Los Lozano, vida nueva entre cincuenta hórreos

"¿Sabes eso de que los niños vienen con un pan bajo el brazo? Pues a mí me pasó"

ASTURIANOS EN RIBERA DE ARRIBA: Israel Lozano

Julián Rus

Israel Lozano, pequeño empresario. Junto a su mujer, Lea, y sus tres hijos, Israel Lozano es uno de los últimos vecinos en instalarse en Bueño, el pueblo del medio centenar de hórreos. Han rejuvenecido el censo local. Buscaban una casa con espacio y un entorno rural donde criar a sus tres hijos. Israel tiene una pequeña empresa de limpieza con 14 empleados y sabe, como muchos autónomos, lo que es lidiar a diario con el papeleo. Además, es autor de dos novelas.  

"Me llamo Israel Lozano y mi mujer es Lea Martín. Yo tengo 42 años; ella, casi 40. Tenemos tres críos. La mayor, de 9 años, se llama Lea; luego vienen Paco, de 7 años, y Antonio, de 5. Mi mujer es madrileña de nacimiento, pero su padre es asturiano. La familia mía viene de Noreña. A Lea la conocí porque venía a Asturias en las vacaciones, sobre todo las de Navidad. Un día de los Santos Inocentes nos tomamos una cerveza y empezamos a charlar. Después tuvimos una relación epistolar de las de antes, de cartas de sobre y sello, manuscritas. Parece algo del Pleistoceno. A los críos ni se lo cuentes. ¡Cartas! Quedan alucinados".

"Tengo una empresa de limpiezas. Vamos a hacer veinte años en marzo. Empecé como autónomo con 21 años. Estudié Empresariales y mientras estudiaba la carrera me iba desencantando del mundo que veía. Ahora somos catorce personas trabajando conmigo".

"En lo de ser emprendedor yo creo que te influye mucho lo que ves en casa. Mi padre, siendo asalariado, era un hombre de muchísima iniciativa. Él trabajaba en la banca y lo llamaron para abrir mercado en una zona minera de Almería. Mi padre se hacía por las tardes rutas por iniciativa suya para ir conociendo todos esos mineros y a todos esos agricultores, para llevarles las cuentas. Era un asalariado, pero un emprendedor puro y duro. Gracias a eso consiguió abrir mucho mercado y tener sus propios clientes. Si mi padre se hubiera cambiado de banco, seguramente hubiera arrastrado al 80% de la gente. Tienes que salir a buscarte las habichuelas, no queda otra".

"Puede haber facilidades para arrancar una empresa, con cosas como la ventanilla única, pero después, cuando ya tienes la empresa, lo cierto es que la cosa se complica por todos los trámites. Pero a toda la gente que tiene arranque yo siempre le digo que tire para adelante. El mundo avanza hacia un sistema en el que tienes que pelearlo tú, no queda otra. Tienes que salir y pelearlo tú. Quien tenga una buena idea, que se lance al ruedo. Si tienes veintipocos años y un poco de ayuda familiar, hay que salir a la calle a batirte el cobre y a pelear por aquello en lo que crees".

"Hasta hace cinco años vivíamos en Oviedo. Cuando llegó el segundo nos dimos cuenta de que el piso se quedaba pequeño. Compramos esta casina en Bueño, fuimos arreglándola con mucha ayuda por parte, sobre todo, de mis suegros. Mi suegro, que es arquitecto, hizo todo el diseño. Estamos encantados. Mira, durante la pandemia, que para mí fue una locura porque en los primeros meses había mucho miedo y yo intentaba tranquilizar a mis clientes, que me llamaban con muchas dudas, perdidísimos, te prometo que cada tarde que volvía a casa y enfilaba el alto de El Caleyo para bajar, hasta el color, el azul del cielo, me cambiaba, llegaba a mi remanso de paz, dejaba atrás todo ese caos que había fuera del valle".

"Los niños están encantados aquí. Te cuento una anécdota de Paco, el mediano. Cuando estábamos haciendo la obra tendría 2 años y empezaron a pasar vecinos que lo saludaban. Ni la madre ni yo sabíamos cómo los había conocido. Y todo era porque Paco cogía, abría la portilla y se iba a dar un garbeo por el pueblo saludando a los vecinos. Hola, soy Paco. Si llega a hacer eso en la ciudad...".

"El pequeño de los tres, Antonio, tiene una enfermedad rara que se llama AMC, artrogriposis múltiple congénita, un síndrome en el que diferentes grupos musculares tienen contracturas en las zonas de las articulaciones. En el caso de Antonio no es un grado muy severo, a él le afecta a las piernas, sobre todo a la derecha. Este me salió madrileño por necesidad. Lo diagnosticaron antes de nacer y nació en La Paz para que le hicieran allí todo el seguimiento y todas las cirugías que ha tenido que ir afrontando para irle corrigiendo la postura de los pies".

"No sabes lo bueno que para él es vivir en Bueño y, además, con hermanos casi de su edad. No se amedrenta con nada. Pero con nada. Con decirte que el año pasado se rompió por la mitad el fémur de la pierna que tiene bien y al mes ya le quitaron la escayola. Y a los diez días estaba andando en bici. Posiblemente nosotros como padres en una ciudad lo tendríamos entre algodones y se hubiera ralentizado mucho la recuperación. Se le nota al andar una cierta cojera, pero ya monta en bicicleta y sin ruedines. Tener hermanos es un estímulo, y vivir en un entorno rural, más todavía porque te mueves. Cuando nos lo dijeron fue un susto terrible, te lo puedes imaginar. Pero puedo decirte que, de todos los escenarios que siempre nos han planteado los médicos, la realidad siempre ha sido mejor. Antonio es un tío muy fuerte, es un auténtico luchador".

"Mi mujer son cuatro hermanos y siempre quiso tener familia grande. Pero cuando me ponía a hacer números no me salían. ¿Pero sabes que dicen que los hijos vienen con un pan debajo del brazo? Pues en mi caso fue cierto. Cuando llegó Lea me pidieron como siete u ocho presupuestos de los buenos y me aprobaron dos. Y pensé: ‘Coño, ya está gestionada la manutención de esta guaja’. Con el segundo pasó exactamente lo mismo y con el tercero yo dije: ‘En cualquier momento va a pasar’. Se cumplió, surgieron posibilidades de crecer profesionalmente y de mejorar justo cuando venían ellos al mundo".

–Le confieso que googleé su nombre y veo que también ha publicado dos libros.

–El monstruito de la literatura me picó desde pequeño. Mi abuela María no paraba de regalarme libros y yo los devoraba. Cuando ella tuvo un párkinson muy largo, de esos que se llega un punto de pérdida de memoria y desorientación, le escribí una carta contándole mis recuerdos más entrañables, de cuando yo era pequeño a su lado. Ella se emocionó. Dijo: ‘¿Y como sabes tú escribir así de bien?’. ‘Pues eso me enseñaste tú’. Luego tuve la oportunidad de sacar una novela y, al poco, una segunda. La primera se llama «Después de la felicidad», y la segunda, «Noche de terapia».

–¿De qué van?

–En la primera pequé de todo lo que solemos pecar los jóvenes que queremos demostrar que sabemos mucho. Me decían que era un pseudoensayo pseudofilosófico y yo iba muy feliz diciendo que había escrito un pseudoensayo pseudofilosófico novelado, aquello me sonaba de la leche. Hoy cuando lo leo, me digo: ‘Cuantas necesidades se te ven aquí’. La segunda ya fue una cosita un poco más graciosa, podía ser una road movie en plan comedia española.