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Los polesos desertan del Carmín: "Se ha desfasado y recuperarlo es muy difícil"

Los encuestados, muchos de los cuales han dejado de ir a la fiesta tras su transformación en un botellón, creen que el problema es educacional

Los polesos desertan del Carmín: "Se ha desfasado y recuperarlo es muy difícil"

"El Carmín no es lo que era". Y no hay más. Los polesos hablan y lo hace con contundencia: "Lo que antes era una romería familiar hoy es una fiesta a la que van los guajes a emborracharse". Tal es el cambio que muchos consideran que les han "robado" la fiesta. "Con ese ambiente ya no vamos", coincide la mayoría, que ve "muy complicado" poner en marcha medidas para tratar de recuperar la esencia del Carmín.

Uno de los síntomas que mejor hablan de la pérdida de identidad del Carmín es la reticencia de los polesos a subir al prao. Nacho Menéndez y Luis Ángel Marcos dejaron de ir "hace siete u ocho años", ahuyentados por el "desmadre" que se formaba en el entorno de la Sobatiella.

"Llegábamos a las siete o las ocho de la tarde y aquello estaba lleno de chavales borrachos, que suben mucho antes. Lo habitual era ir a merendar allí, y no lo de ahora", coinciden estos "desterrados" de la fiesta polesa, que no dudarían en volver si se recuperase parte de esa esencia perdida.

Lo mismo opina la joven Laura Noval, que no se corta en decir que el Carmín, actualmente, "da un poco de asco". "Se ha ido de las manos totalmente", asegura la polesa, que llevaba dos años sin subir al prao y, tras lo vivido el pasado lunes, "se le quitan las ganas a uno de volver".

También lo ve así Álvaro Fernández quien, pese a reconocer no ser muy amigo de las aglomeraciones, considera que el ambiente en El Carmín no es del todo bueno. "Hay mucho guaje, mucho borracho y demasiado desfase", lamenta el joven.

Los más mayores tampoco se muestran muy satisfechos con una tendencia que, aseguran, también les ha hecho abandonar la tradición de merendar en el prao. "Antes era una fiesta mucho más familiar. Íbamos en familia o pandillas, pero la fiesta se disfrutaba tranquilamente. Era una merienda", explica Carlos Pérez, que ante el tono que viene cogiendo la romería lleva "cinco o seis años" sin pasar por la zona de la Sobatiella.

Coincide Miguel Vega, que no encuentra mejor descripción para los acontecimientos que se vienen dando en los últimos años en El Carmín que "de pena". "De una merienda de lo más normal del mundo hemos pasado a una cosa en la que no hay más que chavaletes borrachos. Hasta dicen que hubo una violación. ¿En qué va a parar esto?", se pregunta.

Aunque todos tienen claro que la fiesta "ha degenerado" y que su estado de salud "no es bueno", cuesta mucho más encontrar los porqués a este cambio, especialmente acentuado "en la última década".

"La culpa es de la juventud y de sus familias. Beben de forma desmedida y sin control; están totalmente desfasados", señala sin dudar Vega desde la sombra de un banco a dos pasos del Ayuntamiento. "No sé qué pasa hoy en día", retoma con cierta incredulidad.

El resto, la mayoría, no se atreve a pronunciarse sobre los culpables. Más bien lo achacan a algo ligado a los usos actuales de la juventud. "Es difícil señalar a los jóvenes y decir que es culpa de ellos. Esto es algo generalizado que también se puede ver en otras fiestas similares, como el Xiringüelu", coinciden Menéndez y Marcos.

Además de por la edad, los hay que también consideran que influye el lugar de procedencia de los romeros. "Hay chavales que con 16 años llegan a la Pola en tren, con una garrafa de ron con coca-cola, y se ponen a beber desde primera hora. A esos les da igual venir al Carmín que a lo que sea. Ellos se montan su fiesta sin importar la tradición. Creo que los guajes polesos no van con esa intención, porque han mamado más la tradición", sostiene Andrés Huerta, "triste" por el desnorte de la romería.

Y si encontrar los motivos de este cambio radicar en El Carmín parece difícil, la solución parar tratar de recuperar su esencia es, según los polesos, más complicado todavía. "Controlar la entrada de alcohol es casi imposible y vigilar a los menores en un prao... ¿Eso cómo se hace?", cuestiona Huerta.

Precisamente aumentar esa vigilancia parece imposible para Menéndez. "Con la cantidad de gente que hay... ¿Cuánta Policía necesitarías?", duda Menéndez, quien tampoco culpa a los "forasteros": "Esto es una fiesta que se masificó y punto. Solucionarlo es algo educacional".

Una línea muy parecida la sigue Vega, quien encuentra complicado una solución. "Lo que está claro es que buena parte de culpa la tienen los padres. ¿Cómo puede haber chavales de 15 o 16 años borrachos de madrugada? Eso no es normal".

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