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Javier Fernández no encuentra “identidad más fuerte que la asturiana”

El expresidente del Principado recibe la “Manzana de oro” del Centro Asturiano de Madrid con una apología de la asturianía recia, pero “porosa y flexible”, frente a la “exaltación del fragmento y el canto a la diferencia”

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Javier Fernández recibe la "Manzana de oro" del Centro Asturiano de Madrid J. L. Roca

Al hacerse “Manzana de oro”, y llevarse en la solapa el máximo galardón del Centro Asturiano de Madrid, Javier Fernández procedió ayer a un concienzudo desmenuzado de la “identidad” colectiva de Asturias que le condujo a hacer saber que no tiene noticias de que exista “una más vigorosa que la asturiana”. Entendiendo por identidad un sentido de pertenencia que es “algo más que una geografía, una tradición, una historia o una cultura” –la RAE dice “conciencia que una colectividad tiene de ser ella misma y distinta a las demás”–, el expresidente del Principado compuso un canto al mestizaje y a la mezcla del orgullo por lo propio con la absorción y el encaje de lo diferente. A una forma de ser colectiva que en Asturias se ha edificado y reforzado en el intercambio, que es “porosa, flexible, compatible con otras”, “tan marcada por la emigración y la ausencia que Asturias no podría explicarse a sí misma sin ellas”.

Contraponiendo esa personalidad sana y fuerte del asturiano a la pulsión engrandecedora de lo identitario que caracteriza al separatismo, a los que se dedican a “la exaltación del fragmento y el canto a la diferencia”, Fernández dejó sin embargo su impresión de que no es lo importante la fortaleza de las identidades, “sino lo que hacemos con ellas”, o la convicción de que el ser colectivo asturiano “nunca está hecho”, sino siempre haciéndose, “ganando adhesiones o perdiéndolas”. Si “las identidades siempre están cambiando”, proclamó, “lo que debería importar es que cambien para mejor”.

Le premiaban “por su valiosa contribución sociopolítica al Principado” y el también expresidente del Principado Antonio Trevín culminó su glosa de presentación incluyéndole entre “los socialistas clásicos” que “tienen las prioridades claras. Primero, España y Asturias; después, el PSOE; y, por último, los que en él militamos”. En su discurso de agradecimiento, Javier Fernández hizo una profusa expresión de orgullo de pertenencia, pero no por nacimiento, “que en eso no tuve nada que ver”, sino “por formar parte de una comunidad de hombres y mujeres que dentro y fuera de Asturias nunca hemos antepuesto la pertenencia a la ciudadanía ni la mitología a la historia”. En un mensaje que se hace pertinente en la España de las veleidades separatistas, y que ya se había hecho muy presente en los discursos del último Javier Fernández presidente, exaltó la personalidad nada excluyente de los asturianos que “nunca hemos pretendido dibujar con patrones culturales los perímetros de la ciudadanía ni construir con la identidad y la diferencia los cimientos de la comunidad política. Nunca hemos querido ser el pez más grande de un estanque más pequeño”, concluyó.

El público asistente al acto, con Paz Fernández Felgueroso en la primera fila.

Él, que por inclinación generacional se ve “menos de un lugar que de un tiempo”, que se siente hijo “vital y emocionalmente del tiempo que se dio en llamar Transición”, recuerda que eso de cambiar la identidad para mejor “ya lo hicimos en España hace más de cuatro décadas”. O lo hicieron, más bien, aquellas generaciones que “consiguieron que la identidad española se reinventara a sí misma” para hacerse “europea, cosmopolita, cívica y constitucional”. Admitió que entonces “no todo se hizo bien”, sobre todo “porque estábamos tan atareados construyendo el Estado que nos olvidamos de pensar la nación”. O porque “teníamos tanta urgencia por romper con el pasado inmediato que rompimos con todo él”, olvidando que “un país necesita compartir una cierta idea de su pasado...”

Fernández había llegado hasta la España de la Transición y el cambio de siglo partiendo del elogio a los destacados asturianos del siglo XIX, de Argüelles a Toreno, de Riego a Flórez Estrada, que en una España distinta y bajo banderas políticas divergentes construyeron “un Estado con cimientos, estructuras básicas y vigas maestras de sólida fábrica asturiana”. Traspasados al presente, aventuró, aquellos próceres se sentirían orgullosos “de que sus paisanos de dentro y fuera de Asturias defendamos al Estado y no nos disculpemos por ello”.

Viéndose distinguido por un Centro Asturiano, le quedaba ensalzar la diáspora con palabras ya conocidas sobre la “larguísima tradición” que se reconoce a la Asturias expatriada, “hasta el punto de que en el mapa hay que buscar Asturias en el Norte de España”, pero también “en el Este, en el Oeste, en Madrid y en cualquier confín donde un asturiano ve pasar los amaneceres y los años sin olvidar su tierra de origen, borrar sus huellas o perder su sentido de pertenencia”.

Dicho todo eso, el orador se sabe “irrenunciablemente racionalista” y conocedor de que hoy “van ganando los que prefieren sentir a comprender”, pero también, no se equivoquen, militante de un “optimismo melancólico” que piensa que la razón “volverá de la mano de todos aquellos que saben que la exaltación del fragmento y el canto a la diferencia es el ejercicio preferido de los adversarios de las ilusiones colectivas”.

Por la izquierda, Pilar Riesco, secretaria general del Centro Asturiano de Madrid; Francisco Rodríguez, Javier Fernández, Valentín Martínez-Otero y Antonio Trevín. | J. L. Roca

Escuchaban Trevín junto el presidente del Centro Asturiano de Madrid, Valentín Martínez-Otero, y un auditorio nutrido de ilustres representantes del mundo académico, político, empresarial y cultural, no solo asturianos ni solo socialistas. Entre ellos, la viuda del exsecretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba, Pilar Goya; las senadoras socialistas María Jesús Álvarez y Mercedes Otero, la del PP Mercedes Fernández, el expresidente del PP de Asturias Ovidio Sánchez; el exsecretario general de UGT Cándido Méndez, y además de Jaime Lissavetzky, exsecretario de Estado para el Deporte, la exalcaldesa de Gijón Paz Fernández Felgueroso y su hermana María Antonia, presidenta del Consejo de Comunidades Asturianas, que acudió en representación del Gobierno del Principado.

Junto a ellos, entre los aproximadamente setenta asistentes, el exministro y presidente de Unicef España Gustavo Suárez Pertierra, el empresario Francisco Rodríguez, presidente de Industrias Lácteas Asturianas (ILAS); Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa de Asturias; Manuel Villa-Cellino, presidente del consejo rector de la Universidad Nebrija; el abogado Adolfo Menéndez o el padre Ángel García, fundador y presidente de la ONG Mensajeros de la Paz. Enviaron felicitaciones la delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa; el exalcalde de Oviedo Antonio Masip y el artista Miguel Ángel Lombardía.

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