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La caída del exlíder minero | Análisis

Todos los presidentes del hombre (I)

Villa aprovechó el poder cercano de la autonomía, desconocido hasta entonces, y destituyó y nombró a los gobernantes socialistas de Asturias

Todos los presidentes del hombre (I)

José Ángel Fernández Villa siguió el modelo de Manuel Llaneza, fundador del SOMA-UGT, de dominar el partido desde el sindicato e influir en cuanto fuera posible, con la novedad democrática de la autonomía, un gobierno de proximidad con una incidencia en el territorio desconocida hasta la democracia.

En pocos sitios como Asturias era tan obrero el Partido Socialista Obrero Español porque en pocas regiones hubo una industrialización y, en menos aún, acabó en manos de empresas estatales. Conforme fue ganando poder, Villa fue adueñándose cada vez más del Gobierno autonómico. Nombró muchos presidentes y cuando no pudo mandar, negoció.

El primer presidente del Principado volvió a España porque se lo pidió Felipe González. Rafael Fernández era un abogado ovetense exiliado que se había hecho rico en México, tenía 60 años y modales cautelosos de político viejo con largo historial socialista. Durante la Revolución de 1934 estaba al frente de las Juventudes Socialistas. Durante la Guerra Civil fue consejero de Hacienda y de Justicia y Orden Público por el Consejo Soberano de Asturias y León. En 1937 se casó con Purificación, la hija de Belarmino Tomas, que había sido secretario general del SOMA y presidía el consejo de Asturias y León.

Pura y Rafael se exiliaron en México y tuvieron cinco hijos. Regresó 40 años después para ser cuanto se pudiera en el socialismo regional como una de las escasas figuras puente entre la Segunda República y la que se esperaba fuera una nueva democracia. Por entonces, Villa había vuelto a Hunosa desde Ensidesa, donde ya estaba metido en sindicalidades.

Rafael Fernández fue presidente del Consejo Regional de Asturias -el órgano preautonómico- desde el 27 de septiembre de 1978 al 11 de enero de 1982 y del Principado desde esa fecha hasta el 17 de junio de 1983 y presidió un Gobierno que dio cabida a todos los partidos con representación parlamentaria.

Fernández fue quien metió a Villa en la ejecutiva federal del PSOE en 1979, un cargo que ocupó hasta febrero de 1994, en un congreso que ganaron los renovadores y en el que González despachó al último obrero que le había amargado los dulces navideños un par de años antes encerrándose en el pozo Barredo para defender un ajuste de la minería no traumático.

Parece que Rafael Fernández quería ablandar la radicalidad de Villa, que entró en la ejecutiva después de que el PSOE abandonara el marxismo.

En alusión a Villa, Rafael Fernández repitió que perdió la candidatura autonómica que le habría mantenido en el Gobierno en favor de un "nuevu proyetu políticu". La longevidad le permitió vivir hasta los 97 años, casi 30 más, en los que enviudó y volvió a casarse, vio morir a dos de sus hijos y cuidó a uno enfermo. Fue senador, presidente de la FSA y del Consejo de Comunidades Asturianas. No se quejó, pero se sintió dos veces trasterrado: español en México, extraño en España.

A Fernández le siguió Pedro de Silva, otro abogado, éste más nuevo, como el proyetu. Llegó al Gobierno con 38 años, por debajo de la media cuarentañera de los socialistas emergentes. De Silva tuvo su primera experiencia sindical completa con José Ángel Fernández Villa. Llegado del PSP, el partido marxista que dirigía el catedrático Enrique Tierno Galván y que presumía de tener un obrero andaluz, De Silva, el intelectual con ambiciones constructivas cortejó -fascinado durante un tiempo, como tantos- al líder obrero neto que replicaba las características genéticas de Manuel Llaneza, del socialismo inicial de sudor y lucha.

Gobernó de 1983 a 1987 y al poco de renovar Gobierno anunció que se iba en cuanto acabara la segunda legislatura. Nadie lo creyó, pero lo cumplió.

El mismo Villa pensó que Silva seguiría y en 1989 calificó de "error" que hubiera anunciado su marcha. Al tiempo, alardeó de tener un voto de calidad y enseñó la cantera: Luis Martínez Noval (reciente secretario general de la FSA) como profesional riguroso y político prudente; Antonio Masip, socialismo más personalismo; Jesús Sanjurjo (que ya había abandonado la secretaría general de la FSA, después de haberla tejido en el final del franquismo y el comienzo de la democracia); Juan Luis Rodríguez-Vigil, con sus genialidades, irritantes para la oposición; Germán Ojeda, gran teórico del socialismo; Jesús Arango y Eduardo Arrojo, que estaban en Madrid como haciendo un máster en direcciones generales del Gobierno de González?

¿Y Vicente Álvarez Areces? "Tinín", decía Villa disminuyéndolo o malnombrándolo, vendía ilusiones en Gijón y no lo seguía mucho.

Cuando Pedro de Silva dejó la Presidencia era el político mejor valorado y más popular, a pesar de que estaba al frente de una Administración nueva y no muy entendida que había puesto en marcha partiendo de su libro "Asturias, realidad y proyecto". Consiguió el aplauso en un aprendizaje propio de un tío tenaz que en la mitad de los cuarenta empezó a coger vientos con la tabla de windsurf en la bahía gijonesa a base de muchas caídas, todas premiadas con un chapuzón, para poder sentir el frío mojado del remonte y recorrer un corto trayecto sobre las aguas.

De Silva, un tímido crónico con premeditada sotabarba existencialista, se dejó el bigote, aprendió a sonreír, musculó su sentido del humor con el que ver y verse y se fue más relajado de lo que había llegado.

En una entrevista de despedida declaraba que Villa "está más con los mineros que con el partido y el aparato y ése es un rasgo de autenticidad, lo ennoblece y le da fortaleza de líder sindical. Le respeto mucho y eso quiere decir que no me infunde ningún pavor".

Después de los desencuentros recuperó el trato con José Ángel Fernández Villa, más a instancias del líder minero. Por su pudor y sus lealtades, Pedro de Silva es reo de amistad.

Juan Luis Rodríguez-Vigil fue el tercer presidente, después de una trayectoria larga en el socialismo, donde empezó a militar en 1971 e hizo mucha tarea como abogado -¡otro!- laboralista en UGT. Antes de presidente fue perpetuo consejero de Sanidad. Según contó el profesor Germán Ojeda (perjudicado en sus ambiciones por esa decisión), Villa valoró de Vigil "su versatilidad y adaptación al medio político socialista".

Vigil tenía 46 años cuando alcanzó la Presidencia y una personalidad marcada por el sentido del humor, el brote malhumorado y la división del ecuador humano en el que reconocía sus debilidades de cintura para abajo. Estaba casado en segundas nupcias después de haberse divorciado de Ludivina García Arias, hija de exiliados en México regresada al final del franquismo, una de las escasas mujeres con cargos en las organizaciones socialistas PSOE y UGT entonces.

A los dos años de gobierno, un consejero fiel a Villa, Víctor Zapico, lo metió en la falsa oferta inversora del "Petromocho", donde entró encantado porque el anzuelo era una inversión de 100.000 millones de pesetas en un proyecto para construir una refinería de petróleo en Gijón. Vigil presentó la inversión y se descubrió la falsedad cuando Felipe González estaba inaugurando la Du Pont en Tamón.

El presidente del Gobierno español le pidió que dimitiera y así lo hizo.

Juan Luis Rodríguez-Vigil no milita en el PSOE desde hace unos meses.

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