Como si todo formara parte de un guión, la estadística arroja un dato que añade tintes épicos a la final que afronta el Oviedo en Córdoba el domingo (20.30 horas). Los andaluces llevan siete partidos sin perder como local, los mismos curiosamente que acumula el Oviedo sin ganar fuera de casa. Hace casi cuatro meses, el doce de febrero (jornada 25), el Córdoba perdió en casa 0-2 contra el Huesca y el Oviedo ganó en Miranda por idéntico resultado. Era otro mes, era incluso otra estación. Eran, futbolísticamente hablando, otros tiempos.

Las apuestas, que se fían de la trayectoria y hasta cierto punto de la lógica, dirán, por tanto, con esos números en la mano, que el Córdoba, más o menos convincente últimamente en El Arcángel, tiene bastantes más posibilidades de no perder el domingo de las que tiene Oviedo, cómodo visitante -como así lo definen los medios cordobeses- de ganar.

Pero si algo tiene el Oviedo, si algo tiene el oviedismo, es una capacidad innata de romper pronósticos y sobreponerse a las situaciones adversas. En El Requexón están convencidos de que el equipo ganará en Córdoba, dará un puñetazo encima de la mesa y tomará el impulso definitivo hacia el play-off. Están convencidos de que un triunfo cambiará la dinámica y el equipo, en una montaña rusa constante este curso, volverá a ir hacia arriba.

Los futbolistas azules son conscientes de que la crisis de resultados en la que están sumergidos desde hace seis semanas (tres puntos de 18) se acabará en El Arcángel y, para justificarlo, se encomiendan al último partido frente al Zaragoza en el Tartiere. Esa versión, la de un equipo sin miedo, intenso y agresivo, que vaya a por la victoria sin temor, es a la que se agarra el vestuario para presentar una hoja de ruta que pasa, inevitablemente, por ganar los tres partidos que restan. Un pleno que no es nuevo este año para el Oviedo: precisamente en febrero, los azules encadenaron tres triunfos consecutivos ante Mallorca, Mirandés y Getafe.

Del vestuario azul sólo salen mensajes de fe e ilusión. El Zaragoza es el camino (Hierro medita apostar por un once similar) y Córdoba es el destino. El tren pasa y el Oviedo se agarra a él. Saben que es la última oportunidad.