La soledad de los números primos

Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

Ser optimista y sportinguista está reñido últimamente. A quienes practican con el ejemplo se les ve como a los protagonistas de la novela de Paolo Giordano, viven en las páginas de "La soledad de los números primos". Se trata de personajes, los del libro, a quienes su singularidad les convierte en unos extraños a los ojos de quienes les rodean. Acaban apoyándose entre ellos para combatir esa sensación de soledad e incomprensión. Pensar en que el Sporting está ahora mismo en el inicio del camino de un porvenir ilusionante es envolverse en miradas de extrañeza, por decirlo suavemente. Ser un poco número primo, o primo directamente. Ante el derbi asturiano y en clave sportinguista, lo fácil desde esta tribuna sería hablar del desastre del primer proyecto deportivo de Orlegi, para después hacer un alegato al orgullo, a la deuda de honor del Sporting con su afición por los años de ausencia de victorias, también ante el Oviedo. Una realidad tan obvia como compartida. Lo doy por asumido. Prefiero aprovechar estas líneas para intentar combatir el pesimismo, entendible y extendido, pese a la voluntad de los más de 19.000 del último partido en El Molinón. Quizá romper con ese pesimismo sea tarea más difícil de conseguir que la de ganar al conjunto carbayón, aunque sería un buen primer paso para contribuir a ello. Quiero ser optimista por el crecimiento de Diego Sánchez, la zancada de Varane, la tijereta de Queipo, la personalidad de Nacho Martín, el resurgir de Pedro o porque es injusto juzgar a Ramírez solo por media temporada. También, sobre todo, porque vivir en la negatividad es como salir derrotado a un derbi.

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