J. N.

El barítono David Menéndez demostró ayer en la Sociedad Filarmónica de Oviedo lo que, por otro lado, bien se sabía: es un excelente cantante. El programa era muy difícil, con canciones de Gounod, como «los viajes» de Schubert, pero aún más románticas, y otras de Guastavino, con mil nostalgias porteñas. Muchos paisanos acompañaron al barítono castrillonense en el teatro Filarmónica, como el catedrático de Fisiología Vegetal Roberto Rodríguez o el promotor Juan Moro.

David Menéndez, siempre muy bien seguido por el pianista Rubén Fernández-Aguirre, señaló, antes de empezar, que orientaban el recital como homenaje al pianista Félix Lavilla, fallecido el pasado lunes, a los 84 años, en Madrid. Lavilla acompañó a muchos cantantes importantes a lo largo de su exitosa carrera.

La velada se abrió con un ciclo de doce canciones de Gounod conocido como «Blondina» y arregladas para el barítono asturiano, ya que se escribieron para tenor. Entre bastidores, como voz en off, el tenor avilesino Jorge Rodríguez Norton -que estos días ensaya la ópera «Don Carlo» para la temporada del Campoamor- leyó textos de las canciones antes de cada interpretación.

David Menéndez arrancó sobre una letra que decía «Tiene su morada una rubia sin pretendiente y huérfana» con dulzura y después en «Te vestiría de blanco» mostró su poderosísima voz. «Parecía venir del paraíso» le permitió mostrarse como un cantante apasionado y en «Una sonrisa que habría fascinado al mismo sol», con gran expresividad, subrayó su carácter temperamental.

El ciclo se cerró con unos campases a modo de marcha fúnebre, lamento y queja en la última canción que no estuvo precedida de ningún texto.

Después del descanso, los sentimientos abrasadores tomaron el giro de la melancolía con seis canciones de Guastavino, bajo el epígrafe «De flores argentinas». Rubén Fernández-Aguirre se soltó más al piano y David Menéndez también dejó correr la voz con decidida expresividad y se mostró aún más a gusto en el escenario. Como remate, dos romanzas de zarzuela. «En una dehesa», de «Luisa Fernanda», de Moreno Torroba, permitió a Menéndez cantar a pleno pulmón y de forma paralela a una melodía muy hermosa. El recital, que había transcurrido por terrenos apenas conocidos por el público, desembocó en un final tan de casa como bonito. Y es que después cantó la «Canción del gitano», de Alonso. Como propina, «Lejos de ti la vida es un martirio», de Ponce, y por dos veces y tras quitarse la chaqueta, «Echa sidra en esti vasu». Gran ovación.