La plaza de la iglesia de San Martín de Luiña, emplazada en La Escalada, enmudeció repentinamente ayer con la llegada del coche fúnebre que trasladaba desde el tanatorio de Cudillero el cuerpo de María Begoña Miranda Herrero, fallecida el lunes en el accidente del autobús que realizaba el servicio entre la localidad pixueta y Gijón. Tras el vehículo, colmado de coronas de claveles y rosas en colores rojos y blancos, iban otros dos coches igualmente repletos de flores enviadas por familiares y amigos de la finada, su esposo, Miguel Ángel Gutiérrez, Fernández y sus hijos: Alejandro, Iván y Vanesa Gutiérrez. De riguroso negro, la familia recibió a las puertas del templo el pésame de unos pocos allegados antes de acceder, bajo las campanadas de las 17.30 horas, al interior. Dentro, el párroco, Antonio Fernández Díaz, les alentó: "Pedid al Padre que reciba a María Begoña y que sea feliz con Él para siempre".

Ante un templo abarrotado de vecinos llegados de diferentes concejos, el sacerdote destacó que la esposa y madre "ha alcanzado la vida eterna". "Nuestro Padre nos espera a todos en el Cielo para ser felices en la eternidad", dijo frente a unos fieles que no terminaban de asimilar la pérdida de "una mujer muy familiar", según varias asistentes, que el día que falleció se dirigía a Gijón para atender al pequeño Iván, el primer y hasta el momento único nieto del matrimonio residente en Soto del Barco.

Con la mirada puesta sobre el primer banco, ocupado por una familia afligida, el sacerdote buscó el consuelo a tanta pena en la fe cristiana: "Begoña nos dice hasta luego, pero todos, unos antes y otros después, terminaremos ante la presencia de nuestro Padre, que con Jesucristo revivirá a todos los suyos en el reino de los cielos".

Minutos antes del inicio del oficio religioso, quienes acudieron a despedir a María Begoña Miranda comentaban en pequeños corrillos el desgraciado accidente del autobús. Entre ellos, un grupo de señoras resaltaban "lo caprichosa e imprevisible que es la vida". "Tras haber peleado y superado una dura enfermedad, a Begoña Miranda la vida se le esfumó en un segundo", indicaban. Asimismo, tuvieron unas palabras de respeto hacia el resto de los afectados y también para el conductor del vehículo, seriamente herido e ingresado en el Hospital Universitario Central de Asturias que es cuñado de una compañera de trabajo de una hija de la finada. Al oír hablar del chófer, tres hombres de mediana edad a punto de entrar en la iglesia recalcaron "su profesionalidad y responsabilidad al volante".

Los padres de Begoña Miranda también fueron recordados por los vecinos de San Martín de Luiña, ya que hasta el fallecimiento de ambos, la hija acudía cada pocos días al pequeño núcleo rural para cuidarlos. "Fue una buena madre, hija y abuela; es una pena que se haya ido tan pronto", concluyeron los presentes.

Coronas de amigos y conocidos en medio del silencio

El coche fúnebre con el cuerpo sin vida de Begoña Miranda Herrero, de 55 años de edad, llegó a San Martín de Luiña colmado de coronas y ramos de claveles y rosas en colores rojo y blanco. Tras él, en silencio, dos vehículos más accedieron a la explanada igualmente llenos de flores con cintas que recogían su procedencia, entre otras, de las amigas de la finada.