Opinión | Nuevas epístolas a "Bilbo"

Ingeniosidades vacuas (I)

Se llama letraherido, "Bilbo", término un tanto cursi, a quien profesa pasión extrema por la literatura. Bueno, pues cuando un letraherido ata moscas con el rabo y se nos pone en plan ocurrente e imaginativo, compone axiomas, apotegmas, adagios, sentencias, y hasta trabalenguas del jaez de ingeniosidades como estas que recuperé para ti en tres tandas consecutivas. Y no me tuerzas el morro si te parece que abuso de tu paciencia.

Los periodistas durmieron anoche con un ratón decapitado entre los dedos.

Los jueces vigilan su pesa en el baño cada mañana.

Los mineros aún penden del soplete de luz de las lámparas de carburo. Y los estibadores aún de maromas salobres provistas de ganchos.

Los funámbulos suenan a conjunto de cuerda floja. Sueñan en el alambre.

Los maestros no saben cantar ya la tabla de multiplicar.

Los médicos meten el miedo en el cuerpo con batas de fantasmas.

Los políticos buenos dimiten cuando aprenden a decir que no. Los malos dicen a todo que sí. Los peores rechazan ser políticos, renegados de su propia condición.

Los payasos más payasos no ocupan la pista central del circo, andan desperdigados por el graderío.

Los cantantes de moda miagan por las esquinas de las pantallas, en comparación con Antonio Machín, gato escaldado.

Los camareros sirven en vajillas de plata que no cumplen las ordenanzas.

Los fumadores se arrepienten en cuanto entran en los estancos. Y en cuanto salen.

Los futbolistas zurdos no competirán en los estadios del cielo.

Los soldados victoriosos hincan las rodillas, al fin y a la postre.

Los reyes solo reinan. ¿Solo? Me lo explique, por favor.

Los astronautas aspiran a besar la luna a escondidas, a la chita callando.

Los sastres auténticos siempre fueron de rompe y rasga.

Los luminotécnicos se me apagan. Los soñadores se me esfuman. Los borrachos se me caen. Los santos se me evaporan.

¿Los muertos se pueden casar con las estrellas? ¿Los muertos no se cansan nunca de estar muertos?

Los chipirones te rebozan los labios de carbón salado, que no de tinta hecha con negro de humo.

Si muerdes a tu perro, asegúrate de que no lo cuente.

La sangre de los letraheridos circula por las venas de abecedarios tuberculosos.

Tú te trincas tres trencas, tronca, y tú, tranqui, que te trancan de un trancazo tus trancas en la trena.

Un comité cometió acometidas como conatos concomitantes contra contrincantes.

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