El fascinante trayecto por la vieja rampa de Pajares, donde casi todos los mundos de Asturias tienen cabida

Un dato sorprendente y muchas curiosidades del recorrido ferroviario que quedará postergado con la inauguración de la Variante

Rampa Pajares

Rampa Pajares

Javier Morán

Javier Morán

Casi todos los mundos de Asturias caben en la rampa de Pajares, un espacio con casi 140 años de antigüedad y 55 kilómetros de vía, la cual mantiene un ascenso permanente de 20 metros por kilómetro, lo que en términos ferroviarios se denomina una inclinación de 20 milésimas (el mismo tope que posee la nueva variante de Pajares). Si fueran 22 o 23 milésimas, los trenes renquearían y se malograrían tanto en Pajares como en cualquier otra parte del mundo (salvo que se usen mecanismos de cremallera para planos muy inclinados, como el del Ferrocarril de Langreo, en San Pedro de Anes, que pervivió nada menos que de 1856 a 1963).

La inclinación de la rampa de Pajares pertenece casi a la leyenda. Durante toda su historia, y hasta el presente mismo, ha sido el lugar de pruebas de todo material ferroviario que llegara a España. Si una locomotora o un convoy superan Pajares, podrán hacerlo en cualquier parte del país. Sin embargo, faltó el canto de un real para que Asturias dispusiera de un paso hacia la Meseta agarrado a engranajes de cremallera, lo cual hubiera sido desastroso para el progreso de las comunicaciones treneras. Pero quién sabe si fue la Asturias de Pelayo, la de los violentos y levantiscos Trastámara, o la que se alzó contra el francés en 1808, pero el suceso consistió en que asturianos de todas las latitudes se congregaran en una escandalera nunca vista (la que bautizó a la homónima plaza ovetense), para lograr un ferrocarril a la altura del tiempo (sin embargo, para lograr la variante de Pajares ha sido preciso esperar 41 años).

Pero el 15 de agosto de 1884, el rey Alfonso XII inauguró el último e inmenso tramo de la obra (Busdongo-Puente de los Fierros), junto a su esposa, María Cristina de Habsburgo-Lorena, y a la princesa de Asturias, María de las Mercedes, del mismo modo que su tataranieto Felipe VI, pero sin su esposa, la Reina Letizia; ni la heredera Leonor, hará lo propio el próximo miércoles, 29 de noviembre, con dicha Variante.

Desde esa agraciada jornada de 1884 (incluidas las obras que la precedieron), sobre Pajares se fueron acumulando todas las capas propias de la naturaleza y de la historia de los asturianos, desde una geología monumental y abruptísima, siguiendo por la inteligencia ingenieril para adherir los raíles a las lomas más desafiantes, o construyendo puentes audaces (como el de Gustave Eiffel, que subyace entero y vivo aún bajo un terraplén que lo cubrió en 1953 para que la vía tuviera mejor asiento), y llegando a la perforación a pico y pulso de 67 túneles que cubren 25,9 kilómetros de la vía.

A esa suma de geología desafiante e ingeniería valiente se suma un medio natural visible desde el tren o la propia vía que equivale a contemplar dos tercios de toda la variedad de la naturaleza de la región. Se podría decir que salvo las playas y los eucaliptales, en la rampa de Pajares cabe toda Asturias, con elementos tan bellos y llamativos como el colorido variable de los hayedos en otoño, que pasan del verde al amarillo y al anaranjado y a una paleta de ocres, para acabar formando en su caída un alfombrado propio de cuentos de antaño. Se trata de una parte de la mejor galería de Asturias, donde la mirada se extiende hasta los 118 kilómetros cuadrados.

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Por Daniel Herrera Arenas, integrante del Observatorio del Territorio del departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo

El Convenio Europeo del Paisaje, firmado en Florencia en el año 2000 y ratificado en 2007 por el Reino de España, establece la definición de paisaje en los siguientes términos: "Cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos". Además, el paisaje es algo dinámico, no estático. Recoge y muestra los cambios cíclicos anuales fruto de la sucesión de las estaciones. Pero también es un registro vivo de transformaciones sociales y ambientales, mucho más amplias en el tiempo, lo que añade a su configuración presente una dimensión histórica que ayuda a comprender su estructura y componentes actuales.

