Los ingenieros de TSK parecen los "cascos azules": agentes de la internacionalización, están desplegados por tres cuartas partes del planeta con el cumplimiento de su cometido profesional por bandera. No hay zona de negocio, sea en América Latina, África, Oriente Medio o Asia, donde no dé guerra un técnico cualificado de esta ingeniería gijonesa, que cumple tres décadas y que prevé cerrar el ejercicio de su 30.º cumpleaños con unas ventas que se aproximan a los mil millones de euros. Mil millones con mil empleados es el milagro de los panes y los peces en versión de Sabino García Vallina, presidente de TSK, alma y corazón del grupo.
De ese millar, la mitad son ingenieros, como el padre de la criatura, nativo de Celles, en Siero, que ha sabido alcanzar a pasitos cortos pero contundentes lo global desde lo local, dar el salto de Asturias al mundo sin perder el empeño de las raíces. De ahí que Sabino sea hombre discreto de gustos frugales, sereno de ánimo, poco amigo de los homenajes y los aspavientos, celoso de que se conozcan sus buenas acciones, que son generosas y variadas, pero sobre todo discretas. Hablamos del hombre que lidera una empresa de Asturias entre las más destacadas del mundo en energía termosolar, capaz de construir, llave en mano, una central de energía solar en Kuwait, una refinería de azúcar en Arabia Saudí o una planta de ciclo combinado en Jamaica. Pero también patrocinador de los jóvenes futbolistas del Roces, mecenas de la Universidad, del Grupo Covadonga y de la Fundación Princesa de Asturias. Y amigo, además, de sus amigos.
