Por qué y quién mató a Melquíades Álvarez

El tribuno asturiano era demócrata, masón –no ejercía–, republicano…, pero, como dejó escrito en sus memorias inéditas Antonio López-Oliveros, "si no estabas en el Frente Popular eras fascista"

Melquíades Álvarez, retratado en el mismo 1936.

Melquíades Álvarez, retratado en el mismo 1936.

Lluis Portal Hevia

Los principales dirigentes reformistas fueron asesinados impunemente antes o al comienzo de la guerra: Mariano Merediz (Gijón), Valdés Castañón (Siero), Alfredo Martínez (Oviedo)... Sobre la muerte de Melquíades Álvarez, el 22 de agosto de 1936, se extiende un secreto a voces que ahora se logra aclarar en la novela «El día de la ira» (Editorial Trabe).

Melquíades Álvarez es el político más destacado de la historia de Asturias. Comienza brillantemente a la sombra de Clarín y el Grupo de Oviedo en la década de 1880, cuando estudiaba Derecho en la Universidad. Colega de Pi i Margal y de Salmerón, reivindicó la República de forma moderada. Fue concejal en Oviedo y decano del Colegio de abogados, y un magnífico orador: «No es el Castelar de Asturias es, o será, el Melquíades Álvarez de España», dijo Clarín.

Crea el Partido Reformista

Junto con Gumersindo de Azcárate crea, en 1912, el reformismo. Es una idea nueva y vieja a la vez basada en la experiencia liberal clásica. Reformismo viene de reforma, o sea de mejora o evolución, no de revolución ni de involución, como muy bien explicaba Melquíades. No tenía problemas en declarar que el suyo era un partido burgués –como la mayoría de las formaciones históricamente republicanas, por cierto– que laboró en pro de las clases populares y el fomento de los derechos civiles y laborales.

Durante una etapa concreta de su trayectoria política se presentaba como socialista, pero ni marxista, ni colectivista, ni sovietizante, como estaba en boga en aquel momento por la novedad hipnótica de la Rusia revolucionaria.

Apoyándose en el laicismo, luchó siempre por solucionar la cuestión educativa en España, clave para su partido; así ayudó a crear ateneos y escuelas. En 1911 puso en marcha la Escuela Neutra de Gijón, una escuela popular, privada, basada en el krausismo, en la que se involucraron los anarquistas, sobre todo el gijonés Eleuterio Quintanilla: un raro anarquista-reformista que terminó de docente. Curiosamente, cuando más se desarrolló esta Escuela fue durante el directorio de Primo de Rivera.

Macabra muerte de Merediz

En esta labor se implicó el maliayés Mariano Merediz, que fue director de la misma. Este señor, republicano, hijo de republicanos, fue asesinado de forma macabra en la playa de San Lorenzo, y quemado su cadáver en el cementerio de Xove por supuestos «republicanos» al comienzo de la guerra. 

Muy tempranamente intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Pérez Galdós, Marañón, Pérez de Ayala, Giral Pereira…, y políticos como Lluís Companys fueron miembros del PR. Sin embargo, muchos de ellos se desvincularon hipnotizados por el tótem republicano y la insistencia machacona del Tribuno en hablar con el rey a fin de que introdujeran los cambios que afianzaran la democracia. Aquello no fue bien visto, ni siquiera por el rey, pero esto no acabó con la formación.

En 1911 inició la Escuela Neutra de Gijón, popular, en la que se involucraron los anarquistas

Hace ahora cien años, en 1923, fue elegido presidente de las Cortes, pero a los pocos meses entra en escena el general Primo, quien quebró los proyectos de Álvarez. Este se opuso, lógicamente, a los militares que contaban con el apoyo de buena parte de la sociedad española, la Lliga catalana y los socialistas: Manuel Llaneza, representante de los mineros, fue a presentarle sus respetos al militar.

