Las brisas pravianas atraen al nuevo turista climático

"El Bajo Nalón tiene muchas cosas que ver, y el que viene repite"

Ana Fernández Iglesias

Ana Fernández Iglesias / Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Ana Fernández Iglesias, empresaria de hostelería. Regenta en Cañedo el bar restaurante Las Brisas Pravianas, que es parte ya de la historia del concejo. Lo fundó en 1927 su abuelo Constante Fernández, a su regreso después de una estancia como emigrante en Cuba. 

–El nombre del bar lo puso mi güelo. Lo llamó así porque ¿no ves, hombre, que aquí suben las brisas de Pravia? A ver, normalmente, estás en la terraza y hay esa brisina que sube de Pravia.

Las Brisas Pravianas, bar y restaurante, es historia del concejo. Lleva más de un siglo atendiendo a sus clientes en el pueblo de Cañedo, el lugar donde además tuvo lugar la primera jira del Xiringüelu, que posteriormente se trasladó al Prau Salcéu, su localización actual. El negocio está en manos de la tercera generación de una misma familia:

"Mi nombre es Ana Fernández Iglesias, tengo 49 años. El bar lo abrió mi abuelo paterno, Constante Fernández, en 1927. Cuando vino de Cuba cogió el local y puso en Cañedo el bar del pueblo. En Cuba conoció a la que sería mi abuela, pero eran los dos de aquí. Vinieron, se casaron y comenzaron el negocio, que luego pasó a mis padres. Luego ellos se jubilaron sobre el año 2000 y lo tuvimos alquilado doce años. Cuando lo dejaron, estábamos en plena crisis, en el 2013, y había dos alternativas: o cerrar el local y dejarlo morir o retomarlo y seguir con él, porque necesitaba ya una reforma importante. De la cocina, de todas las instalaciones, de almacén, de todo. Y, claro, algún arrendatario que hiciera esa reforma y pagara la renta pues era muy difícil. Así que en el 2013 decidimos retomarlo mi marido y yo, que ya nos apetecía también. Hicimos una reforma y abrimos ese año. Yo soy la cocinera y, nada, ahí estamos el día entero, desde que abrimos hasta que cerramos".

"Yo me crié en el bar, nací allí. Pero, en principio, no seguí con el bar porque quería tener hijos. Y tener hijos y estar allí las veinticuatro horas como que ye un poco incompatible. Entonces luego, ya en el 2013, cuando ellas ya eran más grandinas y ya podías dejarlas, era distinto. Tengo dos hijas: una va a hacer dieciocho y otra tiene veintiún años".

"Hasta que retomamos el bar yo abrí unos apartamentos rurales, que aún están justo al lado. Antes era una casa en ruinas que debajo tenía la cuadra y arriba el salón de baile, donde en invierno se hacían los bailes. Así que lo reformamos y hicimos los apartamentos, rurales que sigo con ellos".

"Cuando abrimos no era precisamente la mejor época y pensamos que no iba a haber peores años pero, fíjate, vino la pandemia. Ahí fuimos reinventándonos con comida para llevar. Cuando no se podía consumir en el local pues la gente subía a buscar comida para llevar. Sobre todo,cachopo, que tiene mucha fama el cachopo".

"Siempre tuvimos cachopo, desde que abrimos, pero desde luego que hace como ocho años para acá que es exagerado. Sobre todo entre la juventud, que se tira mucho al cachopo. Es una moda. Luego hay otra gente que prefiere la cocina tradicional de siempre, un rollo de bonito, el pote berzas, las fabas…".

"Yo vivo en Pravia y nunca pensé en marchar. Mira, Pravia, lo que veo es que tiene buena comunicación a la hora de moverte en coche. Estás muy céntrico, estás muy cerca de la costa y estamos en medio de Asturias. Pero, claro, el despoblamiento en los pueblos es tremendo. En el día a día se nota mucho en la hostelería porque ya no hay aquella costumbre de salir de trabajar, de juntarte en el bar del pueblo. Esas cosas desaparecieron. Prácticamente no hay gente para eso. Antes había partidas y los que subían para los pueblos a dormir, que venían de trabajar de Pravia o de Avilés, como les cogía de paso y esto era un bar que estaba en la carretera (ahora ya no con la reforma de la vía), les quedaba de paso y la gente paraba".

"Ahora seguimos teniendo algo de bar porque este pueblo, dentro de lo que cabe, tiene vida al estar tan cerca de Pravia, pero nada que ver con lo de antes porque falta todo lo de los alrededores".

"Y luego, lo que te comentaba, que Pravia está muy bien comunicado y que para moverse está muy bien. Pero relacionado con eso hay una cosa que está pasando: la gente va a buscar a los comercios de fuera lo que no tiene en Pravia y eso es una rueda que cada vez se hace más grande. Cada vez hay menos comercios y Pravia en ese aspecto está quedando sin nada. En la calle San Antonio, que era el eje central de Pravia, la referencia, quedan muy pocas tiendas. Y la que cierra no abre. Y, además, poner una tienda ahora con el Amazon y las tienas online que hay es jugártela. Esos locales que se alquilan ni los coge nadie ni se abre nada nuevo. Y eso es un problema porque, al final, ¿a Pravia sólo vienes a dormir?"

"Con el despoblamiento, es verdad que nosotros tenemos menos gente de los pueblos pero con la mejora de las comunicaciones nos viene gente de todos los sitios, de Oviedo, de Gijón, de Avilés… Es que ahora ya no hay distancias. No es como antes, que ir a Oviedo te llevaba el día. Por el invierno, todos los fines de semana, en cuanto llega septiembre, vienen a tiro fijo: pote de berzas y callos. Ahora, en verano, el plato estrella es el bonito, hasta que termina la temporada. Y todo el año, el cachopo".

"Hay mucha gente de fuera de Pravia y cada vez se nota también que hay más gente extranjera. Mucho inglés, que además ahora suele haberlos todo el año. Y turistas del País Vasco y Cantabria, que antes se quedaban en Llanes y ahora llegan más al centro. Es que esta zona del Bajo Nalón tiene muchas cosas para ver y es una zona tranquila y quizá Llanes lo encuentren demasiado masificado. Ven que tiene playa, que tiene montaña, que está bien comunicado y que es perfecto para conocer toda Asturias, y cuando vienen, repiten. Tengo clientes que repiten y uno en concreto empezaron cogiendo quince días en los alojamientos y ahora ya se vienen un mes y medio porque quieren quitarse lo más gordo del calor. Son jubilados y tienen piso por Levante y no lo aguantan. Entonces vienen y están encantados. La gente está encantada con la temperatura".

"Yo tengo ido al sur de vacaciones y tengo ido a Zaragoza en agosto y casi muero. Qué calor. Tenemos unos amigos allí y no callaban con que fuéramos. Ahora, cuando me ven, ya saben que en agosto yo no voy a ir allí. Lo pasé fatal. Y eso que fue hace años, no con esa temperatura que hay ahora. Con ese cambio (climático) creo que en Asturias saldremos ganando porque cada verano se nota que hay más gente que huye del calor. Y luego, además, cuando vienen, zona les gusta, la gastronomía les gusta y la gente les gusta".