Felipe VI, uno más a la mesa en una sidrería de Avilés: "La gente en Asturias lo quiere y él lo sabe"

El Rey pide comer en la centenaria Casa Lin, debajo de la recreación de un hórreo y con serrín bajo los pies

F. L. Jiménez / N. Menéndez

"Don Felipe se emociona cuando está en Asturias, la gente lo quiere y él lo sabe". Así se expresó Graciano García, promotor de la Fundación Príncipe de Asturias, hoy Fundación Princesa de Asturias, al término de la comida que compartió ayer con el Rey de España en la centenaria sidrería Casa Lin de Avilés. Una comida que, al parecer, fue deseo expreso del Monarca en su camino hacia el aeropuerto para volver a Madrid en avión tras haber presidido por la mañana en Oviedo la celebración de los centenarios de la empresa de transportes Alsa y de Mantequerías Arias.

Y si de comer en clave asturiana se trata, la elección de Casa Lin siempre resulta un acierto por la variedad de productos de la tierra que ofrece su carta y por sus afamados guisos. También acompaña la decoración del local, fiel a las sidrerías de antaño –incluido serrín en el suelo– y con un comedor en el que destaca la recreación de un hórreo al que no le faltan ni las riestras de panoyas de maíz colgando de las colondras. Fue debajo de ese hórreo donde comió Felipe VI, al que acompañaron personas de su séquito, el ya citado Graciano García y la presidenta y la directora de la Fundación Princesa de Asturias, Ana Isabel Fernández y Teresa Sanjurjo, respectivamente. En total, ocho comensales. El grupo pidió tablas de quesos asturianos, longaniza de Avilés, almejas y pastel de cabracho para compartir, seguido de chopa, pixín y fabas con almejas; de postre, tartas de manzana y chocolate, flan y natillas caseras; para beber: agua, sidra y vino. El Rey cató la sidra, pero prefirió maridar la comida con vino.

El rey Felipe VI acude a comer a un establecimiento de Avilés

Mientras Su Majestad comía como uno más, lo mismo hicieron decenas de personas en el comedor de la sidrería, algunas ajenas a la relevancia de la personalidad oculta tras la subidoria del hórreo, que dio al grupo real intimidad durante su comida. No obstante, don Felipe no escatimó efusividad al abandonar el local. Se hizo fotos con quien se las pidió y felicitó a los trabajadores de la sidrería, en especial a las cocineras –Lorena Suárez, Aurora García y Margarita Mellén, con Amaya Crespo a la batuta– y a la camarera que atendió su mesa, Ángeles Barreiro, que protagonizó la anécdota de la comida al romper un plato –sin daños colaterales– y no necesitó muchas palabras para definir la experiencia de haber servido la comida al Rey: "Es un amor de hombre".

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