Javier NEIRA

Un título estimado, una pareja protagonista de buenos cantantes, un director de orquesta de primera y una escena que al menos no estorbaba se saldó con una fría respuesta del público que sólo aplaudió una romanza y sin un solo bravo. La LXV Temporada de Ópera del Campoamor, que este año irá por lo trillado, arrancó ayer con un «Werther» de Massenet bajo cero. Asistió a la representación Ana González, consejera de Cultura.

Con un exagerado achique de espacios -¿para qué tanto escenario si se deja en blanco?- el coro de niños abrió el drama con un villancico que anunciaba desde el principio el tobogán de emociones y por si había dudas José Bros, como Werther, cantó «Todo cuanto me rodea parece un paraíso» y ya dirigiéndose a Charlotte -la mezzo Nancy Fabiola Herrera- remató «¡Qué sueño poder pasar una existencia entera calmado por sus miradas y arrullado por su voz!». Mundo de dulzuras con una OSPA excelente.

La llegada de Albert -el barítono Marc Barrad- rompió la calma. Bros cerró el primer acto cantando con calidad y abiertamente trágico aludiendo a una muerte que no dejaría de flotar hasta el final. El público, gélido, siguió esperando que se desatase el conflicto. Los enamorados, con calidad en la larga escena de la despedida, prometen reencuentros dejando en alto, como espadas, un mundo de pasiones.

Tras el descanso, un preludio brahmsiano -Abel y la OSPA, otra vez de primera- y ya en Navidad, Nancy Herrera cantó «Deja que corran mis lágrimas» y Bros-Werther, atacó la romanza tan esperada «¿Por qué me despiertas?» -o «¿Pourquoi me réveiller?» como siempre se cita- subrayada con aplausos sin calor. Charlotte suplica «Señor, protégeme de mí misma» y Werther, cual Fausto, replica «El amor es la palabra divina». En el último acto, conmovedor, Bros compuso un creíble Werther agonizante, y Nancy Herrera, desesperada, completó la escena con su voz poderosa mientras el coro de niños recordaba la Navidad, cerrando el ciclo temporal de amor, muerte, redención y mucho frío en las butacas del teatro.