Navia

Los restos del imperio español en ultramar se venían abajo cuando el naviego Severino Suárez González puso en marcha en 1898 su negocio: Casa Severón. A pesar de que ya han pasado ciento doce años desde entonces, este comercio se encuentra en plena expansión y no sólo efectúa operaciones en la región, sino que también cuenta con presencia en internet. Regentada por los bisnietos del fundador, Severino y Alexia Suárez González, la firma Casa Severón es un ejemplo de empresa eminentemente familiar heredada generación tras generación.

Severino Suárez González nació en Luarca en el seno de una familia que se dedicaba al comercio de equinos con Castilla. Cuando apenas era un adolescente, emigró junto a sus tres hermanos a Cuba. Tras varios años en la isla antillana, éste valdesano regresó al Principado y se asentó en Buenavista (Navia), al pie del camino real que conectaba Villalba con Oviedo, lugar donde erigió su comercio. «Su negocio fue bautizado como Casa Severón porque mi abuelo medía 1,95 metros de altura y pesaba unos ciento treinta y cinco kilogramos», precisa su nieto, Odón Suárez González, de 75 años de edad.

Por aquel entonces, Severino se dedicaba a la venta de comestibles y guarnicionería, negocio que combinaba con un hotel-restaurante sito en el mismo inmueble de Buenavista. Por si esto fuera poco, el indiano valdesano también poseía unas diligencias dedicadas a trasladar a los emigrantes hasta los puertos de Gijón y La Coruña, lugares desde los que iniciaban su periplo en busca de la fortuna americana. «La gente bajaba en caballo desde otros concejos hasta Navia. En nuestro negocio había una cuadra donde amarraban sus monturas. Realizaban sus compras y regresaban a sus pueblos», enfatiza Odón Suárez.

Durante varias décadas, «Severón» regentó su negocio hasta que su hijo, también llamado Severino, pasó a estar al frente del comercio. «Mi padre amplió la empresa y comenzó a vender herramientas y materiales de construcción. No obstante, durante la Guerra Civil fue llamado a filas, a pesar de que ya había realizado el servicio militar», comenta Odón, el cual añade que su madre, Remedios, se vio obligada a tomar las riendas del establecimiento durante todo el conflicto bélico.

Con el final del conflicto, Severino regresó a su hogar y, al igual que sucedió en muchos otros comercios, en Casa Severón se sellaban las cartillas de racionamiento. «No había nada de nada. Necesitabas cosas y no las tenías. Teníamos cartillas y yo era el encargado de pegar los cupones cuando la gente recogía sus comestibles», rememora el empresario naviego. Y añade: «Hacienda lo fiscalizaba todo. Si quedaba un saco de azúcar sin vender había que devolverlo al Estado. De todos modos, casi nunca quedaba nada del hambre que había».

«Yo comencé a trabajar en el negocio familiar con quince años. Me dedicaba a hacer portes con un viejo camión Fiat cuando ni tan siquiera tenía carnet de conducir. Llegar a Oviedo o Gijón nos llevaba unas nueve horas de viaje y por el camino pinchábamos dos o tres veces», enfatiza Odón.

Durante esa época los Alsas establecieron su parada en la calle Regueral y Severino optó por trasladar parte de su negocio a la céntrica plaza de La Constitución. «En 1972 mi padre falleció con apenas 57 años de edad y yo comencé a dirigir la empresa», subraya Odón, quién decidió vender también maquinaría y artículos de menaje. «Tras más de un siglo de actividad, el negocio ha crecido muchísimo. Vendemos en Galicia y en toda Asturias. Incluso comerciamos con empresas de gran envergadura como Dragados», matiza el comerciante. Asimismo, señala que gracias a internet se venden artículos por todo España».

Actualmente, Severino y Alexia Suárez, bisnietos de «Severón», son los encargados de sacar adelante el negocio. «La empresa sigue viva, sigue funcionando», recalca Odón. Y es que, según este empresario, «hay que seguir adelante a pesar de los tiempos que corren».

«Hay que superar la crisis. No pusimos a ningún empleado al paro. El personal es quién hace la empresa. Aquí no hay números, nos conocemos todos. El trato humano es fundamental», concluye.