La figura de la semana | Miguel Ángel Gutiez Viña, "El Parrochu" Acompañante de la Sardina del Antroxu y trabajador de la Vuelta Ciclista a España

El viajero de los innumerables gorros

Vecino de La Providencia y apasionado del Sporting, el ciclismo y la pesca, el Parrochu disfruta como nadie por Carnavales y en la cabalgata de Reyes

Miguel Ángel Gutiez Viña

Miguel Ángel Gutiez Viña / Mortiner

No hay Antroxu ni cabalgata de Reyes sin Parrochu. Para que todo salga a pedir de boca, las ciudades necesitan a vecinos que desinteresadamente colaboren con la causa. Sea cual sea el evento, Gijón cuenta con el comodín que personifica Miguel Ángel Gutiez Viña, más conocido como el chófer del Rey Gaspar en la visita de los Reyes Magos o el escudero de la Sardina del Antroxu. En ambas citas celebra poder disfrutar en las calles de su querida ciudad y hacer disfrutar a los niños y mayores que la forman. Siempre en segundo plano. Sin acaparar portadas. Son dos de las fechas que aparecen marcadas desde hace más de tres décadas en el calendario de su casa de La Providencia, lugar en el que nació en el año 1955 y donde sigue viviendo. Ahora cuidando de su padre, Ángel. Porque Parrochu, más allá de ser un personaje de cara a la galería, en todo momento sirve de refugio para quienes le rodean.

Quizá fuera ese ir y venir constante desde La Providencia hasta el centro de Gijón lo que hizo que Miguel Gutiez se sintiera como pez en el agua dentro de un vehículo. Es difícil verle alejado de un coche, aunque todavía más complicado resulta no pillarle sonriendo. Sobre ruedas y con gran amabilidad. Así ha sido su vida y de esta manera se la ha ganado y se la sigue ganando. Prueba de ello están siendo estos días de Antroxu, en los que está recorriendo los distintos rincones de su colorida ciudad con un impoluto Cadillac rojo para que a "Turbulencia Marina de las Isobaras Relente" no le falte de nada. Desde el miércoles, cuando visitó la redacción de este periódico, Gutiez ya dejó claro que durante estos días prefiere que se le conozca como Alisio Parrochu.

Fuera de su casa le hace único el carisma que desprende con sus innumerables gorros, a los que complementa con cualquier tipo de disfraz. La vergüenza no va con él. Pero más allá de su facilidad dicharachera, quienes mejor le conocen destacan su responsabilidad y tenacidad cuando tiene que cumplir con sus tareas. Se vio obligado a ello al ser el mayor de tres hermanos y, muy rápido, unió su pasión por los viajes con las labores profesionales.

Durante los años 80, recorrió toda la Península con una furgoneta en la que portaba ropa atrevida de aquella época. Era el que más kilómetros hacía de su empresa. Y el que mayor destreza tenía para vender, gracias a su don de gentes. Porque, como admiten sus allegados, él siempre pone todo de su parte para que lo del resto salga bien. No se atreven a definir esta cuestión como una virtud o un defecto. Pero así es él, una persona entregada a lo que se le ha ido presentando en cada instante. Un maestro en aprovechar cada oportunidad sin pensar en las consecuencias.

Su pasión por el deporte también ha marcado el devenir de las distintas etapas de su trayectoria vital. Es un enamorado del Sporting de Gijón. Le viene de serie, ya que su padre, a sus 93 años, sigue acudiendo como abonado a El Molinón. Este fin de semana sufrió como el que más teniendo que decidir entre dos de sus mayores debilidades. Pero desde hace tiempo ya tenía asumido que el derbi asturiano tendría que revisarlo por la noche. Cuando no quedara ni un solo niño que se acercara a "Turbu", "Mateo SAT" y Parrochu para pedirles la foto más preciada del Antroxu.

Más allá del mundo del fútbol, donde también tiene a su hijo, el entrenador Viti Gutiez Amaro, al Parrochu le apasionan la pesca y el ciclismo. Espacios en los que también se ha abierto un hueco para regocijarse incluso a la hora de faenar. Es habitual encontrarle año tras año, durante la primavera, en cualquiera de los rincones marítimos de la ciudad para llevar pescado y marisco a casa.

En la actualidad, a sus 69 abriles, acumula 15 años trabajando en la Vuelta Ciclista a España. Lo hace, cómo no, dentro de una furgoneta. En este caso una "food truck" desde la que despacha refrigerios y bocadillos. Con ella completa todas las etapas colocándose en el último kilómetro, donde tan solo le acompañan los organizadores de la meta y del podio y los medios de comunicación. A Viti, su único hijo, le bastó con acompañarle en la última edición para comprender que a su padre le tratan como si de Perico Delgado se tratase. A diario, durante casi un mes, auténticos referentes como Óscar Pereiro o Alberto Contador pasan por su rincón gastronómico para aprovechar la oportunidad de compartir un instante con este afable gijonés. Allí tiene a su otra familia. De la que tanto le cuesta despedirse cuando los ciclistas cruzan la línea de meta en Madrid, lugar en el que culmina cada año la competición. Desde el próximo miércoles, Parrochu dejará de pensar en el Antroxu y ya restará horas para desplazarse hasta Lisboa, donde tendrá lugar el pistoletazo de salida de La Vuelta 2024. Porque si de algo sabe este gijonés es de saborear al máximo el momento y contar con una motivación que le aporte sentido a su existencia. Siempre con la finalidad de escabullirse de cualquier tipo de rutina, como ha hecho desde que era adolescente.

Sin embargo, todos los viajes que Miguel Gutiez ha emprendido a lo largo de su vida han tenido en común el principio y el fin. No es otro que La Providencia, Gijón. El lugar que verdaderamente significa hogar y en el que, tanto en Navidad como en Carnaval, siempre estará disponible para ser el alma de las fiestas. Porque, aunque es ciudadano del mundo, ante todo es de la gente que siempre le ha acompañado a lo largo del camino.

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