Bankia salió a Bolsa en julio de 2011 y lo que se presentó como una inversión segura acabó en fiasco. Meses más tarde se descubrió que la entidad atravesaba por graves problemas económicos, todo lo contrario que decía el folleto que repartió entre los potenciales inversores y en los que exhibía una imagen de solvencia que no existía, según han venido resaltando las diferentes sentencias sobre el caso.