desde roma

Castillo de Sant’Angelo y mausoleo de Adriano

La visita al interior de esta fortaleza que fue cárcel merece la pena y unas cuantas horas por sus obras de arte y sus vistas

Castillo de Sant’Angelo y mausoleo de Adriano

Castillo de Sant’Angelo y mausoleo de Adriano

Lo he fotografiado desde todos los ángulos; de día, de noche; lloviendo, con sol; envuelto en niebla o reflejado en las aguas del Tíber, pero no conocía su interior. A pesar de que más de un amigo me había hablado de las maravillosas vistas que desde lo alto del Castillo de Sant’Angelo se pueden admirar.

Castillo de Sant’Angelo y mausoleo de Adriano

Castillo de Sant’Angelo y mausoleo de Adriano

No creo que influyera en mí falta de interés, por visitarlo, el hecho de que hubiera sido cárcel, fortaleza defensiva... lugar seguro para los papas que, en él, se resguardaban de los ataques.

La primera vez que supe de este emblemático edificio de Roma fue grabando su exterior para hablar del "Saco de Roma", protagonizado por las tropas alemanas y españolas de Carlos V contra el papa Clemente VII que consiguió escapar de San Pedro del Vaticano a través del Passetto, un corredor que todavía une la Ciudad del Vaticano con el Castillo de Sant’Angelo, y que fue mandado construir por el papa Nicolás III, en el siglo XIII.

Creo que, en el fondo, no me animaba a conocer su interior, porque pensaba que no encontraría nada interesante, ya que de lo que había sido el Mausoleo de Adriano, poco o nada se conserva.

Castillo de Sant’Angelo y mausoleo de Adriano

Castillo de Sant’Angelo y mausoleo de Adriano

El emperador Adriano, murió antes de que el mausoleo, que había encargado al arquitecto, Demetriano, fuera terminado. Pero su sucesor, Antonino Pío, se encargó de que los restos de Adriano y su esposa Sabina fueran llevados allí. En el mausoleo de Adriano, también descansaron otros emperadores; Cómodo, Caracalla, Antonino Pío y Marco Aurelio.

El edificio era de base cuadrada, revestida con losas de mármol. Sobre ella se levantaba una construcción cilíndrica, también revestida de mármol y decorada con estatuas. En un tercer nivel había un pequeño templete circular, rodeado de columnas, coronado por una cuadriga de bronce conducida por Adriano. Entre este templete y el cuerpo cilíndrico inferior había una azotea con árboles, simulando un hermoso jardín. En el centro del monumento, al que se ascendía por una rampa helicoidal interna, se encontraba la cámara funeraria.

Así fue, hasta que en tiempos del emperador Aureliano, se pensó que, por su situación estratégica al lado del río, el edificio podía integrarse en el sistema defensivo de la ciudad.

El mausoleo mandado construir por Adriano, cumplió con su nueva misión defensiva evitando desde él varios saqueos al Vaticano. Lógicamente su belleza exterior; estatuas, arboleda, columnas, escultura y carro de Adriano... desaparecieron para siempre, convirtiéndose en un castillo-fortaleza. El nombre de Sant’Angelo data de finales del siglo VI cuando Roma sufrió una epidemia de peste. Parece ser que en una procesión pidiendo el cese de la peste, el papa Gregorio I, que presidía dicha procesión, tuvo una visión del Arcángel Miguel envainando su espada sobre el castillo. La aparición del arcángel fue interpretada como una señal del final de la pandemia, como así sucedió. Desde entonces los romanos empezaron a llamar la edificación como castillo de Sant’ Angelo, donde fue colocada la imagen, que hoy podemos ver en la cima del edificio, de un ángel envainando su espada.

A lo largo de los siglos, en el Castillo de Sant’Angelo se asentaron familias nobles romanas, como los Crescenzi, Pierleoni y Orsini. Poco a poco su interior se fue convirtiendo en el de un palacio.

En el Renacimiento el castillo experimentó una profunda transformación; renovándose las residencias papales, ya que algunos pontífices decidieron residir en Sant’Angelo. Será el papa Paulo III, quien mande construir la logia de cinco arcos que mira al Tíber.

Al documentarme para escribir un artículo sobre San Pietro in Montorio supe que Beatrice Cenci, (allí enterrada) había sufrido prisión en el Castillo Sant‘Angelo. Esta circunstancia despertó mi interés por ver el lugar donde fue encarcelada esta joven romana, cuya existencia conocí por la placa que existe en la casa donde vivió en Roma, en vía Monserrato.

Y así fue como un domingo por la tarde entré en el Castillo. Nada más acceder al primer espacio percibes que penetras en un lugar especial, en el que el pasado ha quedado impregnado en cada uno de sus rincones. Consta de siete niveles. En los tres primeros accedes a los distintos patios subiendo por la rampa helicoidal.

A lo largo del recorrido puedes observar las distintas celdas, once, en las que esperaron ser ajusticiados personajes tan conocidos como; Giordano Bruno, el cardenal Giovanni Battista Orsini, acusado de intentar envenenar al papa, Alejandro VI, Benvenuto Cellini, y el arzobispo y teólogo español, Bartolomé de Carranza.

Los apartamentos pontificios se encuentran en los niveles cuatro y cinco. Las habitaciones mejor conservadas, bellamente decoradas, con frescos de Perin del Vaga, fueron las utilizadas por el Papa Paulo III.

La biblioteca, la Sala del Tesoro en la que se puede disfrutar observando la belleza de sus cofres y armarios, son otros de los lugares que atrae la atención de los visitantes.

Sin duda la visita al Castillo de Sant’Angelo merece la pena, y conviene dedicarle unas cuantas horas para realizarla con calma. Además de las esculturas y frescos renacentistas, es muy interesante impregnarse del ambiente que allí se respira. Asomarse de vez en cuando por los arcos de las distintas logias para ver la ciudad desde ángulos diferentes. Además, han habilitado una zona en la que se puede tomar una copa disfrutando del entorno.

Cuando te encuentras en el nivel 7, en la "sala de las columnas" y pasas a la "sala rotonda", crees que la visita ha terminado, pero no es así porque desde esta sala, se accede a la que llaman "terraza del ángel". Solo por contemplar la puesta de sol desde este lugar, merece la pena visitar el Castillo de Sant’Angelo. Si, además, llevas auriculares para el teléfono, puedes buscar "E lucevan l’estelle" de Tosca y escucharla mirando al Tíber. (Es en este lugar donde se desarrolla el tercer acto de la ópera).

Lo hice. Y puedo aseguraos que es un momento único que jamás olvidaré.

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