El nuevo año comienza con una triste y dolorosa noticia para la comunidad educativa asturiana y para muchos ovetenses que recibieron su magisterio: el fallecimiento de don Tomás Recio García. Don Tomás, como le conocíamos todos, alumnos y profesores -con el Don con mayúscula, que era la expresión de respeto y dignidad reconocidos por todos- ejerció su magisterio en Oviedo desde los años cincuenta, como catedrático de Latín y director, primero, en el antiguo Instituto Femenino de Oviedo, y posteriormente en el originario Instituto Provincial, con más de un siglo y medio de existencia, rebautizado tras la guerra como Instituto Alfonso II, donde se jubiló.

Don Tomás fue un digno miembro de aquel prestigioso Cuerpo de Catedráticos de Instituto formado antes de la Guerra Civil y que tantos y brillantes profesores y científicos aportó a la educación y a la cultura españolas. Como tal, Don Tomás cumplió admirablemente, durante su amplio periplo profesional, las dos tareas que cumplían aquellos profesores: proporcionar una sólida instrucción en el aspecto instrumental y científico a unos alumnos destinados a terminar en las aulas universitarias; pero también proporcionarles una profunda educación fundamentada en valores humanísticos. Lo que exigía de aquel profesorado una elevada preparación científica en sus materias y una esmerada formación humanística. Ambos aspectos los cumplía Don Tomás con creces. Fue un excelente latinista, de prestigio reconocido a nivel nacional, y un gran especialista en la didáctica de la lengua latina, en cuyos textos estudiaron muchas generaciones, no sólo de alumnos ovetenses y asturianos, sino también de toda España. Y un intelectual con una profunda formación humanística de orientación cristiana, dotado de gran sensibilidad y preocupación por la formación integral de sus alumnos.

Dadas su cualidades y preocupaciones didácticas, Don Tomás fue también durante muchos años miembro directivo del Instituto de Ciencias de la Educación (ICE) de la Universidad de Oviedo, donde realizó una excelente labor en la preparación inicial de los futuros docentes de Enseñanza Media, a la par que promovió la investigación didáctica con la creación y dirección de la revista del ICE, «Aula Abierta», cuyas páginas acogieron las experiencias y proyectos didácticos que los profesores asturianos de enseñanza media tratábamos de poner en práctica en nuestras aulas.

Como director del Instituto Alfonso II, una prueba significativa de sus preocupaciones educativas y amor por la enseñanza, fue recogiendo una vieja tradición de los institutos de Enseñanza Media: la publicación de las memorias anuales del centro, en las que, a la vez que se recopilaba toda la actividad educativa realizada por el centro durante el curso, se incluían trabajos y experiencias de los alumnos y profesores, entre ellos algunos dedicados a la recuperación de la historia educativa del instituto. Aspecto que tuvo su culminación con la publicación, con motivo de la conmemoración del 150.º aniversario de su creación, de una historia del instituto con el título de «Instituto Alfonso II: siglo y medio de historia».

Pero, además de ese rico bagaje profesional, Don Tomas fue, sobre todo, un hombre bueno, además de persona flexible y dialogante con profesores, alumnos y padres, del que siempre, y más hoy -con el recuerdo vivo de tantas experiencias profesionales pasadas juntos-, uno se siente orgulloso de haber gozado de su amistad y trato, y haberlo tenido como compañero de claustro. Como orgullosos deben estar de él sus hijos en estos momentos de despedida y dolor. A todos ellos, con mención particular, como compañero y amigo, a su hijo Santiago, también catedrático de Latín en el Alfonso II y digno discípulo de su padre, les envío mi sentido pesar por la pérdida de Don Tomás y la expresión de mi deseo de que descanse en paz.