Pajares ha constituido, y sigue siendo en gran medida, la principal puerta de Asturias. Viajar en tren por la rampa de Pajares ha permitido a sus usuarios disfrutar de un paisaje, entendido tal y como lo recoge dicho Convenio, donde quedan de manifiesto la interacción de los factores humanos y naturales. Un paisaje excepcionalmente variado y cuya contemplación va mucho más allá de su incuestionable belleza. El conjunto constituye un elemento patrimonial de primer orden que trasciende el indudable interés del propio trazado ferroviario, alarde de la ingeniería de la época para la superación del macizo montañoso.

A lo largo de los últimos 140 años, el trazado de la rampa de Pajares y las diferentes personas que la han utilizado, han sido testigos privilegiados, muchas veces de forma inconsciente, tanto del paisaje por el que transitaban como de sus transformaciones. Hace varias décadas una región verde, amarilla y ocre, según la época del año, con destacados espacios para el cultivo donde primaba el cereal, combinados con prados, pastos, espacios de matorral y frondosos bosques, configurando, en conjunto, unidades productivas básicas que aprovechaban las mejores condiciones naturales para cada tipo de uso, optimizando los recursos de su entorno. Y también han visto la evolución, los cambios, menos cereal y más prados, menos pastizal y más matorral y arbolado.

También han visto cómo Asturias se industrializaba, el negro de la actividad minera de montaña anclada en las laderas. Y han podido ver la llegada de nuevas actividades como las deportivas con la estación de esquí. A través de las ventanillas del tren se ha podido atestiguar cómo Asturias ha ido cambiando de formas y colores, de usos y actividades. Esa historia, esas mutaciones, son visibles en el paisaje, una mirada entrenada busca y reconoce los vestigios de la actividad pasada e interpreta la configuración actual. Además, la rampa de Pajares permite unir y observar la parte asturiana y la parte leonesa de la Cordillera, dos ámbitos contiguos pero diferentes. Cruzar la divisoria permite percibir claramente las diferencias paisajísticas entre dos espacios geomorfológica y climáticamente tan contrastados.

Quien viaja hoy por la rampa de Pajares lo hace, como hace 140 años, por un trazado ferroviario de lento ascenso serpenteante, que se eleva 20 metros por cada kilómetro que recorre. A lo largo de 55 kilómetros pasa de los 320 metros de altitud de Pola de Lena (punto kilométrico 108, desde León), a los 1.230 metros de altitud de la boca norte del túnel de La Perruca (Asturias) y los 1.280 m de altitud de la boca sur (León), para luego descender hasta los 1.250 m en Busdongo (P.K. 53). Esta transición altitudinal permite identificar sucesiones biogeográficas adaptadas a las condiciones bioclimáticas así como los distintos modos de adaptación humana a las condiciones impuestas por el medio natural. Estos cambios progresivos de la vertiente asturiana a medida que varía la altitud se combinan con cambios, en ocasiones bruscos, entre las laderas de solana y las de umbría, generando, en conjunto, un paisaje rico y diverso.

El trazado transcurre por el valle del río Lena desde La Pola (capital del concejo de Lena), hasta Campumanes. A partir de este punto se desarrolla por el valle del río Pajares. Primero por el fondo del valle, hasta Fierros, y luego sobre la ladera este del valle de Pajares, ascendiendo hasta llegar a La Perruca. Aprovecha esta ladera, más amplia superficialmente y con más desarrollo de valles secundarios, como el Congostinas o el de Parana. Este paso del fondo del valle a la media ladera conlleva que aumenta progresivamente la visibilidad desde la vía.

La rampa de Pajares es destacable tanto por el territorio por el que pasa como por el territorio que se puede ver desde ella. La alta visibilidad de la vía viene dada por los numerosos tramos al aire libre, la distribución de los mismos de forma uniforme a lo largo del recorrido, su disposición sobre la traza y los ámbitos por donde discurre. Esta disposición del trazado permite ver la ladera de enfrente y la propia ladera por donde discurre el trazado, pudiendo observar un amplio territorio, incluso cuando se discurre por las partes bajas. Es posible observar la actual configuración en mosaico, conformado por pequeños espacios de cultivo hortícola, prados, masas arboladas, espacios de matorral y pastizal y afloramientos rocosos, junto con la red de núcleos de población de distinto tamaño y entidad que organizan el territorio.

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