Dentro del enfoque clásico de la investigación petrolera se consideraba que para obtener un yacimiento viable de hidrocarburos era necesario tener lo siguiente:

a) Una serie estratigráfica con rocas enriquecidas en materia orgánica que, durante la historia geológica, hubieran sufrido presiones y temperaturas suficientes para que la materia orgánica madurara, convirtiéndose en petróleo y gas («rocas madre»).

b) Que los hidrocarburos así generados migraran hacia la superficie hasta alcanzar niveles estratigráficos porosos y permeables («rocas almacén») capaces de albergarlos.

d) Que sobre los almacenes hubiera materiales impermeables («rocas de cobertera») idóneos para detener el proceso de migración vertical actuando como sello. Asimismo, era necesario que la deformación de la serie estratigráfica hubiera dado lugar a «trampas petrolíferas».

La falta de alguna de las premisas (generación, migración, almacenamiento, deformación y sello) haría que los hidrocarburos de la roca madre alcanzaran la superficie donde serían aventados (los volátiles) y asimilados (los líquidos) por el ciclo hidrológico, quedando en las rocas restos de petróleos pesados o alquitranes. Un ejemplo son las arenas petrolíferas del valle de Zamanzas en Burgos.

A lo largo de la última década, en la ciencia petrolera se ha producido una revolución conceptual que permite ahora considerar a las rocas madres generadoras también como rocas almacén, dado que una parte del petróleo y gas que, en su día, produjeron no migró, quedando retenida en ellas. Se trata de almacenes de muy malas características (baja porosidad y escasa permeabilidad) y, además, los hidrocarburos ligeros (los gases) no están libres, sino «adsorbidos» en la matriz carbonosa.

Este nuevo concepto, unido a la evolución tecnológica habida en la perforación dirigida y en la fracturación hidráulica, abre grandes posibilidades de encontrar y explotar importantes reservas de gas y petróleo en todo el orbe, con la trascendencia (energética, económica y geopolítica) que esto tiene.

En España, en los últimos 60 años, se hizo mucha exploración petrolífera (unos 1.000 pozos) con algunos éxitos en pequeños yacimientos convencionales y se reconocieron numerosas zonas favorables como rocas madre. En el caso de Asturias, se exploró fundamentalmente en la plataforma costera y los pozos suministraron numerosos indicios de gas y de petróleo. ¡Existen los petróleos asturianos! El lector, si lo desea, puede observar muestras en las colecciones depositadas en el Museo de Geología (campus de Llamaquique).

Pero los indicios de hidrocarburos en Asturias son anteriores. Desde antiguo se sufre la presencia de gas grisú (metano, con trazas de etano, etcétera) en las minas de carbón y, en especial, en el yacimiento de la Cuenca carbonífera Central. En las rocas encajantes y en las capas de carbón se ha observado, asimismo, la presencia de aceites minerales, destilados o condensados, restos de parafinas, ozoqueritas, etcétera. Todas estas manifestaciones de hidrocarburos sólidos, líquidos y gaseosos demuestran que los materiales carboníferos constituyen una roca madre.

Las manifestaciones de gas se han observado en dos puntos en superficie: el «mecheru de Saús» (Carbayín, Siero) y el «mecheru de Caldones» (Gijón). El primero es un fenómeno natural en el que una llama perpetua se alimenta del grisú que sale por una fractura que conecta con una zona carbonífera. El segundo, por el contrario, es un sondeo que investigaba (en 1915) el carbonífero productivo de lo que, más adelante, sería Mina La Camocha. Al atravesar los últimos estratos pérmicos y adentrarse en los carboníferos sufrió una avenida incontrolada de gas que estuvo ardiendo en superficie cuatro días. Se estima que produjo un millón de m3 de gas en un par de meses.

En la década 1975-1985 se perforó en la plataforma continental asturiana un total de 20 sondeos (13 secos y 7 con indicios de hidrocarburos). La proporción de éxito es notable. Los «almacenes convencionales» reconocidos se sitúan en terrenos de Edad Terciaria y/o Cretácica, y no han sido desarrollados hasta la fecha. De la investigación geológica y geofísica de la cuenca asturiana «offshore», se dedujo que la roca madre generadora se hallaba en materiales lutíticos, margosos y calcáreos de la edad del Jurásico Inferior. Estos estratos pueden observarse en los acantilados costeros entre Peñarrubia (Gijón) y Rodiles (Villaviciosa). Dentro de este conjunto de materiales alternantes se encuentra un nivel de unos 15 metros de lutitas negras («black shales») con una gran cantidad de materia orgánica (>4%) convertida en hidrocarburos. La roca presenta acumulaciones de organismos fósiles y, muchos de ellos, contienen petróleo líquido en su interior.

Por otro lado, los materiales carboníferos de la Cuenca Central están recubiertos, hacia el Norte y Nordeste, por una cobertera pérmica y mesozoica correspondiente a las cuencas de Gijón y Villaviciosa-Cabranes. El afloramiento carbonífero de Viñón demuestra la continuidad de estos materiales bajo el recubrimiento. Ambas cuencas y su continuidad en la plataforma continental tienen posibilidades de soportar proyectos de recuperación de gas almacenado en rocas madre de edad carbonífera.

Así pues, en Asturias yacen materiales que están contrastados como generadores de hidrocarburos, aunque la acumulación en rocas almacén tradicionales no ha sido muy favorable. Se abre ahora otro capítulo que podría desembocar en la puesta en producción de estas rocas jurásicas y carboníferas.

En tierra, los terrenos ocupados por el Mesozoico y Pérmico de las cuencas señaladas son adecuados para la investigación del macizo carbonífero subyacente. En la plataforma continental existen buenas perspectivas, pues, como se observa en el mapa que acompaña este artículo, las rocas mesozoicas cubren gran parte del área. Ningún sondeo ha reconocido con detalle los materiales del Jurásico Inferior y del Carbonífero, que, situados a profundidades superiores a los 4.000 metros, permanecen sin estudiar.

No queremos decir que, de repente, Asturias y España vayan a convertirse en potencias petroleras. Sin embargo, sí podría ser posible alcanzar con recursos propios un cierto grado de abastecimiento nacional de hidrocarburos. Hasta ahora, nuestro mercado es dependiente casi al 100% de las importaciones.

Los nuevos avances en la ciencia petrolera, unidos a la mejora de las tecnologías usadas, permiten dar un impulso a la exploración de hidrocarburos en nuestro subsuelo. Sería imperdonable abandonar la investigación de estos recursos por prejuicios contra técnicas de trabajo utilizadas desde hace muchos años en todo el mundo, perfectamente contrastadas y controladas.