España no merece un Gobierno que le mienta
Esa afirmación rotunda no me pertenece. Muchos la recordarán en boca de Alfredo Pérez Rubalcaba, a la sazón mano derecha de un Zapatero, secretario general de los socialistas y aspirante al sillón de presidente de Gobierno en las elecciones que debían celebrarse tres días después de esta salida del, mefistofélico más que maquiavélico, Rubalcaba.
La lapidaría afirmación se apoyaba en que el gobierno Aznar, veinticuatro horas después del atentado de Atocha, aún adjudicaba la responsabilidad a ETA en lugar de al terrorismo islámico, algo que para entonces Rubalcaba, que mantenía sus peones en el ministerio del Interior, sabía perfectamente. Terrible error de comunicación institucional en vísperas electorales, que acabaría costándoles las elecciones a los populares y retrasando la llegada de Rajoy por casi ocho años.
Al día siguiente se produjo una manifestación multitudinaria en la que el gobierno, más que los terroristas, parecía el responsable del atentado, y en las consiguientes elecciones el hombre del talante, Zapatero, se haría con el poder, iniciando el fin de la Transición y comenzando una senda de polarización política y social que hoy, con el doctor Sánchez al mando, es el caldo en el que los españoles hervimos, ya no a fuego lento, cada día.
Las mentiras de hoy no van bañadas en sangre, o sí, aunque sangre vieja, casi seca, y a la que se trata de tapar con un manto de olvido. Es la sangre de los asesinatos sin resolver que los socios del PSOE pretenden hacernos olvidar. Pero el grueso son mentiras en forma de promesas incumplidas, en cascada, con "cambios de opinión" sobrevenidos por el bien de España, pero que dejan al votante sobrecogido ante la realidad de su propia insignificancia frente al poder de los gobernantes de hoy; ante su desfachatez y su falta de mínima decencia. En cualquier caso mentiras son, pero sin elecciones a la vista mentiras impunes.
En el 2005 la madre de Pagazaurtundúa, socialista asesinado por ETA, le escribía al hoy portavoz socialista en el Congreso, "Pachi, dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre", y por lo que vamos viendo en estos últimos días sólo estamos en la fase inicial de lo que un doctor Sánchez, al frente del Gobierno español más minoritario que hayamos conocido, está dispuesto a hacer con tal de mantenerse en el sillón de la presidencia del Gobierno.
Ambos, Rubalcaba y Pilar Ruiz, tenían razón, y sus palabras son plenamente vigentes; desgraciadamente, el principio de buena fe, o el latín "pacta sunt servanda", no parecen tener fuerza, ni siquiera moral, en la política actual, y, lamentablemente, el votante, debiera tomar su decisión bajo esta premisa. Ye lo que hay.
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