J. M. CEINOS

El 29 de septiembre de 1833 murió Fernando VII -al que primero llamaron «El Deseado» y luego «El Felón»- sin hijos varones. Casi con el cuerpo aún caliente del monarca se echaron al monte las primeras partidas que defendían los derechos de sucesión al trono del infante Carlos María Isidro, hermano del difunto rey, en detrimento de Isabel, la elegida para suceder a su padre, Fernando VII. Comenzó así la llamada Primera Guerra Carlista (1833-1840), que para la villa de Gijón supondría su transformación, por orden del Gobierno de la nación, en plaza fuerte.

Para evitar las posibles acometidas del bando carlista contra la ciudad y su puerto, se dispuso la construcción de una serie de fortificaciones, rodeadas por un foso, que blindaran por tierra el caserío y la dársena desde la playa de San Lorenzo hasta la de Pando. Siguiendo los cánones de la arquitectura militar de la época, se diseñó una fortificación en forma de estrella que seguía un trazado, visto con los ojos de hoy, que arrancaba en las proximidades de la Escalerona y seguía por la calle de la Muralla (de ahí su nombre), la plaza de Evaristo Fernández San Miguel, el paseo de Begoña, la plaza de Europa, la calle de Sanz Crespo y terminaba en la zona de Fomento.

Los baluartes, muros aspillerados y fosos se convertirían, con el paso de los años, en un estorbo para el crecimiento de la ciudad, que en la segunda mitad del siglo XIX iniciaba su imparable industrialización, con la construcción de fábricas y talleres y también de viviendas para la cada vez más amplia población artesanal y obrera.

Fueron reiteradas las peticiones de las «fuerzas vivas» gijonesas, encabezadas por el Ayuntamiento, para que se derribase la fortificación (en realidad, el complejo militra nunca se ultimó), que como escribió en su «Biografía de la villa y puerto de Gijón» Joaquín Alonso Bonet, que fue director del diario local «La Prensa» y luego cronista oficial de Gijón, «constituía una obsesión popular la necesidad de suprimir el estorbo y peligro que suponían las viejas defensas militares que atravesaban la villa. Demostrado estaba que no eran una defensa eficaz».

Hasta el año 1863 «no se consiguió el proyecto de ley que autorizaba la demolición de las murallas», relata Bonet, «pero hubieron de transcurrir trece años más (hasta el 18 de diciembre de 1876, cuando el Senado lo aprobó) para que fosos y murallas desaparecieran», y los gijoneses celebraron «la noticia con manifestaciones en la plaza Mayor. Y, algún tiempo después, El Humedal quedaba sin murallas y fosos, y la población, obstruida por su mitad, se saneaba y tenía el espacio que se apeteciera ya desde el año 1841. Pero la urbanización y el completo saneamiento, hubieron de tardar muchos años en ser realidad».

En 1876 terminó la Tercera Guerra Carlista, que se había iniciado en 1872. Algunos autores, como Jordi Canal, la consideran la segunda, argumentando que el conflicto bélico de 1846 a 1849, la Guerra de los Matiners, se desarrolló casi exclusivamente en Cataluña.

De cualquier modo, como afirma el gijonés Luis Infante, experto en la historia del carlismo, Gijón no podía considerarse un enclave liberal, ya que «antes de 1833 Asturias tenía más batallones de voluntarios realistas, en proporción a su población, que ninguna otra región de España, y Gijón no era una excepción».

Cuando estalló la Primera Guerra Carlista, prosigue Infante, «un buque de la Armada británica estuvo casi permanentemente en el puerto de Gijón. Su misión era triple: patrullar la costa, reforzar con su dotación a la guarnición liberal que ocupaba la villa si había amenaza de disturbios o ataque y hacerse a la mar con los miembros del Ayuntamiento liberal y los notables cristinos (partidarios de la reina regente, madre de Isabel) si las tropas salían de la villa, para que no quedaran a merced de sus vecinos».

Francisco González Macías (Béjar, Salamanca, 1901-Madrid, 1982), reconocido escultor que dejó su impronta en Gijón con varias obras, fue el autor de una maqueta, realizada enteramente en madera, que muestra, a escala 1:800, el puerto y villa de Gijón en el año 1849. Macías se inspiró en un plano levantado a mediados del siglo XIX y, con todo detalle, recrea la plaza fuerte en que se convirtió Gijón.

La maqueta también tiene su pequeña historia. Tras pasar por varias dependencias municipales, terminó, ya muy deteriorada, en los locales de la Oficina Municipal de Tráfico que estaban situados en la calle de Manuel Llaneza, cuando Eduardo Vigil era el responsable de dicho departamento.

Luego, por mediación de la Asociación de Vecinos de Cimavilla, la maqueta, una vez restaurada en el taller gijonés de Clemente Galán por encargo municipal, pasó, en depósito, a la sede de la citada asociación vecinal, en la llamada Casa del Chino de la plaza de la Soledad del barrio alto, donde sigue.

Clemente Galán recuerda que restauró la maqueta de Macías «hará unos diez años, aproximadamente», y que cuando llegó a su taller «estaba bastante deteriorada, muy sucia y manchada». La rehabilitación de la obra de Macías fue completa. Además de limpiarla y recuperar los colores, afirma Clemente Galán, «se repusieron varias piezas; por ejemplo, tuvimos que reponer los árboles originales, que estaban hechos con plumas, por otros metálicos con espuma».

Respecto a la calidad de la obra del escultor bejarano, Clemente Galán señala que es «rigurosa, refleja muy bien el Gijón que había en aquella época, y siendo escultor Macías se supone que tuvo que tener también esa exigencia de rematar bien la obra».

En octubre de 1937, en plena Guerra Civil, muchas décadas después de la desaparición de las fortificaciones que un día se levantaron contra los carlistas, la IV Brigada de Navarra (requetés), entró en la ciudad, el último enclave de importancia del bando republicano en el Norte.

La maqueta del escultor Macías que representa a Gijón como plaza fuerte en 1849 se puede visitar en la sede de la Asociación de Vecinos de Cimavilla «Gigia», situada en el número 7 de la plaza de la Soledad (Casa del Chino). El teléfono es el 985354761.

En la fotografía superior, con la maqueta de Macías silueteada, los números se corresponden, aproximadamente, con las siguientes zonas del Gijón actual: 1. La Escalerona. 2. Paseo de Begoña. 3. Plaza de Europa. 4. El Humedal. 5. Fomento. Debajo, dos detalles de la maqueta: a la izquierda, la iglesia parroquial Mayor de San Pedro Apóstol y el Campo Valdés, y a la derecha, la dársena de La Barquera del puerto viejo, con el caserío de Cimavilla al fondo.