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El Miércoles de Ceniza cambia de hábito y se espolvorea para evitar contagios

Los párrocos dejaron de imponer los restos bendecidos de los ramos del año pasado sobre la cabeza de los fieles para evitar el contacto

Así celebraron el miércoles de ceniza en las parroquias asturianas

Así celebraron el miércoles de ceniza en las parroquias asturianas Amor Domínguez

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Así celebraron el miércoles de ceniza en las parroquias asturianas Elena Fernández-Pello

La pandemia lo ha modificado todo, hasta los ritos religiosos. La Iglesia ha tenido que adaptarse a las nuevas circunstancias y en especial a la regla sanitaria de mantener la distancia interpersonal. Se hizo evidente ayer en la celebración del Miércoles de Ceniza, cuando tradicionalmente el sacerdote tiene un contacto físico con los fieles para imponerles las cenizas. No fue así.

Los párrocos asturianos no tocaron a los feligreses, sino que “espolvorearon” las cenizas sobre sus cabezas. En todo momento se mantuvo la distancia y todos los asistentes al rito en las distintas iglesias cumplieron con las medidas sanitarias.

El Arzobispo impone la ceniza a una fiel. | Arzobispado de Oviedo

José Ramón Castañón, “Pochi”, párroco de Nuestra Señora de Covadonga, en el ovetense barrio de Teatinos, explicó ayer que además de “espolvorear” las cenizas sobre la cabeza de sus feligreses, también modificó otros aspectos de la ceremonia. “Lo habitual es decirle a cada uno de ellos la fórmula ‘conviértete y cree’ cuando se le imponen las cenizas, lo que hago hoy (por ayer) es decirlo solo una vez para todos y desde el altar”. De este modo, y pese a que todos llevaban mascarilla, se evitó el diálogo cercano entre el sacerdote y el feligrés. Pochi se desinfectó las manos entre cada uno de los fieles, primero se retiraba la ceniza sobrante limpiándose los dedos con un limón y, posteriormente, se desinfectaba las manos con gel hidroalcohólico.

Las cenizas y el limón para retirarlas de los dedos, preparados para la ceremonia. Irma Collín

El sacerdote comparó este rito con el de la comunión, en el sentido de que los asistentes organizan una fila en el pasillo del templo en la que mantienen la distancia de seguridad. Lo hacen cada día para comulgar y lo volvieron a hacer ayer para el rito en el que se imponen sobre la cabeza de los fieles las cenizas bendecidas y que han sido elaboradas con la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año pasado. Los fieles caminaron por el pasillo central de la iglesia de Nuestra Señora de Covadonga y se retiraron a sus asientos de forma ordenada por los pasillos laterales. Además, en la iglesia la mitad de los bancos estaban inhabilitados para cumplir con el 50 por ciento de aforo que marca la normativa para evitar la propagación del virus.

José Ramón Castañón, párroco de Nuestra Señora de Covadonga, en Oviedo, impone la ceniza sobre la cabeza de una feligresa. | Irma Collín

El modo de operar, tanto en la imposición de las cenizas como en el momento de dar la comunión, está marcado en estos tiempos de pandemia por el Vaticano, que ha emitido una directriz que se debe cumplir en todas las celebraciones que tengan lugar en las iglesias católicas.

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