No hay nada más conservador que negarse a revisar las propias ideas. Por eso no me sorprende que no tenga la más mínima posibilidad de salir adelante la iniciativa del padre de Mari Luz, la niña asesinada en Huelva que cayó en manos de un maldito pederasta. Juan José Cortés e Irene Suárez, los padres de Mari Luz, han recogido más de medio millón de firmas para solicitar al Congreso que debata la conveniencia de que los pederastas cumplan cadena perpetua revisable. Pero alguien debería haberles dicho que tanto esfuerzo es inútil puesto que la Constitución deja bien claro que la iniciativa popular nunca puede ser para modificar leyes orgánicas.

De manera que estos padres, desgarrados por el dolor y que han dado muestras de un enorme valor y dignidad, que creen en la justicia y por ello piden justicia y no venganza, han hecho un recorrido cuasi inútil por varias capitales de provincias recogiendo unas firmas que nadie tendrá en cuenta. Ésta es la realidad, la dura realidad, aunque nadie se lo diga. Eso sí, el presidente de Gobierno les ha recibido y anunciado que va a modificar el Código Penal para que se revisen las penas de los pederastas, y que con la nueva ley cuando un pederasta cumpla su pena y salga a la calle se procurará su alejamiento de colegios y centros de menores. Claro que yo me pregunto qué pasará con los menores que puedan vivir en el mismo bloque o escalera del pederasta, o los que jueguen tranquilamente en un parque, o jueguen en la calle con sus amigos.

Evitar que un pederasta se acerque a un niño es casi imposible salvo que esté encerrado, ésa es la realidad que muchos no quieren verbalizar por temor a ser políticamente incorrectos. Los expertos aseguran que los pederastas no se curan nunca, que por más que entren y salgan de la cárcel al final terminan buscando una nueva víctima, y ésa es la cuestión que hay que analizar, que hay que valorar sin prejuicios y, sobre todo, sin miedo a no ser políticamente correcto. Pero ahí entra ese sentido conservador que padece la izquierda tanto como la derecha. Y si se ha dicho que nadie puede cumplir para siempre pena de prisión, cambiar de opinión es un sacrilegio. Yo no sé cuál es la mejor fórmula para lograr que los niños estén a salvo de los pederastas, pero sí sé que, al menos, el esfuerzo de los padres de Mari Luz debería servir para que en el Parlamento se constituyera una comisión por la que pasaran médicos, sicólogos, siquiatras, jueces, trabajadores sociales e incluso víctimas, y que sus señorías les escucharan, y después debatieran qué hacer. Lo que no parece de recibo es cerrar los ojos a la realidad, y la realidad no es otra que a los pederastas y a los pedófilos les sale casi gratis su maldad.

Es hora de dejar de ser conservador y abordar la realidad. Se trata de que ningún niño vuelva a estar en situación de peligro como Mari Luz, simplemente porque el sistema no funciona y los resortes de la sociedad no sirven para impedir que éstos desalmados que son los pederastas continúen machacando inocentes. En cuanto a lo que permite o no la Constitución, está claro que si no se reforma en algunos aspectos es porque no se quiere, porque para otros casos ni siquiera se reforma, simplemente se retuerce.