia» el recinto de la batería de Santa Catalina y se restauró La Fontica (una fuente muy ligada al origen de la villa).

Pero en el plan había mucho más que nunca se llevó a cabo. Además de la «cornisa» de viviendas, no se reconstruyó la ermita de Santa Catalina, ni tampoco se levantó «un pequeño edificio destinado a observatorio meteorológico». En la parte occidental, al lado de la batería de Santa Catalina, se proyectó la construcción de dos edificios destinados a equipamientos deportivos. No se hicieron, en su lugar se habilitó una pista deportiva descubierta.

Tampoco se llevó a cabo la «construcción de nuevos pabellones tras los taludes de protección, con el volumen de los pabellones originarios del acuartelamiento de las fortificaciones», para ser destinado «el conjunto de las casamatas y nuevos pabellones a equipamiento cultural, recomendándose preferentemente su utilización como "Museo del mar Cantábrico"».

Finalmente, tampoco se llevó a cabo la construcción de la que estaba pensada como gran puerta de acceso al Cerro desde el barrio alto: un anfiteatro «a través del conjunto de la Fábrica de Tabacos», que, además de gran escalinata, sirviera para la celebración de espectáculos al aire libre.

1. Bloques para viviendas en la parte más próxima del Cerro al caserío de Cimavilla. 2. Instalaciones deportivas cubiertas y recuperación del recinto de la batería de Santa Catalina. 3. Reconstrucción de los pabellones militares para ser destinados a equipamiento cultural: «Museo del mar Cantábrico». 4. Reconstrucción de la ermita de Santa Catalina. 5. Observatorio meteorológico. 6. Recuperación de La Fontica. 7. Gran escalinata, en forma de anfiteatro, de acceso al Cerro y recinto al aire libre para espectáculos.