Patricia y los viajeros saudíes que vienen a probar qué cosa será el orbayu

"La lluvia no es mal tiempo para los turistas que vienen de sufrir 40 grados"

ASTURIANOS EN BELMONTE DE MIRANDA: Patricia Suárez

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Patricia Suárez Llano, empresaria de agroturismo. Su madre, Margarita Llano, fue una de las pioneras del agroturismo en Asturias cuando abrió La Casona, en Oviñana (Belmonte). Había sido expropiada. Se había quedado sin la casa y las fincas que tenía en El Valle de Begega cuando allí se abrió la mina de oro y tuvo que empezar de nuevo. Ahora, su hija Patricia Suárez se ha hecho cargo del negocio. Reivindica la esencia del turismo rural como inmersión en una cultura y una forma de vida campesina.

–No tengo mucho recuerdo de aquel momento en que nos expropiaron en El Valle para hacer la mina. Era muy joven, tenía como 18 años. Lo pienso más ahora, de mayor, y sí que me siento un poco apátrida. Como que no soy de ninguna parte. De hecho, cuando volvimos a Asturias fui a enseñarle a mi hija dónde había nacido yo, y ella me decía: ‘Pero si ahí no hay nada, mamá’. Pues ahí nací yo. En ese agujero. Porque ahora El Valle es un agujero, una de las balsas de la mina. Mi hija me decía: ‘No naciste en ninguna parte porque ahí no hay nada’. No sé, es como que te falta un origen.

Patricia Suárez Llano, de 47 años, nació en El Valle, una de las aldeas que se comió la mina de oro, la única de este tipo que hay en España, y que hoy explota la empresa Orovalle. En 1996, la familia de Patricia tuvo que volver a empezar. Con el dinero de la expropiación de la casa y las fincas que tenían en El Valle, sus padres compraron una casona para rehabilitar en la parte baja del concejo, en Oviñana. Su madre, Margarita Llano, abrió un alojamiento de turismo rural cuyas riendas lleva hoy Patricia. En La Casona, así se llama este negocio de agroturismo, conviven cuatro generaciones: Patricia, su hija Miranda, su madre y su abuela, Isabel Felicidad Rey Romero, de 96 años, a quien todos conocen por Tita, hija de emigrantes nacida en Cuba y emigrante ella misma después a Alemania. En esa familia saben bien lo que es tener que volver a empezar otra vez en la vida. Así lo cuenta Patricia:

"Yo fui la última mujer nacida en El Valle antes de que desapareciera. Y mi sobrino fue el último hombre. La mina nos pilló de lleno. Nos lo llevó todo. Allí teníamos una casa grande, muchas fincas, teníamos vacas de carne, mi madre era ganadera. Mi padre trabajaba en la térmica de La Barca. Nosotros vivimos allí durante todo el tiempo que estuvieron las investigaciones de la mina. Hasta que ya nos expropiaron y nos mudamos. No cambiamos de municipio, seguimos en Belmonte. Mis padres compraron esta casa en Oviñana. Y empezaron de nuevo".

"Cuando acabas el instituto pues ya tienes que marcharte de Belmonte. Toda mi formación tiene que ver con el turismo. Estudiaba y trabajaba a la vez. Empecé a trabajar en Gijón. Pero cuando vino la crisis, a mediados de los 2000, la empresa en la que yo trabajaba cerró. Era una empresa de alquiler de coches bastante conocida. Estaba en el centro de Gijón, donde la estación de tren, que también desapareció. O sea, por donde voy pasando va desapareciendo todo" (risas).

"Entonces me apareció trabajo en Mallorca y decidí irme a probar. Entré en una empresa que, por entonces, era la número uno de turismo en España, Globalia. A Mallorca me fui en 2005, yo tenía 29 años, cumplí allí los 30. Mi hija nació en Mallorca en 2015 y volvimos en 2018. La situación apuntaba ya a volver. Acabé de estudiar turismo en la UNED y enfoqué el trabajo de fin de carrera en un plan de calidad para La Casona. A mi hija le había puesto el nombre de Miranda. Ya que no nació en Asturias, por lo menos que lleve el nombre del municipio. Y, además, a mi madre le llegaba a la hora de jubilarse. Así que me parecía interesante seguir yo con el negocio. Trabajé en una compañía aérea y viajé bastante por el mundo y hay veces que tienes que estar lejos para valorar lo que tienes cerca. Para apreciar el potencial que tiene el turismo rural".

"Pero la esencia del turismo rural. No como ahora, que en muchos te dan una llave, entras, sales y no ves a nadie. Yo lo tengo más enfocado a las transmisión de cultura asturiana. Tenemos lagar, tenemos paneras… Tengo un tipo de clientela que se interesa mucho por la cultura del lugar. No vienen a dormir simplemente y se van. Quieren saber cómo son, como funcionan las cosas. Aquí tenemos animales, tenemos granja. Les enseñamos los animales, la huerta y los árboles cuando producen. Quieren empaparse de la cultura de la zona".

"Trato de mantener la idea original de turismo rural, que era transmitir la cultura rural y educar un poco también al turista. Porque muchas veces nos quejamos de que la gente viene de la ciudad al pueblo y que no sabe. Entonces también hay que explicarles un poco cuando vienen. Pues mira, hay que pasar por aquí, por aquí hay que ir despacio, por aquí no se puede aparcar porque es una entrada de la finca... La gente cuando viene de la ciudad se está acostumbrada a que todo esté señalizado, que le digan cómo lo hay que hacer y aquí necesitan un poco de más contacto con los que vivimos aquí para entender cómo funciona las cosas y que se vayan ellos también contentos".

"Lo primero que les digo es que el gallo suena por la mañana, y que incluso a veces canta a deshora. E incluso lo agradece. Incluso agradecen el clima que tenemos. En eso está cambiando el tipo de turista. Antes el turista, aunque yo prefiero llamarlos viajeros, iba buscando el sol y el calor. Ahora estamos dando la vuelta a tortilla. La gente viene aquí y ya no les molesta que llueva, al contrario. Dicen: qué bien que va a llover porque hace no sé cuanto que no vemos llover. De hecho, tengo huéspedes de Arabia Saudí, que ya han tenido más veces, y un día que estaba orbayando estaban en la terraza, mojándose. Yo les decía: ‘Pero es que se van a mojar’. Y me dicen: ‘No, no, esto para nosotros es una ocasión especial’. Claro, ellos vienen de un desierto. Está cambiando el concepto del mal tiempo y el buen tiempo. Ya no se sabe cuál es el mal tiempo de verdad. Si el sol o la lluvia".

"Esto empecé a notarlo estos últimos veranos. La gente que viene de Andalucía, de 40 grados, o de Madrid, que cada vez les importa menos que llueva. Al menos para el tipo de turista que tengo yo. No le espanta la lluvia"

"Yo gané en calidad de vida al volver a Asturias. Y para Miranda, mi hija, es genial. Va a la huerta con la abuela, conoce todas las plantas, le encanta la jardinería, las flores, tenemos perros, animales y siempre está pendiente del gato, del perro, de la oveja… Y, además, ella está muy orgullosa de tener bisabuela. Siempre lo dice. Se llevan muy bien. Juegan a las cartas, se hacen trampas la una a la otra. Se entienden perfectamente".