de lo nuestro Historias Heterodoxas

Por la "Ley del Candado"

Canalejas promovió en 1910 una disposición para imitar el control de la Iglesia que dividió a los españoles y se notó especialmente en Asturias

La situación descrita en el artículo, vista por Alfonso Zapico

La situación descrita en el artículo, vista por Alfonso Zapico / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Desde hace años, unos cuantos amigos nos juntamos cada mañana de domingo el tiempo que nos duran dos rondas de café para comentar cosas del Mieres antiguo, compartiendo fotografías, documentos o alguna anécdota que podemos haber oído de los más mayores durante la semana. Llevábamos tiempo tratando de identificar una imagen de la década de 1910 donde se ve una comitiva fúnebre bajando desde La Peña camino de La Belonga presidida por cuatro curas; tras ellos se aprecia una hermosa carroza tirada por cuatro caballos empenachados, con sus palafreneros ataviados "a la Federica", coronas de flores, cintas y mucha gente siguiendo el cortejo.También hay un enjambre de niños, como siempre sucede en las escenas que conservamos de esa época.

Por la "Ley del Candado"

Por la "Ley del Candado" / Ernesto BURGOS

Ahora, por una información que encontramos en la hemeroteca que coincide con estos detalles, todo indica que se trata del sepelio del ingeniero Alejandro Fernández Nespral, el 25 de enero de 1912, que siguió ese trayecto desde su domicilio en las cercanías de Fábrica de Mieres hasta el cementerio municipal.

En otra ocasión ya hemos señalado que don Alejandro era republicano y masón, y su tumba es la única que conserva en nuestro camposanto un símbolo de la Fraternidad. Concretamente, una estrella de cinco puntas que indica su paso al Oriente eterno y recuerda la perfección del maestro masón: la fuerza, la belleza, la sabiduría, la virtud y la caridad. Un grabado que se salvó de la piqueta franquista porque el monumento también lleva una cruz, ya que el entierro de Nespral, como acabamos de ver, fue cristiano.

Fábrica de Mieres

El caso es que, muchas veces, el historiador, buscando una cosa, encuentra otra, y así ha sido en esta ocasión, ya que siguiendo la pista de las actividades de Alejandro Fernández Nespral en Fábrica de Mieres hemos dado con una discusión que mantuvo en julio de 1910 con el párroco de La Rebollada a cuenta de la política religiosa del Gobierno que entonces estaba preparando la llamada "Ley del Candado". Esto no pasaría de ser una anécdota si no fuese porque este sacerdote era don Luciano Fernández Martínez, cuya ejecución durante la revolución de Asturias todavía hace correr ríos de tinta. Se lo explicaré más abajo, pero antes debemos ir por orden.

Y lo primero es recordarles que se conoce como "Ley del candado" a la que promovió en diciembre de 1910 el presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, y rubricó el rey Alfonso XIII con un artículo único que contenía estos dos párrafos iniciales: "No se establecerán nuevas Asociaciones pertenecientes a Órdenes o Congregaciones religiosas canónicamente reconocidas, sin la autorización del Ministerio de la Gracia y Justicia consignada en Real Decreto, que se publicará en la Gaceta de Madrid, mientras no se regule definitivamente la condición jurídica de las mismas. No se concederá dicha autorización cuando más de la tercera parte de los individuos que hayan de formar la nueva Asociación sean extranjeros".

Refuerzo laico

Esto suponía en la práctica reforzar el carácter laico del Estado y atacar el control que la Iglesia Católica mantenía en sectores tan delicados como el de la Enseñanza; sin embargo, la norma nunca llegó a aplicarse porque en su texto había una trampa legal que los progresistas no supieron ver (ya ven que no hay nada nuevo y esto se parece mucho a lo que estamos viviendo ahora con la "Ley del sí es sí"). El caso es que los religiosos no perdieron ni un ápice de su poder y el pobre Canalejas, que para más inri era de misa diaria, fue considerado por sus hermanos de culto poco menos que como un diablo.

Pues bien, el 13 de julio de aquel 1910, los republicanos asturianos se vieron sorprendidos por la publicación de un telegrama firmado por Nespral en "Las Libertades" en el que protestaba en nombre de los 3.000 obreros de la Fábrica contra la política anticlerical de Canalejas. Lógicamente, la cosa no cuadraba con el talante del firmante, quien, a pesar de ser el jefe de las oficinas centrales del establecimiento industrial, siempre había destacado por su carácter progresista. Primero se pensó que se trataba de un documento falso –lo que ahora se conoce con el anglicismo de "fake new"–, pero para salir de dudas el corresponsal de "El Noroeste" decidió investigar lo que había sucedido y se encontró con una historia truculenta.

