Luján PALACIOS

El planeta está sometido en las últimas décadas a un cambio sin precedentes, acelerado y de consecuencias imprevisibles. Los glaciares del Ártico y de la Antártida registran en sus hielos los efectos del aumento de las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, y dos profesores universitarios toman nota a su vez de cada uno de los cambios que sufren estos «gigantes» helados.

La ovetense María del Carmen «Karmenka» Domínguez y el navarro Adolfo Eraso han dedicado los últimos diez años a medir con el máximo rigor y casi en tiempo real la descarga glaciar; es decir, el agua que procede de la fusión de los glaciares, y que obedece al aumento de la temperatura de los últimos años.

Los dos profesores se pusieron en contacto hace más de una década gracias a una conferencia que impartía Eraso, químico y geólogo. Karmenka es a su vez matemática y, cuando escuchó las experiencias de Adolfo, no dudó en que los números podían ponerse al servicio de la labor que desarrollaba en los polos. Ayer compartieron sus experiencias en una charla en el Paraninfo de la Laboral.

En el año 2001 ambos pusieron en marcha el proyecto «Glaciares, criokarst y medio ambiente», «Glackma», con el objetivo de ejercer de «notarios» de todos los cambios y modificaciones que sufren varios glaciares a lo largo y ancho de los polos. En total, han colocado ocho estaciones de medición con sondas que recogen cada hora el nivel del cauce de los ríos que se forman con el deshielo. Cuatro de estas sondas se encuentran en el Ártico y las otras cuatro en la Antártida. Las mediciones se llevan a cabo «en términos de metro cúbico por segundo cada kilómetro cuadrado de cuenca glaciar», explica Adolfo Eraso. Los datos quedan registrados en las sondas, que tienen una capacidad de memoria de alrededor de tres años, y pasado ese período se vacían y se pasan al panel intergubernamental del cambio climático. El objetivo es además el de poder comparar los glaciares grandes con los más pequeños, así como la evolución entre el Polo Norte y el Polo Sur.

Y los datos no podían ser menos alentadores. «En los dos últimos siglos la atmósfera ha recibido muchas más partículas contaminantes que en los 140 siglos precedentes», explican los profesores. Lo que se traduce en que el deshielo es palpable y cada vez más acelerado y los fenómenos naturales son cada vez más violentos, por lo que la predicción de lo que va a pasar en un futuro no resulta fácil. «Nunca habíamos tenido esta situación, no se puede especular con certeza, pero lo que está pasando es preocupante», afirman. Además, el deshielo es más palpable en el Ártico, dado que el hemisferio norte es el que más contaminación emite.

Por todo ello, la fundación «Glackma» tiene entre sus fines la divulgación. Incluso han puesto en marcha un concurso con varios colegios en el que los estudiantes pueden seguir el día a día de sus expediciones. «Queremos que la gente tome conciencia de un problema que se le viene encima a la humanidad y del que aún no conocemos sus dimensiones», apunta Domínguez. Las ayudas oficiales se han terminado por la crisis, y por eso también están captando socios para su fundación que puedan costear los sondeos. El futuro del planeta se lo agradecerá.