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Presidente de honor del Círculo Aeronáutico de La Felguera

Los secretos del éxito de un Festival Aéreo

A propósito de las claves de una gran cita que acaba de cumplir su duodécima edición

Ya se ha celebrado la XII Edición del Festival Aéreo de Gijón, y la ciudad y muchos otros aficionados asturianos (los atascos para entrar en la villa lo denunciaron) disfrutaron una vez más con las magníficas demostraciones de vuelo que máquinas tan pesadas llevan a cabo, compitiendo en evoluciones con las gaviotas que pululan por nuestra playa. Me bastó para comprobarlo ir escuchando una conversación en un autobús municipal, el lunes, entre un chico de doce o trece años y su abuelo, hablando de las figuras y movimientos de las patrulla suiza y de las de la Águila y del Superpuma suizo y las de los F-18. Fue como ver repetida 24 horas después la "gran fiesta de la aviación". Por lo demás, entre los visitantes que acudieron a Gijón había muchos aficionados y aviadores de aeroclubes de otras regiones españolas, así como periodistas especializados, nacionales y extranjeros; porque hoy por hoy el de Gijón es el Festival Aéreo de referencia en España.

Salvo las grandes demostraciones que, de tarde en tarde, por motivos conmemorativos organiza en Ejército del Aire, y al que acuden numerosas representaciones militares extranjeras, ningún otro festival ha ido creciendo como el de Gijón. Es más, varios han desaparecido, incapaces de adecuarse a la austeridad económica, cosa que sí ha sabido gestionar el de la Villa de Jovellanos.

El de Gijón nació en 2006 como un evento conmemorativo y sin vocación previa de continuidad, solamente como "Memorial Jesús Fernández Duro". Con él se pretendía conmemorar el centenario de la muerte de aquél aeronauta asturiano de La Felguera; primero en volar (22; 24 y 27 de julio de 1905) sobre Gijón, creador de la aeronáutica civil española; primer hombre en cruzar los Pirineos por el aire; quien desnudo de condecoraciones españolas se fue de este mundo como caballero de la Legión de Honor francesa; medalla del Automòbile Club de France; medalla del Aeroclub de Berlín, medalla del Aero Club de París... Eso sí, en Barcelona se le daría nombre a una calle, que aún hoy se conserva, por haber iniciado su travesía del Mediterráneo desde la ciudad Condal en octubre de 1905.

Decíamos que el Festival Aéreo de Gijón nació sin previa vocación de continuidad, pero el éxito de aquella primera demostración creó la necesidad de repetirlo. Y gracias al Ejército del Aire; Cajastur y el Ayuntamiento de Gijón, durante los tres años siguientes se afianzó, y ha ido creciendo en edad y prestigio hasta hoy.

Titulábamos esta columna como "Los Secretos de sus éxitos", y es que quienes hemos estado desde el principio y lo hemos visto crecer y observado de cerca, estamos en condiciones de afirmar los puntos positivos que lo hacen ser referentes de los festivales aéreos de España.

Desde la primera vez (2006) ya en los magazines especializados se concedió al espacio sobre la bahía-playa de San Lorenzo el título de "el marco ideal y más hermoso para desarrollar un espectáculo de este tipo". La forma semielíptica de la bahía hace que pueda disfrutarse desde todos los lugares peatonales del entorno y teniendo un gran desahogo y acomodo en el propio arenal de la bahía la muchedumbre que cada año acude a verlo. En segundo lugar, ponemos la incondicional colaboración del Ejército del Aire. Sea quien fuera su máxima jerarquía, siempre se han volcado en enviarnos generosas y destacadas participaciones.

