A la guarda Marta Fernández no le asusta vigilar el coto: "Es duro a veces, pero no por ser mujer"

"Tiene que gustarte", asegura esta guarda, encargada del territorio cinegético de Lena

Marta Fernández, en un monte de Lena, durante su jornada laboral como guarda rural. | Fernando Rodríguez

Marta Fernández, en un monte de Lena, durante su jornada laboral como guarda rural. | Fernando Rodríguez / C. M. Basteiro

La profesión de Marta Fernández López parecía escrita en su destino. Nació en una familia hostelera de Lena con un céntrico bar, El Cazador. Su padre, Chema, es un gran aficionado a la práctica cinegética y estuvo años en la directiva de la Sociedad de Cazadores de Lena. Ahora, ella es una de las primeras mujeres guarda rural de caza. Es una de las encargadas de vigilar y controlar el coto del concejo. Es la única mujer en un mundo repleto de hombres: cazadores y ganaderos en su mayoría. "No siempre es fácil, pero creo que mi trabajo tiene las mismas dificultades para los hombres que para las mujeres", matiza.

Primero, lo bueno. Marta Fernández decidió prepararse para ser guarda rural en 2008. Ella estaba trabajando como administrativa de la Sociedad de Cazadores de Lena y quedó una vacante para la vigilancia del coto. "Nunca lo había pensado pero, como me gusta mucho el monte, decidí hacerlo".

Porque eso es lo mejor: respirar el aire de la montaña "a primera hora". "Tiene que gustarte, eso es lo principal", matiza. Solo así "puedes dedicarte en cuerpo y alma a esta profesión". "Yo voy siempre equipada con los prismáticos y la cámara, que nada me pille desprevenida", sonríe.

Ahora, lo menos bueno. "A veces tienes que caminar por caminos que ni siquiera existen, pasarte horas en soledad. A mí me gusta, pero reconozco que no es para todo el mundo". "Aunque haya quien piense que puede ser más difícil para una mujer, a mí nunca me ha pasado nada malo en la montaña. Somos iguales".

Entre sus labores también está el reconocimiento de daños de las especies cinegéticas –en el caso de Lena, principalmente, corzo y jabalí–. En ese mundo tradicionalmente masculino, con ganaderos y cazadores, tampoco se ha sentido incómoda. Aunque reconoce que juega con ventaja: "A la mayoría de los cazadores los conozco desde nena, por el bar".

Le cuestan también las críticas a la caza, aunque señala que ella ni lo caza ni lo come. "No me gustan las armas, pero es cierto que tiene que haber cacerías. Si no las hubiera, se perdería el equilibrio". Eso sí, "siempre con la legalidad por delante. Pero tiene que ser así, de lo contrario nos terminarían invadiendo".

Brota en la conversación el fallecimiento de Melania Capitán. Se trata de una bloguera de caza que, en 2017, apareció muerta en su domicilio tras recibir amenazas en las redes. Todo apuntaba a un suicidio. "Creo que el mundo de la caza es polémico, seas hombre o mujer van a criticarte", señala Marta Fernández. Desde su punto de vista, "en este caso no fue un problema de género, creo que fue un problema de que estaba muy expuesta y las críticas le hicieron mucho daño".

Ella siempre se queda con lo bueno de su profesión. Como la mención especial que recibió de la Guardia Civil por su colaboración. O todas las veces que siente que ha ayudado a los amantes del monte. En unas semanas, empieza el momento que más le gusta de la temporada: la búsqueda de corzos para la venta de recechos en el coto de Lena. "Es lo que más me atrae de mi trabajo, porque amaneces y anocheces pateando la montaña". Dice que respeta todas las opiniones, pero concluye con una afirmación rotunda: "En todos estos años, nunca he visto a un ecologista en el monte".

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