Oviedo, Marián MARTÍNEZ

La estrecha vinculación de Marcelino Camacho con Asturias no se refleja sólo en sus numerosas visitas a la región. Consideraba al Principado cuna de «las Comisiones Obreras», como gustaba de llamar al sindicato que fundó. Hasta el punto de que en su libro «Charlas en la prisión. El movimiento obrero sindical», que escribió en la cárcel de Carabanchel, le dedica varias páginas al conflicto en la mina de La Camocha, convirtiéndolo en origen y mito fundacional del ahora sindicato mayoritario del país.

Marcelino Camacho, soriano de origen, compartió prisión, compromiso político y lucha sindical con históricos de la izquierda en Asturias como Horacio Fernández Inguanzo, Juan Muñiz Zapico, «Juanín», Manuel Nevado. Estuvo muy cerca también de otros compañeros como Gerardo Iglesias, Francisco Javier Suárez; Emilio Huerta, «Triqui», y Francisco Prado Alberdi, «Pipas», entre otros. Marcelino y Juanín sufrieron juntos cárcel y sentencia en el bautizado como «Proceso 1.001», en 1973, en el que se condenó a toda la dirección de Comisiones Obreras a un total de 162 años de cárcel por un delito de asociación ilícita, teniendo en cuenta que el sindicato era ilegal y estaba vinculado al Partido Comunista. El juicio coincidió en el tiempo con la muerte en atentado del almirante Luis Carrero Blanco y estuvo sobrevolado por el temor a que la dictadura franquista reaccionara endureciendo al máximo las penas para unos dirigentes que en aquellos años representaban a una parte muy importante de quienes combatían clandestinamente al régimen.

«Marcelino estaba muy ligado a Asturias, quizá porque era un hombre muy pegado al terreno y la región estaba a la vanguardia del movimiento obrero. No era intervencionista, no venía a dar lecciones. Venía, escuchaba, analizaba lo que se hacía y cómo se podía trasladar al resto de España o qué errores había que evitar», explica Francisco Javier Suárez.

El cantautor mierense Víctor Manuel compuso en los años 70 una canción titulada «Marcelino». Su letra dice en un momento: «cuando habla la razón no cabe la revancha ni el rencor». Y en otro: «hay que apretar el puño y caminar / hay que juntar la fuerza y caminar». Palabras que, según quienes conocieron bien al «camarada Marcelino», le definen con precisión.

«Cuando se constituyó CC OO nadie dudó de quién tenía que ser el secretario general. Su elección fue algo natural. Era el más relevante de todos los cuadros sindicales que estábamos allí y una gran persona. Y jugó un papel fue fundamental en la Transición», añade Suárez.

Emilio Huerta, «Triqui», recuerda la austeridad «espartana» de Camacho, su laboriosidad, optimismo y honradez. «Siempre se quedaba en casa de un camarada, porque se negaba a ir de hotel. Eso sí, a las cinco de la mañana se levantaba a hacer su tabla de gimnasia, y luego se tomaba su zumo de limón exprimido para la garganta. Después, a trabajar las horas que hicieran falta».

Alberdi, presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico, recuerda que cuando Camacho visitaba Ensidesa era un quebradero de cabeza para la compañía. «Le programaban la visita, pero a él le daba igual. Iba y venía de un lado a otro para saludar y hablar con todos los trabajadores. Aquello era interminable. Y si la empresa decía algo siempre contestaba lo mismo: Yo no vengo a ver la fábrica, vengo a ver a sus trabajadores, que son los que me interesan».

El último homenaje asturiano a Camacho fue en La Felguera, donde una calle lleva su nombre desde hace un año. Él ya no pudo asistir y lo hizo su hija, Yenia. Esta madrugada dos centenares de sindicalistas asturianos de CC OO partían en autobuses hacia Madrid para despedir a «Marcelino». El fundador que en Asturias encontraba a menudo también sólidos apoyos cuando en CC OO tocaba tormenta interna.