El ocaso del aluminio: habla el líder sindical que se fajó para salvar la fábrica de San Balandrán

José Manuel Gómez de la Uz, que presidió en lo más duro de la crisis el comité de empresa de la antigua Alcoa, recapitula: "Uno no entiende por qué en España alguien decidió cargarse todo esto"

José Manuel Gómez de la Uz, el viernes, junto a las instalaciones de la antigua Alcoa

José Manuel Gómez de la Uz, el viernes, junto a las instalaciones de la antigua Alcoa / Ricardo Solís

Saúl Fernández

Saúl Fernández

José Manuel Gómez de la Uz (1976) aparca junto al bar del Arañón. La terraza está llena. Hace sol. Se detiene poco antes de acceder al local y vuelve sobre sus pasos: "Voy a hacer una foto". A la bocana de la ría de Avilés, que cobra a esta hora un esplendor especial. Lo sabe bien. "¡Qué mareos pillaba!" De la Uz antes que metalúrgico fue pescador. Es normal: es de Cudillero. Sin embargo, más de la mitad de su vida la echó como obrero en la antigua Alcoa (luego Alu Ibérica); ahora ha cambiado de empresa.

Encabezó el comité de empresa de la aluminera en los peores años de la factoría: desde que los norteamericanos anunciaron –en el otoño de 2018– su deseo de cerrar sus instalaciones avilesinas hasta que estas –tras un devenir tenebroso y grotesco, con investigación criminal abierta en la Audiencia Nacional incluida– dejaron de producir. Y después cerraron. Y, al final, tanto él como sus últimos compañeros, terminaron en el paro: "Empezando de cero", lo dice él mismo, en el salón del Mar Isla, después de la foto –esta de aquí al lado–. En una mesa, al otro lado de la suya y la del periodista, juegan al tute. Y pintan bastos.

El lunes pasado se materializó la operación de compraventa de las instalaciones fabriles de San Balandrán: se las quedó Windar Renovables, promete crear más de un centenar de puestos de trabajo. "No me cogió de sorpresa", reconoce. "Siempre hay un final". Se para a reflexionar y admite: "Con el tiempo, algunas cosas me emocionan más que antes: haces un repaso de todo lo que sucedió y llegas al ‘aquí se acabó todo y a ver dónde estoy’", dice. "Después de veinte años trabajando, ver esta degeneración me emociona: sigo viniendo por aquí, sigo dando vueltas a la fábrica; por algo será. Cuesta mucho admitir cómo se pudo acabar con esta industria", señala. "Esta industria nunca debió morir: es una industria potente en el mundo. Y uno no entiende bien por qué en España alguien decidió cargarse todo esto", determina. "Tampoco nos vamos a engañar: me cuesta mucho todavía hoy saber qué pasó, saber dónde estoy: todavía no fui capaz de pasar página", resume lacónico.

"Entré a trabajar en Alcoa con veinticinco años y ahora tengo cuarenta y siete", explica. "Entonces, cuando entré en la fábrica era conocida en toda la región: era un trabajo estable. Podías decir: ‘Aquí voy a hacer mi carrera profesional y no tengo por qué preocuparme ya de nada más’. Sin embargo, pasamos de un período de veinte años con una estabilidad total –porque Alcoa tenía algo bueno: que nosotros, los trabajadores, pudimos planificar nuestras vidas– a uno de zozobra; y te inquietas. Aquello que tuvimos, ahora no lo tiene nadie. Eso nos lo dio la empresa. Ahora el futuro es otro distinto".

"Entré en el comité de empresa en 2003, es verdad que mi implicación no llegó hasta más tarde: hasta 2009 o por ahí, cuando Damián Manzano se marchó a Oviedo, a dirigir la federación de industria de Comisiones Obreras. Entonces estábamos inmersos en la negociación de un convenio y una valoración de puestos de trabajo: no me dio tiempo ni a respirar y, entonces, en junio de 2010 se inundó la fábrica. Fue una situación complicada ya de mano: al principio no sabíamos qué iba a pasar". Y lo que pasó es que hubo un extinción temporal de los contratos de la mayor parte de la plantilla durante cerca de seis meses. Fue el ensayo de lo que iba a venir después: la crisis de la energía, el fracaso en la subasta de la interrumpibilidad, el anuncio de venta de la fábrica, la posición del Ministerio de Industria de Reyes Maroto en la crisis, dos períodos electorales seguidos, promesas incumplidas y el concurso de acreedores y el principio del fin: la propuesta de Alcoa de cerrar el conflicto con indemnizaciones de sesenta días por año trabajado y todo lo demás. Y todo lo demás fue buscar dónde amarrar los cimientos que se había llevado un huracán para tirar adelante cuando los días normales se habían agrietado. "Ha sido un período de mucho desgaste", se limita a decir De la Uz para no decir que hubo divorcios, tensiones entre compañeros, portazos y hasta crisis nerviosas. Muchos dramas.

De la Uz, cuando se pone a analizar cómo él y el resto del comité desarrollaron su lucha, explica: "Nuestra movilización siempre fue por la industria, no por nuestro culo. Empezó en 2012: inmersos ya en un ERTE. En febrero de aquel año convocamos una manifestación en Avilés que, en ningún momento, enfocamos a nuestro caso. Convocamos otra en junio y una general de todos los sindicatos en noviembre porque, entonces, el Ministro José Manuel Soria quería quitar la interrumpibilidad porque estábamos en una crisis bestial y no había liquidez en España. Y ya fue ahí cuando empezamos: logramos que se reculara, que el Gobierno del PP entendiera que era más importante filtrar dinero a la gran industria que dejarla caer".

"Desde 2014, cuando el primer aviso de cierre, que logramos que se revertiera con aquella otra subasta y con 20.000 personas en la calle en Avilés, no hicimos otra cosa que reunirnos con políticos explicando la situación del sector, los problemas de la energía de los grandes consumidores. Todo aquello cayó en saco roto: si hay un culpable de que estas fábricas caigan y las otras que están por caer no es nadie más que el Gobierno actual. Las empresas si no son rentables, cierran. Alguien decidió no buscar soluciones a los costes energéticos para la industria: sí que me esperaba de que más tarde o más temprano la multinacional decidiera cerrar. El aluminio es inviable en España porque nadie ha hecho nada para rebajar sus costes eléctricos. Y, además, nos engañaron con aquel estatuto que no sirvió para nada. Y ahora seguimos como estábamos", se lamenta mientras enfoca a Arcelor, a San Ciprián... Y mientras enfoca vaticina el final de la gran industria y la partida de tute de la mesa de al lado se hace más interesante.

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