Dando la lata

Cita previa

Ricardo V. Montoto

Ricardo V. Montoto

Creo que ya es suficiente. Una medida adoptada para intentar capear la galerna del coronavirus, la respuesta prudente a una situación excepcional, hoy, dos años y pico después, ya es una broma pesada.

Recuerdo las palabras de políticos patrios llamando a acercar la Administración a la ciudadanía, a hacerla más accesible, más próxima, para que los españoles percibiéramos los servicios públicos como algo propio –que es lo que son-. Sin embargo, nunca la administración estuvo más apartada del pueblo que hoy. Y con la excusa de la cita previa se ha construido un bunker que nos separa irremediablemente.

Nuestras obligaciones son las mismas, o más, que antes de la pandemia. Los papeleos, los trámites, las solicitudes, los plazos, los requerimientos, las reclamaciones siguen siendo iguales. La única diferencia es que entre el ciudadano y la ventanilla ahora existe una especie de trinchera. Unos dentro, encastillados y defendidos, y otros, nosotros, afuera, llamando a las puertas de una fortaleza que raramente responde.

Ya está bien de cita previa. Es hora de que la normalidad retorne a los órganos administrativos, de tratarnos directamente, de poner voz y cara al que nos atiende y de humanizar las relaciones.

Por supuesto que los avances tecnológicos son positivos, que para muchos la posibilidad de solucionar algo a través de internet es una bendición. Pero para otros tantos se ha convertido en una barrera infranqueable y una forma injusta de exclusión.

Acaben con la obligatoriedad de la cita previa. Ya resulta ofensiva. Además, el tiempo transcurrido desde su implantación generalizada evidencia que no se produjeron mejorías reseñables. Es más, casi todo va más lento, peor. Y a pesar de la superpoblación de las administraciones públicas, cada día más gordas, en la calle no se aprecia que sirva para nada. Más medios, más gente y más filtros no tienen como consecuencia mayor agilidad y eficacia. Es como si se estuviera contratando personal para aquello que no hace falta. Y en lo realmente necesario continúan en cuadro. Lo dicho, ya es suficiente. Fuera la cita previa.

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