Pero para que un Festival Aéreo resulte un éxito, ha de contar con dos aportaciones personales imprescindibles y de gran nivel. Y Gijón ha tenido la suerte de tener esas personas y la autoridad en la materia -el Ayuntamiento- ha sabido encontrarlas y captarlas. Es imprescindible para un buen Festival, contar con un buen programador y un buen director técnico. Un programador que conozca y vaya creando agenda de todos los aviones que puedan ser números de novedad en la parrilla; que además esos aviones dispongan de pilotos de gran experiencia y demostrada habilidad para dar espectáculo (hay aviones que pasan inadvertidos o "sosos" en sus actuaciones, por el bajo nivel de quien los pilota); que los aviones sean de variada tipología y de diferentes épocas. Con motores de diferentes sonoridades, coloridos atrayentes y? asequibles al presupuesto.

Y además de un programador de la parrilla, el Festival ha de contar con un Director Técnico que sepa combinar la parrilla programada, secuenciando sus actuaciones para no perder la atención del público, crear una tensión "in crescendo" y darle un número final que invite al público a no perdérselo, a quedarse hasta el final. Y, además, a que las entradas y salidas de los números sean rápidos y a ser posibles sorpresivos para los espectadores? que esperan verlos entrar por donde el anterior se fue y le aparezcan por un horizonte no esperado, o entren con furia de susto a la caja de actuación.

Pues bien, Gijón tiene dos personas, gijonesas, que reúnen estos exigentes perfiles y que en los últimos años vienen ejerciendo estas aficiones -sus contribuciones al Festival no son profesionales- con verdadero éxito. Ambos son unos auténticos aero-transtornados, el Director técnico ya veterano en el mundo aeronáutico, piloto con avión propio, un planeador, y que controla el espacio aéreo donde le destinen. El otro, joven enamorado de la aviación, que de tan enamorado de ella está, que últimamente se ha sacado la licencia de piloto.

Sé que no a todos les gusta la aviación, o presumen de que no les gusta, cosa que a mí me parece imposible, e incluso hay quienes desean eliminar el festival de los festejos gijoneses. A algunos no les gusta que participen aviones militares. La diferencia puede estar en el cristal de los ojos que la miran. Cuando los aficionados miramos al cielo lo que vemos es un aparato, sin que nos importe si es civil o militar, ni en lo que haya tenido que ser usado en el pasado o en lo que pueda tener que ser utilizado en el futuro.

Un aparato, una máquina, que por su propio peso no debería volar, pero que la aerodinámica y tecnología aplicadas se lo permiten, siempre que a los mandos haya una persona capacitada para aprovecharlo con belleza de trazadas. Vemos un avión pero también vemos, o imaginamos, al piloto haciendo grandes esfuerzos, que parecen fáciles virguerías; a veces nos lo imaginamos tirando o moviendo a un lado y a otro de la palanca, metiendo gases a fondo o dejándole caer por su propio peso hasta que sea el momento de conjurar el peligro. Nos imaginamos en algunos momentos y por el movimiento que haga el avión, que el mantener o moverlo a determinadas posiciones hace que sobre ellos, los pilotos, se produzcan unas cargas o presiones de 6, 9 o incluso 12 veces su propio peso.

Creemos que son un error esos prejuicios sobre si son galgos o podencos, si son civiles o militares, como no podemos pensar en la capacidad de hacer el mal de un camión, como el de Niza, o un tren como los que llevaban los judíos a los campos de exterminio.

¿Apartamos a los niños de ver trenes o camiones por aquello en que puedan ser utilizados? ¡Haya paz! Que nos permitan seguir viendo el Festival Aéreo, y siga éste de Gijón contando con un estupendo programador de parrilla como Luis Rojo Medina y un espléndido y veterano director técnico como Carlos Manso y Díaz-Laviada.

Nos dio alegría ver entre los visitantes, ya jubilados del Ejército del Aire, al ex Jefe de Estado Mayor del Aire, Francisco José García de la Vega, quien en homenaje a Fernández Duro, a petición del también asturiano de Laviana general de división Bayardo José Abos Coto, concedieron al Circulo Aeronáutico de La Felguera la organización de un Festival Aéreo que finalmente, por carecer en Langreo de lugar adecuado para llevarlo a efecto, la asociación felguerina encontró en Gijón la acogida de aquella primera edición.

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