Villaviciosa,

Mariola MENÉNDEZ

Los mariscadores de la marisma de Villaviciosa, que llevan más de dos meses sin poder faenar, advierten de que la contaminación del estuario perjudica a todo el concejo y por eso quieren implicar a todos los vecinos. «No es un problema sólo nuestro, aunque somos la cabeza visible por ser los más afectados, es un problema ecológico», alerta uno de los pescadores, Ángel Fernández. Otra compañera de trabajo, Salomé González, pone la puntilla: «Si la ría está contaminada, también lo está la playa de Rodiles y peligra su bandera azul, pero eso no quieren sacarlo a la luz».

El Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil ha emitido varios informes que determinan que la carencia de saneamiento de los núcleos de la margen izquierda del estuario, que vierten directamente a éste, es la causa de que se hayan disparado los niveles de la bacteria salmonella en la carne de los moluscos. Es un problema de hace años pero que se ha agravado por la escasez de lluvias de este otoño e invierno, pues al disminuir el caudal del río y de la marisma el agua no ha arrastrado los vertidos.

El alcalde de Villaviciosa, José Felgueres, asegura ser consciente de que acometer el saneamiento de la ría es «una necesidad apremiante». Las obras de Carda, Selorio y Tornón ya han sido adjudicadas, con un presupuesto de más de 14 millones de euros, pero su acometida se ha retrasado porque la Consejería de Medio Ambiente obligó a modificar el trazado, explica Felgueres. Algunos pueblos de la margen izquierda ya están conectados al colector de Villaviciosa.

Los mariscadores exigen un saneamiento con urgencia y denuncian numerosos vertidos a la ría. Uno de ellos, en La Barquerina, donde el fétido olor y color blanquecino de las aguas dan un ejemplo de la situación. Pero no es el único punto. Denuncian otros similares, como a la altura del Serida, Les Colomines o el Salín, por citar algunos. El colectivo está indignado con las administraciones por las que consideran falta de resolución, información y ayudas económicas por una campaña que ya tildan de perdida. «Que nos den soluciones, que la ría es pequeña», afirma María Luisa Juárez, mientras que Paco Tuya asegura: «Queremos trabajar y no nos dejan, aunque pagamos nuestros impuestos». Para Salomé González no se trata de cerrar la marisma y sí de evitar los vertidos porque, como apunta Isabel Lozano, conocen de dónde proceden y piden que no les «traten de tontos». Todos coinciden en que al daño económico de una campaña nefasta han de sumar la pérdida de confianza de sus clientes.