Opinión
Lo único imposible es aquello que se promete
Difícil es en el día de hoy no hablar del tema. De la noticia que ocupa desde ayer los titulares de la prensa. Un nuevo varapalo para la zona oeste y toda la ciudad de Gijón. Declaraciones, conversaciones, dimes y diretes de unos hacia otros y de otros hacia unos. En medio… los de siempre: las personas que vivimos y sentimos Gijón. Vecinos y vecinas que llevamos soportando una configuración urbana llena de promesas de progreso y mejora que parecen inalcanzables.
El vial se erige como una noticia más que abona la desafección, permite afilar cuchillos y supone un nuevo ingrediente en la confrontación partidista tan fecunda en nuestro tiempo. Pero si algo subyace tras todo esto, es lo naturalizada que tenemos la desafección. Una desafección que está en riesgo de universalizarse y sumirnos en una depresión glocal. Nada podemos hacer desde lo local, nada se está haciendo desde lo global.
Lejos de vivir el hecho con sorpresa, asumimos el golpe cuan púgil que no padece. Estamos más próximos a la indiferencia que a la indignación. "Una más", "que esperabas", "te lo dije", "son todos iguales" … Y no se si somos conscientes de los efectos que todo eso provoca.
La velocidad de nuestra era nos abruma de promesas y propuestas que parecen redactadas con un algoritmo que satisface nuestra atención a corto plazo, que nos lleva a compartir, a dar un me gusta o a depositar en una urna la papeleta de un partido. Tal parece que las estrategias, planes y visiones de futuro las redacta Mr. Wonderful. Palabras, en el caso de haberlas, vacías de significado, de intencionalidad, de inteligencia. Tan abrumador es que nos desilusionen como que ni tan siquiera exista una idea de camino a recorrer.
Promesas que carecen de rigor, compromiso y respeto. No soy yo alguien que sepa de ingeniería, ni geología, ni de movimientos de tierra u obra civil. Realmente de pocas cosas se. Pero si tengo claro que lo peor que podemos hacer es alimentar expectativas que no sé si se pueden cumplir. Y de esto, estamos sobraos.
Necesitamos compromiso. El compromiso de quienes han dado un paso al frente para representarnos. Un compromiso que debe contar con los partidos políticos, la sociedad civil, los distintos tejidos sociales, económicos y productivos. Necesitamos que se empiece a tomar en serio lo que significa gobernar. Gobernar desde el respeto y la humildad, desde la ambición por mejorar y cambiar la realidad, desde la escucha e implicación. No se trata de hablar de respeto entre instituciones, se trata de respetar a la ciudadanía. Un ayuntamiento, un gobierno autonómico y un estado, se deben a las personas.
Más allá de jugarnos un vial, nos estamos jugando la credibilidad en un sistema, que, si bien puede errar, nunca puede defraudar.
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