El juicio contra el joven que, bebido y drogado, atropelló y mató a Francisco Romo en el paso de peatones de la calle El Muelle en marzo de 2021 finalizó esta mañana con los informes de las partes y la confirmación de las penas de cárcel de 8 años por la Fiscalía y 10 por la acusación particular. El Ministerio Público afirmó que "el caso está claro", y que el acusado "venía de una juerga" y que además de atropellar al peatón, continuó la marcha sin detenerse para ver las consecuencias, mostrando "una conducta antisocial". El acusado pidió nuevamente perdón a la familia y aceptó que "tengo que responsabilizarme". Su defensa dejó la solicitud de penas, en función de los delitos por los que se le condene, desde los 8 meses de prisión a 2,5 años.

La vista oral se centró ayer en la declaración de los peritos. Dos de ellos defendieron posturas discrepantes en cuanto al cálculo del lucro cesante correspondiente a la indemnización a la viuda y los dos hijos del fallecido. Un tercero era el ingeniero municipal que realizó el informe sobre la iluminación en el lugar donde se produjo el accidente. Y la última en testificar fue la psicóloga clínica que trata al acusado de su dependencia del alcohol y de las drogas.

La especialista declaró que el joven procesado sufría "un trastorno grave de adicción" al alcohol y las drogas cuando se produjo el atropello mortal, y añadió que consumía cannabis desde los 11 años, y cocaína, alcohol y quetamina desde los 15. Además, el ambiente familiar era perjudicial, con su padre también consumidor de drogas y donde había permisividad sobre el consumo de estupefacientes.

La psicóloga añadió que el joven empezó a acudir a su rehabilitación en régimen de centro de día durante seis meses, y que posteriormente, por su buena evolución, pasó a un tratamiento ambulatorio con control analítica para certificar que no consumía estupefacientes. "La evolución es adecuada, pero hay que trabajar aún mucho con él, por es muy joven", afirmó. "Debe seguir a tratamiento y con los antecedentes familiares que tiene, necesita más apoyo familiar durante más tiempo de lo habitual", añadió para concluir que es la madre del menor el que cuída de él.

"Es la misma persona que era, pero ahora es más responsable, tiene más empatía, consulta antes de tomar decisiones. Uno de los objetivos pendientes es que estudie, para que su vida realmente cambie", concluyó.

Sin embargo, esta declaración no hizo que las acusaciones modificaran sus conclusiones provisionales, que elevaron a definitivas. El fiscal señaló que "concurren un homicidio imprudente grave con una conducta antisocial, circulando haciendo rally por la ciudad, influenciado por el alcohol y las drogas. Venía de una juerga, y además de atropellar a una persona, continuó sin atención al resultado de lo cometido. Se castiga la insolidaridad de desatender a la víctima. Ni siquiera hizo además de frenar, y algunas testigos incluso han afirmado que aceleró". También añadió que "no se sostiene que hubiera bebvido en su casa después del accidente, porque los índices de alcoholemia indican que lo hizo antes", aseveró.

La acusación particular, ejercida por el letrado Adolfo García, se sumó a la exposición de la Fiscalía, y matizó que el acusado circulaba a "mucha velocidad, zigzagueando y poniendo en peligro la seguridad del tráfico. Se cometió un delito de seguridad del tráfico y la comisión de la omisión del deber del socorro, porque teniendo conciencia del atropello, no hizo nada".

El abogado de la defensa, José Manuel Fernández González, inició su intervención lamentando el fallecimiento de la víctima, para luego rebatir los argumentos de las acusaciones. Así, señaló que no ha quedado demostrado que hubiera bebido ni consumido drogas antes del accidente, "porque pudo haber sido el día anterior". Defendió que el delito podría ser una imprudencia leve, pero si no se admitía, en todo caso podría haber cotido un delito de homicidio culposo por imprudencia menos grave. Incidió en que no quedó acreditada la velocidad a la que circulaba, y según los testimonios, mucho menos que fuera a 80 kilómetros por hora, como se llegó a indicar.

El letrado remarcó que era de noche, que el estado de la pintura del paso de peatones no era el adecuado, había llovido, el peatón iba vestido con ropa oscura y había mala visibilidad. Además, con el impacto tampoco saltaron los airbag del vehículo, lo que habría ocurrido si el atropello se hubiera producido a gran velocidad.

Una parte de su intervención y de las preguntas a los testigos se centró fundamentalmente en estos aspectos, y en el hecho de que había un andamio que estaba cubierto con una lona negra, opaca, que no permitía la iluminación correcta en la acera, con lo que ni el peatón habría visto venir el coche, ni el acusado le habría visto echarse a cruzar. "La confluencia entre el peatón y el automóvil fue de un segundo, con lo que no hubo tiempo a reaccionar. El peatón estaba iniciando el acceso al paso de peatones con el coche prácticamente encima", señaló el letrado, matizando que "en ningún caso se trata de culpabilizar al peatón".

En cuanto al abandono del lugar, la defensa solicitó que se tuviera en cuenta que la grave situación de drogodependencia y alcoholemia del acusado influía claramente en sus capacidades volitivas e intelectuales.

El joven acusado quiso hacer uso del derecho a la última palabra antes de dar por finalizado el juicio. "Los hechos son los que son y tengo que cumplir con mis responsabilidades. Por circunstancias no pude evitar lo que pasó y quiero pedir perdón a la familia".