"El mejor reflejo de lo que era Senén es este: la iglesia prácticamente llena para despedirle". Así lo expresaba ayer uno de los muchos amigos que el asesor laboral -ya jubilado- atesoraba en Gijón. Una ciudad, sobre todo su zona centro, donde Álvarez era "muy conocido por todos" y que ayer se volcó en su despedida, abarrotando el templo de San José para dar el último adiós a una persona "afable" que, a sus 77 años de edad, encontró la muerte en un autobús que partió de Cudillero pero nunca llegó a su destino.

"Tuvo una muerte que no se merecía", se lamentaban ayer quienes acudieron al multitudinario funeral para despedir a Álvarez y arropar a su familia más cercana: hermanos, sobrinos y primos, ya que el fallecido estaba soltero y no tenía hijos. "Era una excelente persona", se repetía como un mantra a las puertas de la iglesia. El otro comentario más repetido tenía que ver con la forma en la que sucedió su fallecimiento. "Fue un golpe muy duro, un leñazo", reiteraban familiares y amigos de Álvarez, que previamente había sido incinerado en la intimidad familiar.

Quienes más le conocían, aseguran de Álvarez que "era una extraordinaria persona, maravillosa, de las que se echan en falta". Es el caso de Tino Martínez, compañero durante años de tertulia en la céntrica sidrería Rubiera.

Álvarez, aunque nacido en Turón (Mieres), vivió prácticamente toda su vida en el centro de Gijón, donde tuvo su negocio. Las calles Asturias, Donato Argüelles o Corrida, hasta su jubilación, acogieron su asesoría laboral, en la que se desempeñó con "muchísima profesionalidad", lo que le valió que decenas de sus clientes, ya amigos, le acompañaran en su despedida. "Conocía a todo el mundo, tenía muy buenas relaciones, se llevaba bien con todos", recuerda Martínez de su amigo, quien rememora cómo "siempre se paraba por la calle a saludar a la gente y se quedaba charlando con todos", algo que refrendan todos aquellos que le conocían.

De Álvarez resaltan su "buen trato, era muy afable, muy serio y formal". También que le gustaba mucho ir al puerto de Pinos, a la localidad de Riopasos -cerca de Campomanes, en Lena-, donde una familiar suya regenta un bar. "Quería mucho a su familia, sobre todo, a sus sobrinos", explica Martínez, que confiesa que la muerte de su amigo "me afectó muchísimo".

Álvarez vivía solo, al carecer de pareja e hijos. Y, precisamente por ello, como explicaba el fallecido, siempre acostumbraba a comer fuera de casa. Era un hombre de costumbres y desde hace más de tres décadas solía hacerlo "casi a diario" en el restaurante Casa Manuela. "Era muy buena persona, un paisano, un hombre muy tranquilo y educado", recuerda con cariño el dueño del local hostelero, Eloy Pérez, quien asegura que "me quedé trastornado cuando me enteré, por supuesto, no me esperaba que fuera uno de los muertos".

Y es que el fallecido dejaba muy buen recuerdo allá por donde pasaba. "Es una pena, estaba muy bien, se le veía fenomenal", enfatizaban en otro corrillo tras el funeral de ayer. Durante el acto religioso, el párroco tildó la muerte de Álvarez de "inesperada, repentina y trágica", lo que dejó a familiares y amigos "desconcertados" después de que "la muerte os arrebatara de forma sorpresiva a un ser querido". Más aún en un accidente de tráfico, algo que "nunca nos esperamos que nos ocurra precisamente a nosotros". No obstante, el cura aseguró que Álvarez está ahora "en manos de la Virgen de Covadonga".

A la salida del funeral, las caras aún evidenciaban el sentido duelo por "una persona muy querida por todos", tanto en el trato personal como profesional. Muchos amigos se unían a menudo gracias a su afabilidad. "Siempre fue muy bueno con todos", rememoraba uno de los primos del fallecido tras el funeral. "Fue mala suerte, le tocó ir ahí", se lamentaba su familiar, incidiendo en el gran cariño que atesoraba el fenecido de todas aquellas personas que habían tenido la oportunidad de coincidir con él.

Un habitual de la tertulia del padre Bardales en Rubiera

Un habitual de la tertulia del padre Bardales en Rubiera

Senén Álvarez era uno de los habituales en la tertulia que todas las semanas se organizaba en la sidrería Rubiera de Gijón, donde "teníamos una mesa reservada", aseguró ayer Tino Martínez, otro de los participantes en los encuentros, entre otros, junto a su hermano José Luis Martínez, expárroco de San José, y José María Bardales, el cura obrero de La Calzada, ambos ya fallecidos. "Ya quedamos solo dos o tres", explicó Martínez, que recuerda con cariño aquellas quedadas. "Ahora ya no nos reuníamos tanto, pero antes siempre nos juntábamos para hablar de fútbol, que a Senén le gustaba mucho, o de política. De todo menos de religión", remató.