Serie "Asturianos": Cangas del Narcea

Xaime ve cambio de tendencia: un goteo lento de vuelta al pueblo

«Cangas es una auténtica reserva de la cultura asturiana»

ASTURIANOS EN CANGAS DEL NARCEA: Jaime Santos

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Xaime Santos, secretario gerente de la asociación de turismo rural «Fuentes del Narcea». Ovetense de nacimiento, de 1969, se trasladó hace once años de Gijón a Caldevilla de Rengos con su mujer, enfermera en el hospital cangués, y sus tres hijos. Además de su labor en la asociación turística «Fuentes del Narcea», Xaime Santos es autor de la serie documental «El Horru», que promovió un cambio en el enfoque popular de los asturianos hacia este patrimonio e impulsó su conservación.

–Hay expertos en patrimonio rural que dicen que su serie televisiva sobre los hórreos («El Horru», disponible en Filmin, la plataforma de vídeo en streaming de referencia del audiovisual español) hizo más por la conservación de ese patrimonio tan asturiano que ninguna otra campaña institucional de protección.

–La conclusión principal de eso es que el audiovisual, las series de las plataformas, son hoy en día como las novelas de caballerías de la época de Cervantes. Son el medio de comunicación más eficaz para divulgar algo. «El Horru» fue poner este patrimonio en un formato mainstream, con un estilo muy Rodríguez de la Fuente, un poco Richard Attemborough. Como él se acercaba a los osos hormigueros pues yo me acercaba a los hórreos. Yo creo que esa herramienta ayuda a consolidar la cultura asturiana, que, por otro lado, yo creo que es bastante madura ya.

«A pesar de todos nuestros complejos, que la cultura asturiana haya encumbrado hoy en día a artistas como Rodrigo Cuevas, o que la serie de ‘El Horru’ esté en Filmin con todas las estrellas, creo que significa que la cultura asturiana, a pesar de las reticencias, es una cultura ya madura, que está dentro del círculo cultural sin complejos».

«El horru siempre lo dieron por muerto, casi cada generación, y de hecho, en otras regiones desapareció. Pero creo que el horru asturiano no va a morir nunca. El gallego lo tiene más difícil. Pero creo que el asturiano, en el siglo XXI, va a escribir otro capítulo».

–Cómo acabó viviendo usted en Caldevilla de Rengos.

–Yo soy urbanita. Nací en Oviedo. Pero ser de Oviedo del año 1969 tampoco es que fuera una metropoli, era una ciudad donde estaba muy mezclado el pueblo con la ciudad. Además, mi padre trabajó mucho en la creación de Central Lechera Asturiana, fue uno de los primeros directivos, llegó a ser director financiero. Se llamaba Juventino Santos, ya falleció. Nos cogía los fines de semana a mis tres hermanas y a mí y nos íbamos con él por ahí a los pueblos a convencer ganaderos (de que se unieran a la cooperativa). Yo creo que ahí fue donde surgió mi afición por el pueblo, pero en nuestro caso familia no había caserío familiar al que volver».

«Hace once años mi mujer y yo nos vinimos aquí, a Caldevilla de Rengos, con tres niños. Mi mujer es enfermera en el hospital de Cangas y a mí me habían hecho algunos encargos del grupo de desarrollo rural Leader de aquí, así que dijimos: ya está, no hay que buscar más, tenemos trabajo, tenemos amigos en la zona, pues nos vamos».

«Para los que venimos de la ciudad, hay una curva de aprendizaje que tienes que recorrer para vivir en el pueblo. Es más lenta que al revés. Porque en la ciudad todo tiene instrucciones y está todo escrito. Aquí, en cambio, hay un montón de códigos que no están escritos y los tienes que aprender. Y eso es un proceso. Pero, bueno, no fue nada traumático. Y los niños se adaptaron a todo inmediatamente».

«Eso en cuanto a la parte social de vivir en un pueblo. La parte física es más difícil, porque sí que es verdad que en el pueblo se trabaja mucho para mantener una casa. Pero, bueno, también empiezas a tener una resistencia física, es un entrenamiento, como una la gimnasia».

«Y, la verdad, bien. Yo llevo aquí 11 años trabajando en comunicación, en audiovisual, además con archivos muy pesados, primero con ADSL muy rústico. Y funcionó, nunca dejé de entregar nada por tener mal internet. Ahora ya es mejor. Quizá el problema que tengamos son las opciones educativas para los jóvenes. Cuando los guajes terminan el bachiller, tienen muy pocas opciones para hacer aquí. No es que los eduquen para marchar, es que si quieren estudiar algo, aparte tres o cuatro opciones formativas, y ninguna vinculada con los recursos de la tierra, pues tienes que irte».

–¿A qué se dedica ahora?

–Trabajo como secretario-gerente de la asociación del turismo rural «Fuentes del Narcea», que son 60 socios agrupados: hay casas rurales, artesanos, productores de miel, de embutidos, restaurantes también de la zona rural...

«Yo pienso que toda esta zona de Cangas del Narcea es una auténtica reserva de la cultura asturiana, que está aquí como arrequexada. Por los motivos que sean, aquí se fueron conservando más las esencias y, además, en una comarca en la que se juntan Degaña, que tiene más la influencia leonesa, e Ibias, que es más gallega, hay un especie de trisquel, de remolino de cultura tradicional local del noroeste español. Cangas es una gran potencia, con el monasterio de Corias, con esa profusión de iglesias y ermitas, de arquitectura tradicional, de casonas, palacios.... O el patrimonio de Ibias, donde está el es el mejor catálogo de hórreos que hay en Asturias. Y yo creo que eso es un atractivo turístico impresionante. Hay mucha cultura tradicional para difundir, además de unos recursos naturales y gastronómicos espectaculares. Es un polo perfecto para un turismo sostenible, ese ideal de ecoturismo que había cuando se creó el turismo rural en Asturias: un turismo de grupos reducidos, evitando la masificación que ya hay en otros lugares de Asturias, un turismo de personas que se interesan por el lugar en el que están y que hacen un esfuerzo por disfrutar de su viaje y no van de cola en cola viendo lo que está de moda, haciendo fotos para Instagram».

«En el tono vital de la comarca, claro, hay una inercia larga desde los años 90 de pesimismo. Y no sucedió nada espectacular para cambiar esa tendencia del pesimismo que viene desde la reconversión. Pero, por otro lado, veo que hay gente que mantiene su arraigo aquí porque es consciente de que aquí hay una gran calidad de vida, una enorme calidad de vida. Te acostumbras rápidamente al agua, al aire, al verdor y a la estructura familiar, que aquí es muy sólida. No sé, por un lado veo el pesimismo, que es global, pero por otro lado veo un espíritu de supervivencia».

«Además, después de la pandemia, parece que hubo un repunte. Gente que se ha replegado al pueblo, gente que estaba fuera y que vuelve. Nosotros lo vemos en el colegio de aquí, que tiene más alumnos. O sea, estaban en caída libre y después de la pandemia empezó a repuntar el número de alumnos. Creo que hay un cambio de tendencia y no me parece que se vaya a diluir. Tampoco va a haber un gran retorno, lo mismo que el éxodo rural fue lento. Estamos hablando que ese éxodo fue un goteo lento, desde los años cincuenta del pasado siglo XX hasta hoy. Pues el regreso al pueblo seguramente será también un goteo lento. Pero reo que la tendencia es ésa por muchos motivos. Porque las ciudades se van a hacer ya difíciles para mucha gente. Sobre todo cuando tienes niños se van haciendo cada vez más complicadas».