Conchita Rodríguez Valencia | | Primera mujer minera de interior, ganó el juicio en 1992

Conchita Rodríguez, la primera minera de interior, ganó el juicio hace 30 años: "En la calle fue duro, muchas mujeres estaban en contra y el machismo era grande"

"La primera en llamarme cuando gané en el Constitucional fue la periodista Encarna Sánchez, me mandó un ramo de flores"

Conchita Rodríguez, a la salida de una visita en el pozo Sotón. | Fernando Rodríguez

Conchita Rodríguez, a la salida de una visita en el pozo Sotón. | Fernando Rodríguez / David Orihuela

David Orihuela

David Orihuela

El 12 de diciembre de 1992, hace 30 años, la popular locutora de radio Encarna Sánchez envió un ramo de flores a los almacenes generales de Hunosa en El Trabanquín, en San Martín del Rey Aurelio. La destinataria era la langreana Conchita Rodríguez Valencia. El Tribunal Constitucional había dictado una sentencia en la que obligaba a la compañía hullera a admitir que las mujeres trabajasen en el interior de las minas. Tres décadas después, Rodríguez Valencia recuerda con orgullo aquella lucha en la que plantó cara a la empresa pública y logró que a partir de entonces ninguna mujer pudiera ser discriminada por su sexo a la hora de acceder a un puesto de trabajo.

–¿Qué le llevó a querer entrar en la mina?

–Necesitaba trabajar, en las Cuencas solo se podía trabajar en la minería, en la siderurgia o en el pequeño comercio. Buscaba un puesto de trabajo.

–¿Y qué ocurrió cuando presentó su solicitud en Hunosa?

–Estaba empezando la reconversión y los sindicatos y la empresa habían pactado que por cada cuatro mineros que se prejubilasen se contrataría a uno. Alguien tenía que entrar porque sino los pozos acabarían cerrando, que de aquella, en los 80, ya sabíamos que iban a cerrar porque era lo que había pasado en Inglaterra. La cosa es que en 1984 hubo una primera convocatoria de plazas. Yo trabajaba en el sindicato (SOMA) y pregunté cómo tenía que hacer para presenatr la solicitud. Me dijeron que no se podía porque la Organización Internacional del Trabajo (OIT) prohibía que las mujeres trabajasen en la mina. Me quedé pensativa porque la Constitución hablaba del derecho al trabajo, pero quedaba poco plazo y no presenté la solicitud.

–Hubo otras mujeres que sí lo hicieron.

–Así es. Vi en televisión a Ana Alonso, de El Serrallo, que habían ido a entrevistarla porque había echado la solicitud. Yo pensé que en el sindicato me habían engañado. En realidad se había luchado mucho para sacar a las mujeres de la mina, pero no porque fueran inferiores a los hombres, se las sacó porque ellas y los niños eran mano de obra barata. Ana Alonso fue la primera en denunciar a Hunosa, pero perdió el juicio y no acudió al Constitucional.

–Entonces usted decidió presentarse.

–En 1985 Hunosa convocó 948 plazas y allí fui yo.

–¿Y?

Pues presenté la solicitud y no me llamaban, así que voy de nuevo al sindicato porque a las mujeres no nos llamaban para al reconocimiento médico que había que hacer para ver si eras apto o no. Las mujeres estábamos solas, nos juntamos más de 100 esperando, entre las que se habían presentado en el 84 y las del 85. No nos llamaron hasta el 86. Las primeras fueron las del 84 y ahí estaba Ana Alonso y fue cuando le dijeron que no podía trabajar en la mina por ser mujer y decidió presentar una demanda. Entonces quedó todo parado a la espera del resultado de ese jucio pero mientras tanto un grupo de mujeres negoció con Hunosa que mientras no hubiese sentencia las mujeres, tanto las que pasasen el reconocimiento como las que no, podían trabajar de peón de exterior. Igual que los hombres que no eran aptos. Al final Ana perdió el juicio.

–¿Qué hizo usted entonces?

–Pedí una reunión con la empresa y exigí que me dieran la lista de las mujeres que habíamos superado las pruebas para trabajar en el interior. Conseguí los teléfonos y las llamé a todas para reunirnos en el bar del Soma en Sama. Hice una lista con la puntuación de cada una y el puesto en el que estábamos. Había entrado a trabajar gente que no había pasado el reconocimiento y nosotras no. Después de esa reunión con la empresa decidí que iba a denunciar. Fui a la sede regional de UGT en Oviedo y me estaba esperando Matilde Fernández, que luego fue ministra de Asuntos Sociales. Me dijo que me iban a apoyar en todo.

Yo quería un puesto de trabajo, conocía la mina y sabía a lo que me iba a enfrentar

–¿En la calle notaba también ese apoyo o todo lo contrario?

–En la calle fue duro. Muchas mujeres estaban en contra, decían que les quitábamos puestos de trabajo a los maridos y a los hijos. Los sindicatos salieron públicamente diciendo que Hunosa se convertiría en una sección femenina. El machismo era muy grande y se pensaba que los trabajos físicos hacían perder la feminidad a la mujer. A mi me llegaron a preguntar que si entraba en la mina qué iba a hacer cuando tuviese la regla. Aquellas mujeres rompimos barreras. Con nuestra actitud hicimos que sindicatos y empresa negociasen el cambio en el sistema de contratación. No podía ser que entrasen solo hijos de mineros, aquello era una empresa pública.

–Usted tenía el apoyo del partido, del PSOE.

–Sí. Matilde Fernández me puso en contacto con el Instituto de la Mujer en Madrid. Allí estaba Carlota Bustelo, que fue quien había logrado que nos llamasen para el reconocimiento porque nuestra lista estaba parada. Me presentó a mi abogada. Lucía Ruano que había sido secretaria de Mujeres Progresistas. Me apretaron para ver si era capaz de aguantar la presión que se me iba a venir encima. Empecé con la demanda con su apoyo. Mientras, Hunosa había cambiado su política de contratación y tiraba del Inem, como tenía que hacer. Del Inem solo llamaban a hombres para el interior de la mina y mujeres para el exterior. Me llamaron en el 87 y fui al reconocimiento médico. No lo pasé, me quedé a las puertas. Yo tenía que trabajar y saqué una plaza de auxiliar administrativo del Principado. Trabajé en Perlora, en Llanes y en el 89 entré de secretaria del servicio de anatomía patológica del Hospital Valle del Nalón. En el 90 me llaman de Hunosa para ir a trabajar como peón de exterior. Empecé a trabajar el 9 de mayo.

–Y su demanda seguía adelante.

–Sí, en el 89 ya había perdido el juicio y presentado un recurso ante el Tribunal Constitucional.

–Que falló a su favor el 12 de diciembre de 1992.

–Sí, yo estaba trabajando en el Trabanquín. Me lo dijo a las seis de la mañana Juan Alguacil, un compañero que lo había leído en el teletexto. La primera en llamarme fue Encarna Sánchez, que me mandó un ramo de flores.

–Ganó el juicio pero nunca entró a trabajar en la mina.

–No. Había ganado el juicio y me tuvieron que reconocer la antiguedad como ayudante minero desde 1985, pero de aquella ya había muchas prejubilaciones y salieron 48 plazas de administrativo para promoción interna, así que me presenté.

–¿Por qué no entró en la mina?

–Yo lo que quería era un puesto de trabajo. Conocía la mina y sabía con lo que me iba a enfrentar como mujer. Iba a tirar tierra contra las mujeres. Yo era administrativo y tenía aquella oportunidad de promoción interna. Si llego a entrar y al año marcho para las oficinas, los que no me apoyaban lo considerarían una victoria moral.

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