Al parecer, dos días antes, cuando el señor Nespral se encontraba trabajando en su despacho, había recibido la vista de don Luciano, simpatizante del marqués de Comillas y muy cercano a las mujeres de la familia Guilhou, Enriqueta y sus hijas Jacqueline y Marta, que eran fervientes católicas.

El sacerdote traía en sus manos el famoso telegrama con la intención de que lo rubricase el ingeniero, quien, después de leerlo, se negó, alegando sus convicciones liberales; pero el cura, que ya se lo esperaba, le dijo que venía autorizado por el director de la Fábrica, el belga Van Straalen. Entonces, Nespral dejó lo que estaba haciendo y fue a preguntárselo con el papel en la mano. El director le confirmó que lo dicho por el cura era cierto, pero que, como él era extranjero, el único autorizado para representar a la empresa en estas cuestiones y firmar tenía que ser el jefe de las oficinas centrales. Ante este argumento, el ingeniero accedió, aunque dejando constancia de que lo hacía como empleado de la Fábrica y no a título personal.

Preguntas a la plantilla

Sin embargo, ambos habían olvidado un pequeño detalle: antes había que preguntar a los obreros si ellos estaban de acuerdo.

Apresuradamente se ordenó a los jefes de cada taller y a los maestros que recogiesen las firmas de los trabajadores que cada uno tenía asignados. Sorprendentemente, y a pesar de la persecución que se había vivido en Fábrica de Mieres tras la "Huelgona" de 1906 y de los despidos masivos para asegurarse la fidelidad de quienes permanecieron en el trabajo, muchos dijeron que no.

Sin embargo, el telegrama se publicó igualmente y don Luciano aumentó más enemigos a los que ya tenía por haber participado personalmente en la elaboración de las listas de represaliados por aquel gran conflicto.

La posición ante la "Ley del Candado" dividió aquel año a los españoles y esto se notó especialmente en Asturias. Por un lado, hubo varias manifestaciones tanto a favor como en contra de la Iglesia –las segundas, sobre todo, en la Montaña Central–. Por otro, desde el Coto del marqués de Comillas se impulsó una magna concentración en Oviedo el 10 de octubre de aquel 1910 a la que concurrieron unos 30.000 católicos llegados de toda la región y en la que también menudearon los incidentes con los anticlericales.

Así contó la prensa su inicio: "Terminada la misa se organizó la manifestación. Rompieron marcha los de Mieres con su banda. Todo cuanto se diga de su grandiosidad será poco. Más de un kilómetro ocupaba aquella enorme multitud, cuando recorrían las calles anchas. Las casas, en casi su totalidad, estaban adornadas con colgaduras; los balcones hallábanse cuajados de mujeres de todas las clases sociales que aplaudían, vitoreaban y esparcían flores y hojas multicolores impresas con escogidos textos y valientes inscripciones".

Revolución del 34

Ya he adelantado que Alejandro Fernández Nespral falleció dos años más tarde de estos hechos. Sin embargo, don Luciano Fernández Martínez sobrevivió hasta que los revolucionarios acabaron con su vida en Loredo en 1934.

El pasado mes de febrero, Ramón García Piñeiro publicó en la revista "Nortes" el artículo: "El viacrucis de Don Luciano: un episodio de violencia anticlerical en la Revolución de Octubre". En él, después de algunas puntualizaciones sobre lo que ocurrió aquel día, el historiador recoge la opinión que escribió José Fernández Sánchez en su autobiografía "Cuando el mundo era Ablaña" diciendo que el párroco mantenía relaciones sexuales con su posadera, más joven que él, y aprovechaba su condición de confesor de los dueños de Fábrica de Mieres para conseguir puestos de trabajo a quienes se lo pedían, aunque "la satisfacción de esta demanda, al parecer, estaba supeditada a que fuera planteada, no directamente por el peticionario, sino por su esposa u otra mujer que lo representara, la cual no ignoraba cómo debía proceder con el cura para que bendijera con su mediación la consecución del anhelado puesto de trabajo".

En el otro extremo, el sacerdote avilesino Ángel Garralda, quien fue conocido por sus ideas ultraconservadoras, escribió que a don Luciano lo llevaron a Loredo "por temor a que en La Rebollada pudieran defenderlo los del pueblo, por haber colocado a gente en Fábrica de Mieres sin tasa".

Lo cierto es que en octubre de 1934 también fueron detenidos en la capilla de Ablaña el verdadero capellán de Fábrica don Ángel Puente, el cura de Loredo Florentino Díaz y el coadjutor de La Rebollada don José Ramón Merediz y los revolucionarios respetaron sus vidas. La historia de hoy nos ayuda a conocer por qué don Luciano no tuvo la misma suerte.

Suscríbete para seguir leyendo