La actualidad ferrocarrilera nos apremia con dos noticias. Renfe ha logrado ganar unos quince minutos en el viaje de los trenes Alvia a Madrid, pero sigue desoyendo la petición del Principado de un tren que salga de Gijón muy temprano, a las seis, pongamos, y alcance la capital del reino a las once. Esos trenes tan tempraneros le suelen salir mal a la ferroviaria, que no obstante sabe que lo llenaría en León, Palencia o Valladolid, estaciones por las que pasaría a horas más humanas.

Pero como Renfe es un ente soberano y sin competencia alguna hace lo que le sale de su santa planificación. Amparados en el caso británico, siempre hemos tenido aquí prevención hacia las ferroviarias privadas, pero si algún día llegan a operar en la relación Asturias-Gijón igual nos ponen un expreso -hoy los llaman tren hotel- más aprovechable que el que suprimió Renfe, o convoyes en horas que compitan con la ferroviaria estatal. Mientras exista monopolio trenero, como ha sucedido también por vía aérea, hay que tragarse el orgullo y trabajar contra la idea de que vivamos en un país atrasado.

La otra novedad ferroviaria consiste en que el ministro Blanco no quiere que los cántabros viajen a Madrid en AVE por Palencia, sino por Bilbao, Vitoria y Burgos. Es decir, les construye su parte del AVE del Cantábrico, para enlazar con la «Y» vasca, pero les quita la línea recta hacia el centro. Eso es lo que significa la frase dicha por el gallego: «No vamos a gastar 2.000 millones para ganar 15 minutos». Lo que pasa es que yendo por Bilbao no hay 15 minutos de diferencia hasta Santander, sino bastante más. Que se despida Zapatero de las anchoítas de Revilla. La citada frase también tiene aplicación en Asturias: de Pola de Lena a Gijón podría quedar todo como está. Total, 15 minutos... ¿Hemos de resignarnos? Habrá que meditar sobre ello, pero lo cierto es que el AVE español ha entrado en una agonía que será larga. Lo que pasa es que a nosotros nos pilla el trance con las cosas a medio hacer a causa de la molicie política.