A Rosi le da coraje lo duro que está producir leche

"Me hice ganadera por el arraigo, por pensar en el sacrificio que hicieron mis padres por seguir con esto"

La ganadera María Rosa López y su marido, Juan.

La ganadera María Rosa López y su marido, Juan. / Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

María Rosa López, ganadera productora de leche ecológica. Vive en Premió, donde nació y donde regenta una ganadería de leche de la que se han ocupado ya tres generaciones de la familia y que desde hace cinco años comenzó a producir en ecológico

"Yo nací en una casería bastante humilde, muy humilde. Llegó el momento de decidir, un poco por las circunstancias, y me quedé aquí con las vacas. Tengo 59 años. Mi abuelo ya tenía vacas, y luego mi padre, y yo seguí. Me casé y ampliamos un puquiñín para poder vivir, porque ya sabrás que con pocas no hay manera. Y hace cinco o seis años, después de mucho pensar y de mucho dar vueltas decidimos pasar a ecológico. Pastoreamos mucho, salen al prao prácticamente todos los días del año, salvo que esté muy mal tiempo. Nosotros ya prácticamente producíamos en ecológico. Abonos ya antes usábamos poco y ya salíamos con ellas. Más que nada, lo que me faltaba era la certificación. Después de un periodo de conversión de unos dieciocho meses nos certificaron como ecológico y aquí estamos, luchando en estos tiempos tan durinos que nos están tocando".

"Ahora nuestras vacas tienen mucha más vida porque al producir menos están muchos menos explotadas. Antes comían convencional, podían comer maíz ensilado, y las vacas producían más, pero estaban más explotadas y al final la vida era más corta. Ahora mismo debemos de tener sobre noventa vacas. Las tenemos en mucho monte comunal que hicimos pasto y también llevamos mucho alquilado. Salen de la nave directas a la sala de ordeño a las 7 de la mañana y luego, a las 10 o así, las llevamos al prao. Y están allí hasta la cinco de la tarde aproximadamente, cuando las recogemos y las ordeñamos. ¿Pero tú sabes lo que es eso todos los días, todos los días, todos los días? Todos los días a las 6:30 de la mañana".

–Pero esa cría en ecológico se notará en la leche.

–Dicen que sí. Pero es que a mí no me gusta la leche, la leche blanca no me gusta y a mi marido, Juan, tampoco. Yo, si eso, tomo un poco con el café. Nunca me gustó. Sin embargo, mi hermano coge un vaso de sidra de leche entero y hala.

"Ojalá que pasen los años y seamos capaces de aguantar a la jubilación porque aquí, no sé si por suerte o por desgracia, relevo creo que no lo vaya a haber. Solo tengo una hija y desde bien pequeña ya le conté que había que estudiar, que esto no le da. Y ahora que tiene 26 años dice que, bueno, que vacas pintas no, porque son muy esclavas, pero que a ella que no les disgustaría tener unas roxas. Ella hizo Minas y ahora empezó a trabajar. Pero incluso cuando estaba estudiando, estaba en casa y si hacía falta echar una mano, la echaba. No se nos caen los anillos a nadie. Tienes que saber de dónde comes".

"Esta situación que tenemos con la ganadería de leche me da muchísimo coraje cuando veo el precio que tiene en la tienda o en el súper, donde sea. Con ese margen que hay por el medio tendríamos para todos bien. Y no que se lo coman uno o dos, todo el bocado. No sé si me entiendes. Eso, repartido, era bien para todos".

"Yo me quedé en la ganadería por el arraigo, por pensar en todo el sacrificio que mis padres hicieron para seguir con ello. Por tradición. Porque me da muchísima pena pensar que algún día todo esto va a cerrar. Cada vez que vendemos una vaca me da muchísima pena. Porque yo soy muy muy muy de pueblo. Mi padre estuvo fuera trabajando, en Avilés, y estuve viviendo una temporada allí, pero donde yo estaba feliz era en Premió. Porque fue donde nací. Aquí soy la persona más feliz del mundo. No sé dónde terminaré o a lo que me tendré que enfrentar, pero yo soy feliz en el pueblo".

"La gente del pueblo siempre fuimos como de segunda, digamos. Ahora a quizás todavía estamos un poco marginados, pero se nos mira con mejores ojos, creo. Aunque también hay gente que viene al pueblo y que le molesta mucho que las vacas vayan por la caleya y que caguen. Y que pases con el coche y salpiquen y todas esas cosas. Pero yo pienso que las vacas estaban aquí ya antes de que ellos llegaran, no sé si me explico. Mucho vivir en el pueblo, pero luego… Un pueblo es un pueblo, tiene que haber los perros sueltos por ahí por los caminos, como estuvieron siempre. Las gallinas y los gallos, a su bola. Y las vacas y demás. Y si hay menudo, ovejas o cabras, todo lo que haya, tiene que estar por ahí. Es que es su lugar, ¿o no?"

"En algún momento de cabreo, cuando de las cosas no te van demasiado bien, pienso: qué bien estaba yo no sé dónde. Pero realmente estoy contenta de ser ganadera. Y muy orgullosa. Y eso que ser mujer en el campo es más complicado. Te echan más zancadillas. Por ejemplo, si vas ahí con el tractor comentan: a ver ésta cómo se arregla. Esas puntillas que, bueno, si eres un chico no las dicen. Te miran así un poco por ser mujer. Eso sí pasa, sí".