Dejar el móvil en casa y no llevarlo al colegio, la petición de los psicólogos para frenar la fiebre por el smartphone de los adolescentes

"Sería muy sano que los alumnos estuviesen unas horas sin el teléfono cerca", dicen los expertos, que abogan por elevar las restricciones en los centros y no solo prohibir su uso

Adolescentes con sus móviles.

Adolescentes con sus móviles.

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

Hay que dar un paso más en colegios e institutos para frenar la fiebre del móvil en los adolescentes. Así lo creen los psicólogos asturianos, que piden que los estudiantes «dejen en casa» los smartphones. «Ya no sirve solo con prohibir a los alumnos el uso del móvil en el centro; hay que impedir que los lleven en sus mochilas», afirman. Los profesores de la región están de acuerdo con elevar las restricciones, pero demandan una regulación «global», que «venga de la administración», y «no dejarlo a la libre elección de los centros». La consejera de Salud, Conchita Saavedra, mostró ayer su «preocupación» por el «empeoramiento de la salud infanto juvenil», que tiene mucho que ver con el uso del teléfono inteligente y las redes sociales. No obstante, agregó, «hay que dejar hablar a los técnicos». 

Al menos los psicólogos creen que el movimiento de padres que ha irrumpido con fuerza en toda España para retrasar a los 16 años la edad a la que los adolescentes tienen acceso a su primer móvil era «necesario». «Se está dando un smartphone a niños de 9 años como regalo habitual en comuniones, cumpleaños, Navidades... Y el móvil les permite llamar a sus padres si están en apuros, pero también les abre un universo para el que pueden no estar preparados por su nivel de madurez», advierte Rebeca Cerezo, investigadora del área de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Oviedo. Por eso, de entrada, Elena Cubero, psicóloga de Oviedo, dice que «los menores de 12 años no deberían tener un móvil». Ahora bien, agrega, «la edad no resuelve el problema del buen uso y en eso juegan un papel fundamental las familias». 

Cerezo coincide: «Retrasar a los 16 años el primer móvil es una solución parcial, un parche. Si no hay herramientas y habilidades por detrás de esa restricción puntual, los problemas llegarán tarde o temprano. De hecho, hay millones de adultos con problemas derivados de un uso inadecuado del móvil. Y el problema no es del dispositivo, es su uso». La solución, en definitiva, «no es recortar, sino educar y acompañar». La profesora de la Facultad de Psicología tira de analogía: el carné de conducir. «Yo recuerdo que mi padre me acompañó antes, durante y después de sacarlo. Y al principio era habitual coger el coche con alguien más experimentado. Sin embargo, muchos padres dan un móvil y creen que ahí se acabó su papel», afirma. 

Aunque prohibir no sea la solución a todos los males, Elena Cubero es partidaria de que los chavales no lleven el móvil a los centros escolares. Más aún cuando los profesores confiesan que es una lucha «constante y desesperante», porque, pese a estar prohibido su uso en la mayoría de colegios e institutos, los menores los sacan a escondidas. «La dotación de recursos que tienen hoy los centros hacen que los móviles no se necesiten. Tener a los chicos sin teléfono durante unas cuantas horas sería muy sano y haría que se relacionasen más con los demás en tiempo real y no solo virtual», expresa. 

Lo mismo opina Marino Pérez, catedrático jubilado de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Oviedo y autor de varios libros sobre el impacto de las redes sociales. «Habría que hacer una regulación institucional para que los chavales dejasen el móvil en casa o, como mínimo, en la entrada del centro o en las taquillas. Pero nunca dejar que lo lleven al pupitre porque es un elemento de distracción», defiende. Pérez dice que la rebelión de los padres contra el móvil era «necesaria», porque «una familia por sí sola no podía restringir»; tenía que ser «algo colectivo». «Antes de los 12 años ya están en la órbita de las redes sociales y eso está trayendo graves prejuicios para la vida familiar y escolar», indica.  

La maestra y especialista en acoso escolar Zara Suárez García opina que la medida de no llevar el móvil a clase podría ser útil «dentro del contexto educativo, pero el problema seguiría estando fuera». Y es un problema serio. «Un mal uso de esta tecnología puede exponer a los menores a importantes riesgos y no hace falta pensar en los más graves. Otros peligros menos visibles e igual de importantes es que normalicen las vidas idílicas o no sepan relacionarse más allá de la vida virtual», comenta. Así que «cuanto más tarde un menor tenga un dispositivo móvil, mejor». Aunque de esta manera tampoco se resuelve el problema del todo. «Se solucionaría –aclara– teniendo conocimiento del uso real que hacen esos menores de los teléfonos. ¿Qué buscan en internet? ¿A quién siguen en redes sociales? ¿Cómo se relacionan con otros usuarios? A partir de ello, familias y escuela podrán dar respuesta a las necesidades que surjan y dotar a los estudiantes de herramientas que les permitan detectar posibles situaciones de riesgo». 

Consejos para los padres

¿Cómo luchar contra la presión social? ¿Cómo evitar que mi hijo quede marginado por no tener móvil? Zara Suárez, que trabajó en el grupo de investigación ADIR de la Universidad de Oviedo, reflexiona sobre ello: "Estar online se convierte en una exigencia social y es habitual utilizarla para relacionarse. Por ello, es complicado prohibir a los niños que lo utilicen. Sin embargo, hay que tener en cuenta la edad de los menores. En el caso de alumnado de Educación Primaria o menor, aconsejaría una supervisión parental continua cada vez que tengan acceso a un dispositivo. A medida que los menores crecen ir otorgándoles de mayor autonomía y confianza, teniendo conocimiento del contenido al que acceden. Sería aconsejable activar las diferentes opciones de control parental del dispositivo y las aplicaciones que se utilicen". 

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