Entrevista |

"Un buen lugar para formarse fue ‘Els Joglars’: hacíamos 200 bolos por toda España", dice Eduard Fernández

"El lugar en el que el actor tiene que desarrollar su profesión es en el teatro: ahí estás solo y no hay ni trampa ni cartón; es más puro y heavy"

Eduard Fernández, en Langreo, en una visita anterior a Asturias. | Fernando Rodríguez

Eduard Fernández, en Langreo, en una visita anterior a Asturias. | Fernando Rodríguez / Saúl Fernández

Saúl Fernández

Saúl Fernández

El actor Eduard Fernández (Barcelona, 1964) será esta noche (20.15 horas) su propia madre. Se convertirá en Ana María sobre las tablas del teatro Palacio Valdés, en Avilés, un escenario del que faltaba desde hace treinta años. Fernández, del selecto club de los actores con tres premios "Goya", vuelve a las tablas con "Todas las canciones del mundo", un soliloquio íntimo que escribió el argentino Santiago Loza y que está conmoviendo corazones allá por donde se representa. Conversa con LA NUEVA ESPAÑA por teléfono.

–Según he leído, "Todas las canciones del mundo" lo vio en Buenos Aires hace algunos años.

–Vi otro texto de este autor, de Santiago Loza, un monólogo que me gustó mucho. Yo buscaba un monólogo. No sé por qué, pero me apetecía hacer un monólogo. De vez en cuando iba mirando cuando había alguno en cartelera y vi uno que me encantó, de un tal Santiago Loza. Me compré el libro y la gente me dijo: "¿Por qué no haces este que has visto, si te ha gustado tanto?" Yo respondí: "Está muy bien lo que he visto y no puedo mejorarlo, prefiero hacer otro". Al cabo de poco tiempo, murió mi madre y uno de los textos de ese libro era el de una mujer que hablaba, y hablaba mucho, de su hijo y me apeteció hacer eso y hacer de una mujer como esa. Llamamos al autor y vino a Madrid. Y añadió algunas cosas mías personales. Entonces es un "max mix": hay cosas que sí, que son verdad, y otras que no. La gente se hace un lío: "¿A ti te pasó eso?" "Eso no". Pero la relación madre-hijo es muy parecida a la mía con mi madre.

–O sea, que había una necesidad de contar una historia y una casualidad de haber encontrado a alguien que la había contado antes.

–Sí, sí. Una relación madre-hijo.

–Santiago Loza lo había escrito para una mujer.

–Sí, claro, claro. Yo voy con peluca y camisón. Hago de una señora que habla sobre su vida y su hijo mientras también se va; hay mucha cosa de olvido. Es muy teatral, digamos. Tiene como blancos. "No sé qué estaba diciendo". Son los olvidos de una mujer que tiene alzhéimer. Mi madre tenía alzhéimer. Todo se parece, todo tiene un aire parecido.

–¿Cómo trabajan todo esto?

–Primero llamé a Andrés Lima para que me dirigiera. Me dijo que sí, que encantado. Una vez coges algo que es tan personal, tienes que delegar en alguien, en un director del que me pueda fiar para gestionar ese material. No hacerlo todo yo. Me dijo que sí Andrés y entonces empezamos a hacer talleres, que así trabaja Andrés. Ensayos mucho tiempo antes. En el primer ensayo ya estábamos con Santiago Loza y yo le contaba cosas mías y fue reescribiendo, añadiendo. Y así se fue gestando. Sí, sí.

–¿Cómo fue la primera noche en que se convierte en su madre?

–¡Huy! Es que ahí estaba muy acojonado. Fue en Valladolid: delante de 800. ¡Hostia, qué manera de estrenar un monólogo! Hacía tiempo que no hacía teatro, estaba, ya le digo, muy acojonado. Fue un vértigo bestial, pero fue muy bonito. El otro día me decía Emilio Gutiérrez Caba que una función se termina con el público delante; uno de los ingredientes que hacen falta para terminar una función son los que te ven. Ahora llevo cuarenta funciones o así. Confío en ella. Ya está más hecho el espectáculo. Está más rodado porque poco a poco ha ido tomando forma. Y es algo que me gusta mucho. Es algo muy agotador –es hora y veinte o así–, con canciones de amor. El autor ponía "una canción de amor", pero no ponía cuál, así que teníamos que elegir las nuestras. Le decía a Andrés Lima: "Tienen que ser canciones de mi madre, de la tuya". No fue difícil encontrarlas: tenemos una edad semejante.

–¿Puede ser "Todas las canciones de amor" el final del proceso de duelo por la pérdida de su madre?

–Sí, sí, sí. Puede ser el final de un proceso de duelo: lo dice bien.

–Estuve mirando y resulta que estuvo aquí, en el Palacio Valdés, hace treinta años.

–¡Hostia, puta!

–Fue "Yo tengo un tío en América", de "Els Joglars".

–Ah, mira, claro. En 1993. ¡Qué fuerte! Treinta años ya. Estamos hablando de cosas serias.

–¿Qué recuerda de aquellos noventa en el teatro?

–Me formé en el teatro. Un buen lugar para formarse para mí fue "Els Joglars": hacíamos doscientos y bolos de cada espectáculo. Montábamos y desmontábamos, viajábamos en furgoneta por toda España. Tengo unos recuerdos maravillosos de esa época con Albert Boadella, que ha sido de los mejores directores de teatro con quien he trabajado. Buenísimo. Me parecen maravillosos recuerdos. Así que pasé por Avilés hace treinta años. ¡Qué fuerte!

–A partir de 2000 se pasa, fundamentalmente, al cine. ¿Cómo cambia su trabajo?

–El cine, a diferencia del teatro, tiene el primer plano. Me gustan mucho los dos: el teatro y el cine. El lugar en el que el actor tiene que desarrollar su profesión es en el teatro: ahí estás solo y no hay ni trampa ni cartón; es más puro, más heavy. Me ha gustado volver al teatro y volver con este monólogo.

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