Probablemente este término, «indignados», que califica al movimiento surgido en España conocido como Democracia Real, Ya, y 15-M, se inspira en un libro titulado precisamente «Indignaos», del que es autor S. Hessel y que ha aparecido en España prologado por J. L. Sampedro. El panfleto de Hessel es de ideología socialista asociado con el inmanentismo y el materialismo actual. Se opone al mundo financiero, a la economía empresarial y reclama más intervencionismo. También muestra su comprensión por acciones terroristas como en el caso del grupo Hamas en Palestina.

Sin duda habrá personas bien intencionadas que, como dicen, desean un mundo mejor. El problema son los análisis y las alternativas, que parecen responder más al sectarismo ideológico y el sentimentalismo que a compartir experiencias y establecer una conversación cívica racional sobre los problemas.

Ante el problema grave del desempleo surge un primer e importante interrogante. ¿Consideran estos grupos que la libertad económica, la competencia, la acción empresarial son los factores que contribuyen a crear empleo? ¿Saben, además, que el progreso exige virtudes derivadas del cristianismo como son la templanza, la caridad, la esperanza y la misericordia y que sin sólidos principios morales no existen la honradez, la confianza y la responsabilidad en que se debe asentar la ética política y de los negocios?

Al parecer, esto no está claro. El otro día en Oviedo el señor Punset dijo que hay que alumbrar una nueva civilización. ¿Significa que esta nueva civilización va a destruir el legado clásico de Grecia y Roma, la Biblia, la escolástica, la moral cristiana e instituciones clave como la familia...? ¿Esa nueva civilización enlaza con utopías como las revoluciones francesa, nazi y las comunistas que asolaron a la humanidad con toda clase de crímenes y opresión? Ojo con estos fatales arrogantes de la técnica. La ciencia sirve para ciertas cosas, pero no vale para responder a las grandes preguntas y dar sentido a la vida.

La democracia está al servicio de las libertades. No es sólo cuestión de modelo de representación, sino de limitación y equilibrio de poderes. De acuerdo en que el sistema electoral es mejorable y que se debe reformar el funcionamiento y organización de los partidos. Pero, con ser esto importante, no es lo prioritario para la regeneración de España y la democracia. Posiblemente muchos jóvenes universitarios que protestan han sido educados en el socialismo. Conocen a Marx, Lenin y Gramsci, pero nunca oyeron hablar de Adams, Tocqueville o Negro Pavón, que advierten del peligro de un inmenso poder tutelar y manipulador de los gobiernos ilimitados. ¿Al respecto son partidarios estos «indignados» del principio de subsidiariedad que consiste en que lo que pueda hacer la sociedad no lo hagan los políticos?

Aquí hay que elegir entre dos posiciones: la de la tradición liberal-conservadora clásica de fundamento cristiano, para la cual el poder sin freno es algo sumamente peligroso, porque significa la libertad completa del poderoso para someter a los ciudadanos a la servidumbre. De otro, la posición socialista, donde hombres generosos -con la bondad natural rousseauniana- y «sin interés personal alguno» se ocuparán de hacernos felices e incluso de matarnos (eutanasia y aborto) desde el Gobierno. Ellos tomarán las decisiones por nosotros, que seremos unos infantes inmaduros, expropiados, dependientes y sumisos desde la cuna a la sepultura.

No se sabe bien qué quieren hacer con el sector financiero, ya de por sí bastante intervenido y socavado por los bancos centrales y los gobiernos. ¿Acaso quieren nacionalizar la banca? ¿Consideran o no imprescindible la actividad de los grandes bancos para la creación de empresas competitivas? ¿Cuál es la ética que debe presidir la actividad financiera? Al reclamar elevados impuestos, ¿se dan cuenta de que están contribuyendo al aumento del desempleo?

¿Piensan estos jóvenes defender la institución familiar que los sostiene? ¿Apoyan posiciones que respetan la vida y se oponen al aborto y a la eutanasia?

¿Valoran el esfuerzo en el aprendizaje, el respeto a quien educa, la disciplina severa en las aulas y el estudio, la libertad de enseñanza? O, por el contrario, sostienen el actual modelo escolar estatista ineficiente en la gestión y la docencia?

¿Tienen algún sentido patriótico, de defensa de la nación española y la solidaridad histórica entre sus pueblos derivada de una herencia común?

¿Son partidarios de liberalizar la gestión de los servicios públicos o preconizan seguir con el actual despilfarro de recursos por la mala gestión?

¿Reclaman más puestos de trabajo funcionariales y más cargos políticos remunerados? ¿Qué piensan del sistema de pensiones de reparto ya agotado y qué alternativas proponen si es que rechazan el modelo de pensiones por capitalización? ¿Rechazan el ahorro y optan por que el Estado les quite sus ingresos para transferirlos a privilegiados de la casta sindical, cantantes, cine basura, asociaciones del aborto, etcétera? Y sobre las televisiones de partidos en el poder autonómico, local y central, sumidero de fondos públicos y promotoras de la memez, la propaganda y el mal gusto, ¿qué dicen?

¿Han expresado los indignados su solidaridad con las víctimas de ETA, el 11-M, y mostrado su indignación ante el hecho de que ETA esté representada en ayuntamientos y diputaciones para España y el bien común?

Nada me agradaría más que se debatiera, en ámbitos de encuentro respetuosos con las personas, los interrogantes que acabo de plantear para sacar propuestas reformadoras asentadas en nuestro legado moral cultural de raíz cristiana. Si logramos armonizar lo permanente con el cambio, frenaremos la decadencia económica y moral que está destruyendo España y Occidente.