Opinión

Antón Meana

La opinión de Antón Meana sobre Gijón y el Mundial: Un no valiente y responsable

Gijón lleva muchos meses fuera de la carrera mundialista

Alejandro Irarragorri, presentando el proyecto «Asturias 2030» el pasado febrero. | J. Plaza

Alejandro Irarragorri, presentando el proyecto «Asturias 2030» el pasado febrero. | J. Plaza / Antón meana

Gijón lleva muchos meses fuera de la carrera mundialista. No se habían celebrado aún las últimas elecciones municipales y ya recibíamos informaciones muy claras desde Las Rozas situando a la candidatura gijonesa en el vagón de cola de todas las aspirantes. Culpar de ello a la alcaldesa es ruin y ventajista. El diagnóstico y el análisis de por qué nuestra ciudad no será una de las elegidas debe hacerse con calma, analizando el papel de todos los actores, incluidos dos equipos de gobierno en el consistorio municipal y dos propiedades diferentes al frente del Sporting. Pero con la fotografía actual, el gesto de la alcaldesa es valiente y responsable, alejado del humo que venden los amantes del marketing y el ruido.

Gijón no tiene un estadio acorde a las exigencias FIFA, factor determinante para un mundial que aspira a ser sostenible, y nunca ha encontrado el consenso político y empresarial necesario para llegar a la meta con éxito. Lo que sí han logrado en Zaragoza aquí no ha estado ni cerca. El grupo Orlegi jugó con El Molinón como si fuera suyo, algo que afortunadamente no es así.

De los últimos 14 Mundiales, solo 2 ganaron dinero. El del 82 fue una ruina económica para nuestro país, según las cifras aportadas por "Hora 25". A España le costó muchos millones de pesetas aquel torneo porque la inversión realizada en las 14 ciudades sede era imposible de recuperar. Se pagó aquel derroche durante décadas, y tal y como demuestra con datos exactos el periodista Javier Ruiz, un Mundial es una máquina de perder dinero para la sede que lo acoge. Solamente FIFA y las televisiones llenan sus arcas con estos eventos planetarios.

El 92% de las Copas del Mundo arrojan pérdidas millonarias para el país que los alberga, de ahí que Rusia, Qatar y Arabia Saudí sean los últimos tres estados que los organizan en solitario. México, Estados Unidos y Canadá han tenido que ir de la mano en 2026 para amortiguar el golpe, igual que nosotros con Portugal y Marruecos cuatro años después. Es algo tan evidente que nuestro vecino Portugal, el cerebro actual de la candidatura Ibérica, solo pide 3 estadios y 2 ciudades muy concretas para organizar partidos en 2030, renunciando a cualquier inversión en ciudades pequeñas o medianas. El Gobierno de nuestro país ha sido tajante cuando le hemos preguntado en el último año: España no paga estadios. De ahí que el Ayuntamiento tenga toda la responsabilidad económica de una obra faraónica que, aunque nos duela a los futboleros, no es imprescindible.

Orlegi no ha sido leal con el Ayuntamiento de Gijón. Ni con el actual ni con el anterior. Les han mirado por encima del hombro, trabajando proyectos en secreto que expulsaban del estadio a negocios locales sin explicación alguna, con un aire de superioridad que ofende a cualquiera. Hay que darles las gracias por ponernos en el mapa, pero viendo que se quedan sin el caramelo que desean, presionan ahora a la alcaldesa con el apoyo del comité organizador para que se desdiga de sus palabras y estire por estirar el chicle hasta julio.

Todo lo que ha dicho Carmen Moriyón en las últimas semanas es cierto. La candidatura es de la ciudad, por lo que es Gijón, y no el Sporting, ni Asturias, ni Jalisco, la que soporta el peso de los contratos en caso de que llegado el día no se pueda cumplir lo acordado con FIFA.

A España le han concedido la organización de un Mundial en el peor momento posible, con una federación descabezada y sin músculo, más pendiente de quién ocupará el sillón de Rubiales los próximos cuatro años que de cuántas sedes tendremos en 2030. Oviedo, Santander, Alicante, Cádiz, Palma de Mallorca o Valladolid tampoco vieron viable presentarse, y no las considero precisamente ciudades de segunda, al contrario. Gijón no se ha fiado de FIFA ni de Irarragorri, sin más. Los que defendimos en estas mismas páginas que las buenas olas hay que surfearlas debemos ser conscientes de que si la mar no está bien es mejor quedarse en tierra y no arriesgar.

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