Es curioso el mundo de los neutrinos, esas partículas infinitesimales que a millones por segundo atraviesan toda la materia del Universo, humanos incluidos. Además, el físico Pauli conjeturó en 1930 su existencia como consecuencia de una investigación sobre robos. Pauli observó que cuando se desintegraban los neutrones algún sospechoso se llevaba parte de la energía de dicha reacción. Años después, Fermi los bautizó en italiano como "neutrini" (pequeños neutrones). En asturiano sería "neutrín", para entendernos, ya que viene del neutrón, del mismo modo que Pinín ye el sobrín de Pinón.
Lo del "neutrín" en asturiano no debería parecer una tontería, ya que a los neutrinos se les da caza en el interior de la tierra, en antiguas y profundas minas. Es decir, no nos explicamos cómo Asturias -uno de los lugares del planeta con mayor densidad de perforaciones mineras- no ha podido contar ni con un miserable físico que persiguiera neutrinos y aspirase a los laureles de la ciencia.
Mismamente, a los físicos Kajita y McDonald les acaban de dar el Premio Nobel por sus investigaciones sobre los neutrinos. El primero opera en la mina de Mozumi (Japón), y el segundo, en la de Sudbury, Ontario.
Por lo demás, el neutrino es la partícula de nuestro tiempo: un truhán que se lleva cosas ajenas y todo lo penetra, como la corrupción. A Aznar, por ejemplo, le llamaban el presidente impenetrable, pero estaba siendo atravesado por millones de neutrinos y, de hecho, casi todos sus ministros han tenido asuntos espinosos con la Justicia.
Viniendo a lo cercano, si en las últimas décadas en las minas asturianas se hubiera efectuado la caza del "neutrín" hubiera caído a tiempo Fernández Villa, contra el que su sindicato, SOMA-FITAG-UGT, acaba de querellarse por todo lo alto y por 360.000 euros distraídos tras años de constante penetración en la minería del carbón.
