La rula de Avilés ganó un 75% más en 2022 pese a haber vendido la cuarta parte menos de pescado

La cifra de negocio de la lonja se cerró en 45,35 millones, uno por debajo del año precedente, ambos marcados por la volatilidad del mercado

Compradores de pescado en la cancha de subastas de la rula. | María Fuentes

Compradores de pescado en la cancha de subastas de la rula. | María Fuentes / F. L. Jiménez / A. P. Gión

F. L. Jiménez / A. P. Gión

La presentación oficial de las cuentas de Nueva Rula de Avilés correspondientes a 2022, realizada ayer ante el consejo de administración de la entidad, confirman las tendencias que ya había adelantado este periódico el pasado mes de febrero: la lonja gana hasta cuando pierde, pues es una de las que más se resintió el año pasado de la mengua generalizada de descargas de pescado –en su caso un 24,73 por ciento, la séptima peor cifra de todos los puertos estatales– y sin embargo apenas ha perdido cifra de negocio (45,35 millones frente a 64,2) y logra tener un superávit un 75 por ciento mayor que el del año precedente (204.000 euros frente a 116.690).

La explicación a esta aparente contradicción comercial –parecidos o incluso mejores datos económicos en una coyuntura de empeoramiento de los datos comerciales– radica en la apreciación que experimentaron por diferentes motivos tres especies claves en las cuentas de la rula: xarda, bocarte y bonito. En el caso de la xarda, la cotización se elevó por la escasez de capturas; el precio del bocarte aumentó por la gestión "responsable" que realizaron los pescadores del recurso disponible, limitando por ejemplo las capturas a tamaños más valorados por los compradores y parando la actividad en días determinados para permitir el mercado digerir la cantidades inyectadas con antelación; y el bonito se pagó de media más caro en 2022 que en 2021 porque las capturas fueron muy espaciadas a lo largo de toda la costera y se vendió más producto para fresco que para la industria conservera.

Incertidumbre

La rula de Avilés, en línea con todo el sector, atraviesa un periodo de gran incertidumbre por diversos motivos; entre otros, la paulatina reducción del numero de unidades de la flota asturiana, un hecho que acentúa la dependencia de barcos de otras comunidades –más "volátiles" en su comportamiento–; la imprevisibilidad de las costeras estacionales; y la atomización de las descargas de pescado en los pequeños puertos asturianos, una práctica que de cambiar algún día favorecería la concentración de producto en la rula de Avilés reforzando así su condición de referente comercial en el Cantábrico. A todo esto se unen las crecientes restricciones a la actividad pesquera, el impacto negativo del encarecimiento del combustible en los barcos de pesca y el comportamiento errático del consumo, afectado por la galopante inflación.

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