Violencia en el Campoamor

Llega la II República y con ella el radicalismo con matices de violencia: al mes arden conventos. Un diario cenetista catalán decía: «¡Hay que quemar mucho, mucho, para purificar todo, todo!». Fruto de esa violencia, el reformismo no puede presentarse en su feudo asturiano en 1931, donde se da por hecho que será quien gane las elecciones.

Elementos radical-socialistas un acto electoral en el teatro Campoamor lo reventaron ; Álvarez, desolado, solo pudo decir: «¿Y esto es lo que queréis que sea la República?». El golpe fue feroz, tanto que se decidió no presentarse en la región. Melquíades concurrió en Valencia, dónde salió elegido en una coalición conducida por Lerroux.     

Ortega publica varios artículos críticos con la marcha del régimen a los cinco meses de su proclamación y, antes de que acabara el año, pronuncia su famoso discurso en el Teatro de la Ópera de Madrid, Rectificación de la República, con dos cuestiones fundamentales abordadas por la Constitución como es el tema autonómico y el religioso: «Dos o tres regiones semi-Estados frente a España, a nuestra España», que tiene total actualidad. Y los «cartuchos detonantes, introducidos arbitrariamente por el espíritu de propaganda», una crítica a los excesos en el tema religioso. La forma en que se abordan ambas cuestiones preocupa a Álvarez y a muchos españoles moderados.

Revolución del 34 

Estalla la Revolución del 34 que deja la capital de Asturias arrasada. Pero lo que es más grave para él es la traición a la República y a su Constitución, que apenas tenía tres años, y la obsesión de los revolucionarios por colocar banderas rojas en los distintos Ayuntamientos asturianos, como si de pequeños sóviets se tratara. Pidió la pena de muerte para los responsables, pero todos salieron a la calle.

Su formación, agonizante tras los sucesos violentos del 31, pactó con Gil Robles en el 33 ante la falta de acuerdo con Lerroux. Su coalición Liberal Demócrata-Acción Popular consiguió un triunfo en toda regla: 7 diputados en Asturias y 2 en otras provincias. También pudo meter a varios ministros de su partido, aunque no cuajó la idea de presidir las Cortes. La Revolución del 34, las acciones de Compayns y las elecciones fraudulentas del 36, prepararon lo que vino después.

En 1923 presidía las Cortes; a los pocos meses entró el general Primo y quebró sus proyectos

Estalla la guerra

El reconocido republicano gallego Wenceslao Fernández Flórez, quién recibió la Banda de la República de las máximas autoridades del Estado, autor de «El bosque animado», pinta con mucha foguiza cómo ve la situación después de armarse la milicia: «Retumbaron (…) las armas de fuego en las calles de Madrid, por donde se esparció a continuación esa gente típica en todas las revoluciones: infrahombres sucios, de ceño asesino; mujeres hienas, vociferantes y desgreñadas, que llevaban en los ojos la alegría de poder matar (...)».

La Checa de Fomento

Una interesante investigación biográfica del fotógrafo y documentalista Carlos García-Alix para la CNT sobre quién comandaba la Checa de Fomento –que fue la que actuó en la cárcel Modelo de Madrid–, pone el marco al asesinato de Melquíades.

Entre los 40 milicianos de la checa anarquista se encontraba el autor material de la muerte salvaje de Melquíades, un anciano débil, vejado y desasistido de 72 años. Este cenetista, que parece salido de una película de Hollywood, tuvo un final nada brillante. Sí destacó a lo largo de su vida por su brutal eficiencia pistoleril.

Desaparecía así un hombre moderado, dialogante, legal, que llenaba los auditorios con una hora de antelación; salía la banda de música, en muchos concejos asturianos, a recibirlo. En cada mitin sonaban «La Marsellesa» y el Himno de Riego. Era demócrata, masón –no ejercía–, republicano…, pero, según dejó escrito en sus memorias inéditas, que se encuentran en la Biblioteca Nacional, Antonio López-Oliveros, director del periódico reformista «El Noroeste»– «… si no estabas encuadrado en el Frente Popular eras fascista», un término muy efectista, antes y ahora, por su magnífica indefinición.

Voilà le motif! 

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