Entrevista |

"La soledad del escenario cuando hago monólogos es vertiginosa", dice el actor Pedro Casablanc

"Que me permitieran cantar en escena me convenció al final, de no ser actor, sería cantante: es el otro modo de conectarte con el público"

Pedro Casablanc

Pedro Casablanc

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Pedro Casablanc (Casablanca, Marruecos, 1963) atiende la llamada de LA NUEVA ESPAÑA desde Bilbao, donde estos días rueda la serie "Querer", la primera de Alauda Ruiz de Azúa, la de "Cinco lobitos".

–Estaba repasando el texto de "Don Ramón del Valle-Inclán".

–La hace el viernes (20.00 horas) en el Centro Niemeyer.

–Eso es.

–La base es un perfil que Ramón Gómez de la Serna le hizo a Valle. ¿Cuál es su Ramón?

–Siempre he preferido a Valle. Lo conocí antes y me impresionó el primero.

–¿Ah, sí?

–Lo primero que vi fue "Luces de bohemia" y me quedé impresionado. A Gómez de la Serna lo conocí peor: en el instituto, cuando te explican lo de las greguerías. Se profundiza poco, quizá porque es más difícil: por el pensamiento, por la ironía, por la experimentación, pero desde que estoy con esto, le estoy cogiendo gusto. Sin embargo, mi Ramón es Valle-Inclán. Lo último que he hecho es un corto que se basa en uno de sus cuentos. Se llama "Sacrilegio" y está pendiente de la selección de los Goya.

–Cuente, cuente.

–Es la historia de ocho bandoleros que van a ejecutar a un compañero y les pide la extremaunción. Mira, "extremaunción", léxico valleinclanesco.

–A Valle le igualan a Lorca.

–No se ha superado ni el teatro de Lorca, ni, por supuesto, el de Valle. Los dos, fíjese, han acuñado adjetivos consecuentes: "valleinclanesco", "lorquiano". Parece que lo único que hacemos es visitar los clásicos. Y los dos lo son del siglo XX: los mejores. Benavente y Echegaray se llevaron el Nobel y no ninguno de ellos. Valle no lo ganó porque era poco dado al colegueo. ¿Quién monta ahora a cualquiera de los nobeles?

–Vamos a lo nuestro. ¿Cómo es este Valle que ve Gómez de la Serna y usted interpreta?

–Valle decía que era el segundo manco más ilustre de la literatura española. Gómez de la Serna, de haber nacido ahora, estaría presente en las tertulias de la televisión. Era un tipo estrambótico. Parece ser que se conocieron, aunque no mantuvieron una relación íntima, más bien, se encontraron. Tenga en cuenta que esta semblanza la escribió Gómez de la Serna después de que Valle hubiera muerto: es muy subjetiva e idealizada. No sé, me los imagino juntos paseando por Recoletos, conversando. "Maestro, fírmeme este libro".

–¿Qué le pasa a usted con los monólogos?

–En esta última temporada he aceptado unos cuantos muy interesantes: "Hacia la alegría", "José K. torturado". "Feuerbach" en realidad no era un monólogo como tampoco lo era "Últimas palabras de Copito de Nieve". La soledad del escenario cuando hago monólogos es vertiginosa, aunque en este "Don Ramón del Valle-Inclán" tengo la complicidad de Mario Molina y su piano de cola.

–Imagino que le pasará también en las giras.

–Estamos rodando la próxima serie de Alauda Ruiz de Azúa, una producción de Movistar. Estaba repasando el texto. El viernes volveré a Avilés.

–¿Qué le convenció para meterse en esta función?

–A Xavier Albertí no le conocía, aunque sí su teatro, que era muy distinto y muy atractivo. Me llamó, creo, cuando estaba trabajando en una serie que estaba dirigiendo Silvia Munt que se llama "Vida privada". Me dijo que si quería meterne en esta historia: Gómez de la Serna, la bohemia. Le pedí que me diera la oportunidad de cantar en escena y dijo que por supuesto. Recopiló algunos temas zarzueleros y aquí estamos.

–O sea, ¿le convenció la posibilidad de cantar?

–Eso es: que me permitiera cantar en escena me convenció al final. La música te traslada a otra dimensión. De no ser actor, hubiera sido cantante: es la otra manera de conectarte con el público.

–Pero, vaya, de volver a empezar, ¿repetiría como actor?

–No sé cómo expresarlo: me gusta la profesión de la que llevo viviendo toda mi vida. Creo que es la mejor del mundo si se consigue trabajar de ella todo el tiempo. En ese sentido, soy un privilegiado.

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